na nueva muesca en la culata de Pedro Sánchez. Como este servidor predijo (sin gran mérito) hace ya unas semanas, el gran funambulista de Moncloa tiene a esta hora los apoyos necesarios para sacar adelante los presupuestos del próximo año. A falta del sí bastante maduro del PNV, han caído a la buchaca los trece votos de ERC, que sumados a los de otras siete formaciones y los propios del Gobierno de coalición aseguran las cuentas o, dicho más llanamente, un año más de legislatura. El último, dicen los que pinchan alfileres de vudú en el muñeco del presidente español. Largo lo fían. Como es de sobra sabido, el aludido es de plazos cortos. Le importa llegar vivo a mañana o pasado mañana. Y esa prueba ha vuelto a superarla.
Lo ha hecho, además, de una forma que merece una tesina de politología: a base de aceptar las más variopintas enmiendas de su amplio abanico de socios. Yo no dejo de darle vueltas a lo que supone que lo que ha inclinado la balanza del respaldo de Esquerra haya sido el compromiso de imponer a Netflix una cuota de producción en catalán, euskera y gallego. Que no digo que no sea una demanda justísima y muy necesaria, pero se me queda pequeña como reivindicación impepinable de una fuerza que hasta no hace tanto reclamaba cuestiones de bastante más fuste. Claro que, mirando más cerca, me encuentro con un fenómeno similar. Si hemos de creer lo que proclaman los titulares a diestra (pero también a siniestra), la contrapartida a los seis votos favorables de EH Bildu es la promesa de que el canal infantil ETB-3 se capte en todo el territorio navarro. Curioso, ¿no?