He puesto arriba que es escritora ¿De qué otras formas más podría haberla presentado?
—Como una chica con el corazón bajo el cráneo y una tejedora de redes artísticas. Una mujer enamorada de la tinta, en la piel y en los papeles.
Lleva dándole a la pluma o la tecla desde que tiene uso de razón...
—Es la única manera de sobrevivir que se me da bien. Quise escribir antes de saber leer. Recuerdo que mis primeras teclas fueron las de la Olivetti verde de mi madre cuando jugaba a ser escritora.
Cuenta lo bueno, lo malo y lo regular que le pasa. ¿Qué parte es más difícil de trasladar al papel?
—Lo regular. Los grises no combinan con la poesía.
Algunas experiencias sobre las que escribe son muy duras. ¿No le da pudor?
—Tengo tan poca vergüenza como dinero. Además, hay ciertas cosas, como la enfermedad, de las que solo se puede hablar desde la honestidad cruda para que tengan sentido.
En 'Un melón en la maleta' habló de su lucha contra los trastornos alimentarios. ¿Escribirlo fue parte de la terapia?
—Escribirlo sí, publicarlo fue una muestra de cariño a nosotras y un intento de reivindicar lo que nos pasa. Poner voz, contar cómo se vive desde dentro para que desde fuera se pueda comprendernos. Se cree que queremos ser "guapas", cuando el TCA es enfermar de falta de amor.
¿Se abordan en nuestra sociedad adecuadamente la anorexia y los otros trastornos?
—No se puede abordar lo que no se mira. Las enfermedades mentales siguen siendo invisibles en nuestro sistema. Es más, es esta sociedad machista, artificial y con unos cánones rígidos e imposibles la que fomenta los trastornos de este tipo.
Pese a la crudeza del tema, en ese libro no falta humor. ¿Cómo es posible?
—Como dice Ignatius, la comedia es lo contrario al miedo. De mis compañeras de la unidad de día aprendí a reírme de lo que dolía y creo que esa ironía, ese humor negro tan salvaje y libre, fue lo que sanó. Aunque los antidepresivos también ayudaron.
Me chivan por el pinganillo que no deja de ganar premios...
—Empecé cuando no había ni Internet en casa y a pesar de que he perdido más de los que he ganado, pero no me ha ido mal. Es un honor que reconozcan el arte y que en época de 280 caracteres siga habiendo tanta gente escribiendo cartas.
También me dicen que le pida que hable en dos líneas de Imaginautak.
—Es un PUAJ, una Plataforma Urgente de Arte Juvenil. Y una tribu de cerebros preciosos. Somos una comunidad de artistas de cualquier clase creyendo que lo que nos mueve las tripas puede mover el mundo.
Y lo que hace Imaginautak ha quedado plasmado en 'Los abrazos que no nos dimos'.
—Es el anuario de una revolución artística, de una ternura revolucionaria. Una obra por artista, de cualquier disciplina, para hablar de amor, encuadernada e impulsada por Jaio nuestra Espía.
Su experiencia detrás del mostrador daría también para varios libros...
—Pero de terror. Hay mucha gente no diagnosticada por el mundo. Trabajar de cara al público es una tragicomedia sin tregua.
¿Se ve viviendo del arte?
—No me veo viviendo sin él.