- La penúltima vez que tuvimos noticia del ministro Escrivá fue cuando vertió agua de un jarrón en el hueco de un atril previsto para colocar el vaso. La última, salvo que haya habido otra después de teclear estas líneas, fue hace tres días. Vaya usted a saber si fue casualidad o causalidad, mientras todos mirábamos la falsa resolución de la no menos falsa pelea en el barro por la reforma laboral de Rajoy, el globero mayor del reino soltó otro de sus aerostatos rellenos de helio para ver qué tal caía su más reciente ocurrencia para hacer frente al cada vez más sombrío panorama sobre las pensiones. Como muestra el amplio historial acreditado por el singular individuo, si la grada se volvía en contra, bastaba con un digodiego y a correr. Bien es cierto que en más de una ocasión lo hemos visto anunciar una medida un lunes, desmentirla el martes y volver a anunciarla el miércoles.
- En el caso que nos ocupa, parece que todavía estamos en fase de evaluación, aunque se diría que con más morros torcidos que pulgares hacia arriba. La cosa consiste, como bien sabrán, en subir un 0,5 por ciento la cotización a la Seguridad Social durante diez años. Eso conseguiría aliviar un tanto el creciente agujero de la famosa hucha. La carga se la repartirían a medias las empresas y las sufridas clases productoras, o sea, las y los currelas. A primera vista, podría dar la impresión de que hablamos de un pellizquito que no va a ningún sitio para los paganos. Pero ni todas las empresas ni todos los asalariados están en condiciones de hacer un esfuerzo así. Ya venimos muy tocados y por muchos frentes. Este año se van a batir récords de pérdida de poder adquisitivo y de sobrecostes productivos. No estamos para bromas.
- Por lo demás, y yendo a lo sustancial, volvemos a estar ante un parche. Incluso aunque las cuentas de la lechera salieran como las ha soñado Escrivá, que es demasiado suponer, seguiríamos sin abordar la cuestión fundamental, que es la sostenibilidad del sistema público de pensiones. Con o sin ese 0,5 por ciento, las cuentas no salen. Ni siquiera con los registros históricos de afiliación de los que tanto se presume. Cada vez hay más perceptores de pensiones que cobran durante más tiempo porque viven más. Con las aportaciones de los cotizantes no se cubren las necesidades. Hay que buscar otras vías de financiación. Dejar pasar el tiempo a la espera de un milagro mientras se improvisan soluciones superficiales es caminar derechos hacia el abismo. Y ahí vamos.