Hambre de España - La vuelta de la selección española a Catalunya para un amistoso chichanabesco contra Albania ha elevado al cielo la rojigualdina en Diestralandia, como van a comprobar. El opinatero de ABC Hughes abre los juegos florales: “Más de treinta y cinco mil catalanes cantaron el himno como si juraran bandera, el que viva España, el yo soy español, el qué bien ser español o el España, España sin el soniquete cansado de Faemino y Cansado, con una pasión distinta, con júbilo, banderas, saltos, olas, móviles encendidos, el himno a capella otra vez... Parece que había ganas de España, sed de España, hambre de España”.
La echaban de menos - Por parecidos derroteros, el cronista de El Mundo Eduardo J. Castelao anotaba: “España sabe, desde ayer, que siempre puede volver a Barcelona. En el campo del Espanyol, ante más de 35.000 personas, con la grada roja y amarilla, no hubo un partido de fútbol. Hubo un reencuentro. Se volvieron a ver quienes un día fueron separados. Se volvieron a ver y comprobaron, qué cosas, que aún se quieren. Dieciocho años después, casi, o sin casi, una vida, Barcelona abrazó a España y le demostró que la había echado de menos”.
Una necesidad - En La Razón, el afinador Jorge Fernández Díaz elevaba la gesta a principio del fin del procés: “El veredicto es unánime en cuanto a la oportunidad y acierto de esa presencia, que no fue sólo futbolística sino también política y nacional por las consideraciones referidas. La respuesta de la afición y del público muestra que, sin duda, Cataluña está necesitada de la presencia cercana de instituciones que representen el sentimiento de españolidad para poder exteriorizarse”.
Remontada - “Gol y remontada al nacionalismo en Cataluña”, titulaba con ardor patriotero Pedro J. Ramírez su rugido en El Español. Luego, los nacionalistas son los otros: “La victoria futbolística de España frente a Albania no fue la única del partido del sábado. Fue, en realidad, un triunfo aparejado al de la libertad y la convivencia en Cataluña”. La competición en el RCDE Stadium de Barcelona arrojó un resultado esperanzador. Invita a pensar que la sensatez y la serenidad están remontando. Que el respeto y la tolerancia, antónimos del nacionalismo, regresan con paso firme al espacio público en Catalunya.