Ni "diplomacia de precisión", ni sanciones, ni envío de armas. La solución a lo de Ucrania es rezar. Y hoy veremos la efectividad porque el Papa Francisco (sí, el que dicen rojo) ha llamado a la oración para detener las bombas. El devotísimo Jorge Fernández Díaz no cabe en sí de gozo. "La fecha de hoy, 25 de marzo de 2022, ya forma parte de la Historia de la Iglesia y de la propia Historia de la humanidad por las consecuencias que se esperan para el mundo", arranca su delirante columna de La Razón.
Sí, ríanse, ríanse, pero sepan que la eficacia de la Virgen de Fátima como finiquitadora de episodios históricos chungos está probada: "Otro 25 de marzo, en 1984, el Papa san Juan Pablo II intentó cumplir con el pedido de la Virgen de Fátima, y consagraba el orbe a su Inmaculado Corazón en comunión con todos los obispos del mundo. os frutos se conocieron después. La caída del Muro de Berlín y de la misma URSS el día de la Inmaculada Concepción de 1991, sin mediar violencia alguna entre la OTAN y el Pacto de Varsovia, hablan por sí mismas de la eficacia del solemne acto realizado. La Virgen afirmó a Lucía dos Santos en Fátima el 13 de julio de 1917 y el 13 de junio de 1929 en Tuy que, pese a los retardos en atender su petición, «al final su Corazón Inmaculado triunfaría, el Papa le consagraría Rusia, que se convertirá, y le será dado al mundo un tiempo de paz»". Es la cuarta columna en la que cuenta lo mismo. Fue ministro de Interior.
De Ucrania al norte de África. Quizá pronto haya que hacer también rogativas para que las dos ciudades autónomas del otro lado del Estrecho no caigan en manos de Mohamed. El opinatero de El Mundo Fernando Palmero cree que Sánchez ya se las está envolviendo en papel de regalo: "La duda es si Sánchez, que actúa de espaldas al Congreso y a su propio Gobierno, estará dispuesto también a entregar Ceuta y Melilla. Porque entonces, no estaríamos sólo ante una rendición histórica, sino ante el inicio del fin del Estado".
Palmero no es el único que agita el espantajo. También lo hace Mayte Alcaraz en El Debate: "Descubierto el enredo y la felonía reciente, Argelia le ha retirado el saludo y el gas a Sánchez, y con él a todos nosotros, y vete tú a saber si Mohamed, vista la debilidad del casanova, no termina pidiéndole hasta el rosario de su madre, es decir, Ceuta y Melilla".
El arriquitaun-taun-taun de Sánchez respecto al Sáhara tiene encendido al normalmente flemático José María Carrascal. Vean qué soplamocos le calza hoy en su columna de ABC: "Estamos ante un cara, un jeta, capaz de cambiar de bando u opinión en 24 horas, sin dejar de sonreír a los hombres y de besar castamente a las mujeres, convencido de que se lo agradecen dado lo guapo que es, que lo es mucho. Aunque es de lo único de lo que puede presumir. Lo malo es que se cree, además, inteligente. Pero a la ignorancia de Zapatero, añade una osadía sin límites, cualidades que separadas pueden disculparse pero que juntas resultan catastróficas. A la ignorancia de Zapatero".
Y ahora, algo completamente diferente. Una de velocidad y tocino. Atentos a esta frase de Miquel Giménez en Vozpópuli: "El fallecimiento de Luis Roldán debería abrir un debate necesario: el del patriotismo". Y, efectivamente, el tipo se lanza a abrir el debate consigo mismo. Es, claro, una excusa para atizar a sus pimpampunes favoritos: "Tampoco lo serían bajo su óptica esos autoproclamados patriotas locales como Puigdemont, Torra, Otegui o Borrás. Incluyo a estos y a sus adláteres también en el mismo epígrafe, el de mercenarios, puesto que el patriotismo siempre es desinteresado y jamás puede esperar obtener beneficio personal alguno ni privilegio, y ya no digamos el siempre ruín objetivo pecuniario. Mezclar dinero y patriotismo es, además de un oxímoron, indecente y amoral". Él se lo guisa, es lo trajina.
Termino con una nueva defensa de la comisaria destituida por decir que a algunas mujeres "ya les gustaría que las violase un antidisturbios". Esta vez firma Rebeca Argudo en El Español: "¿Quién establece el límite entre lo decoroso y honrado y aquello inaceptable e indecente? ¿Dónde marcará la línea que delimite lo que podemos manifestar en voz alta y lo que no y basándose en qué razones? ¿Es posible hacer eso amparando la particular sensibilidad y tolerancia de todos y cada uno de nosotros?". La otra pregunta es si de verdad la columnista no es capaz de distinguir si las palabras de la comisario son decorosas y honradas o inaceptables e indecentes.