Es 8-M, deposite su consigna aquí. "Feministas, las ucranianas", corre a hacerlo Isabel San Sebastián en ABC. Si hasta en una de las convocatorias oficiales se ha hecho, era inevitable que también en Diestralandia se mezclaran las bombas con la conmemoración y se aventaran proclamas como estas: "Si conociera el decoro y atisbara remotamente lo que supone el auténtico feminismo, Irene Montero y su corte celebrarían este 8-M cuadrándose ante las patriotas que han empuñado el fusil y se han unido a sus compañeros para frenar a los tanques de Putin. Tributándoles el homenaje que merece su conducta heroica. Poniéndose a su disposición y ofreciéndoles su ayuda. Esas guerreras (que no 'soldadas', como escriben algunos en 'lenguaje inclusivo' haciendo mangas y capirotes del diccionario de la RAE) sí que ejercen de feministas a la hora de la verdad".
En El Mundo, Arcadi Espada, uno de los máximos representantes de la prosa testosterónica, va también por lo de guerra y el día. Y ya de paso, remata la faenilla con una falsedad histórica de su invención: "El lema con el que las epifenómenas deberían desfilar por las calles es del tipo ¿La guerra? Bah. O The war meh para usar el seco y casi siempre feliz laconismo de la lengua inglesa. Algo similar a lo que pensaban los nacionalistas catalanes o vascos en 1936: no es asunto nuestro". Le recomendaríamos que estudie. La pena es que ha estudiado y sabe que no es así. Le cuadra mejor la mentira.
Para Miquel Giménez, el 8-M es el día de su cumpleaños y se regala a sí mismo un despendole de letras nostálgicas. De hecho, tan nostálgicas que recuerdan a aquello de Mayor Oreja sobre el franquismo como una época de enorme placidez. Esta es la versión de Giménez en Vozpópuli: "Hace sesenta y tres años las personas circulaban tranquilamente a cualquier hora del día, la gente trabajaba como burros, sin conocer lo que eran vacaciones ni fiestas ni puentes, pero gracias a eso las familias humildes se podían comprar un 600, un piso en propiedad e incluso una segunda residencia".
La vuelta no vuelta del emérito
Hablando de cosas para celebrar, la carta del emérito anunciando que se queda en el Golfo pero que ya se dará algún rule que otro por su antiguo reino tiene despistados a los amanuenses de la corte. ¿Era eso lo que querían? El editorialista de ABC finge que sí: "En consecuencia, y así lo viene reiterando ABC, el 'destierro' que se impuso Don Juan Carlos para no perjudicar más a la Corona debe concluir. Y aunque su retorno a España no sea inminente, debía producirse antes o después. Era una necesidad, y no solo para los 'juancarlistas' de fidelidad absoluta, sino para la propia monarquía parlamentaria".
En La Razón, José María Marco no entra en si sí o si no, pero aprovecha el viaje para soltar el lametón reglamentario: "Don Juan Carlos pone un espejo delante de la sociedad española. Y el espejo refleja todo lo realizado por los españoles que, bajo el liderazgo de su Rey de entonces, supieron realizar, como la reconciliación, la Transición, la negociación de la Constitución, la apertura y la modernización, así como el enorme avance en la prosperidad. También refleja, como es natural -y también por eso Don Juan Carlos es un gran Rey, uno que define toda una época- aquello que nos gusta menos".
Última hora: Rusia está perdiendo la guerra. Si les suena grotesco, esperen a ver el motivo que le hace sostener tal ilusión al columnero de El Debate Ramón Pérez-Maura. Nada menos que la decisión del alcalde Almeida de bautizar un trozo de una rotonda con el nombre de Zelenski. Se lo juro: "Es un grano de arena en un desierto. Pero quizá un grano muy revelador. Es una muestra más de la inmensa derrota que está padeciendo Rusia en esta guerra en la que se ha metido por propia voluntad".
Una guerra que, según sostiene Cristian Campos en El Español se la están financiando a Putin los verdes. "Las bombas rusas las ha pagado el ecologismo", titula la pieza en la que señala a los que considera culpables de la invasión de Ucrania: "¿Qué pensaban que iba a ocurrir cuando esas novelerías adolescentes de huertos urbanos en los Campos Elíseos, bibicletas en la M-30 y la conversión de la industria metalúrgica alemana en clínicas de transición de género se toparan con la realidad?".