El mismo día en que vimos al sucesor del Campechano rozándose con la plebe (poquita) en un autobús, varios partidos republicanos osaron pedir que se elimine el título de rey y todas sus prerrogativas. Nada que se ni medianamente posible con la actual e irreformable Constitución. ¡Pero hasta ahí podíamos llegar!
"El Rey, estación término en la guerra contra el 78", encabeza Julio Valdeón un correoso texto en el que se lía a guantazos con los disolventes y glosa las virtudes sin fin del orden establecido. "La guerra contra España, contra la monarquía constitucional, infinita mente más republicana, por anti despótica, que cualquiera de las taifas bananeras maceradas en la lengua y la etnia con las que babean nuestros confederados, conoce una estación término en la batalla contra la Casa Real, reconocida como uno de los últimos baluartes de las libertades", pontifica el atizador de La Razón.
Ramón Pérez Maura, que más que monárquico es cortesano de los de lumbago por tanta genuflexión, se pilla el mismo rebote en El Debate: "No hacía falta ser el director de la CIA para advertir que con esa ley se estaba preparando lo que ayer ocurrió con el Congreso de los Diputados: que en la mal llamada «Ley de Memoria Democrática» partidos sin los que el Sanchismo-Leninismo caería de un día para otro, (ERC, Bildu, JxC, PdeCat, CUP y BNG, lo mejor de cada casa) han decidido suprimir el título de Rey de España. Quieren la república y no van a parar". ¿Qué narices van a querer partidos republicanos?
Bueno, paren un momento. No contesten lo anterior, porque Miquel Giménez defiende en Vozpópuli una curiosa teoría. Resulta que esas formaciones que ayer pidieron la eliminación del título de rey funcionan como monarquías: "Que esto lo digan los golpistas de Junqueras, los filo etarras, los del BNG, los cupaires, los del PDeCAT y los de Junts es, y perdonen la expresión, el cáguense. Porque no hay formaciones políticas más parecidas a la monarquía absoluta que estas, sumadas a los partidos comunistas. O ya me dirán si cuando habla Puigdemont los separatistas no bajan la cabeza y dicen amén, o cuando lo hace Otegui todos aplauden entusiásticamente. Monarquías son, porque nadie discute al monarca absolutista su derecho divino a reinar sobre los súbditos de su particular reino".
Apología de la testosterona
El epígrafe que ven sobre estas líneas no es una exageración mía. Es el título de una columna firmada por Santiago Navajas. El autor abronca a Cayetana Álvarez de Toledo por haber calificado como testosterónico a Teodoro García Egea y termina glosando a tres hombres de verdad: "Necesitamos más protagonistas testosterónicos que dirijan su fortaleza y agresividad contra el mal y la opresión. Al igual que Gustavo Bueno, también Federico Jiménez Losantos y Arcadi Espada se caracterizan por su testosterónico carácter, que les hace inmunes a los que avisan silencio y amenazan miedo". Menudos referentes.
Como si quisiera alimentar esa condición de macho rancio, el arriba citado Arcadi Espada desliza hoy mismo esta frase puramente misógina: "La novedad no está en esas periodistas que insinúan, con la habitual irresponsabilidad de su género, que en el armario de Ayuso puede haber algo que la arruine". Olviden a Ayuso y su armario. Quédense con lo de la "habitual irresponsabilidad de su género".
Y por asociación de ideas, antes de bajar por hoy la persiana, les dejo con José María Marco dando lecciones sobre feminismo en La Razón: "Este nuevo feminismo, por tanto, no trata ya de igualdad, ni de compasión, ni de unión social. Propone un libertarianismo radical (que sus promotores, curiosamente, no encuentran incompatible con fantasías comunistas) pero que encaja perfectamente con el nuevo mundo en el que empezamos a vivir. Un mundo que niega cualquier diferencia entre hombres y mujeres para hacer triunfar un modo de vida cada vez más abstracto, ajeno a las emociones, a los lazos, a la necesaria interdependencia de los seres humanos". Reténgalo, que les cae en el próximo examen.