Como yo también me dedico al poco noble arte del opineteo, envidio el rostro marmóreo de mis colegas capaces de pontificar con idéntico desparpajo sobre una medida de Sánchez, una tragedia aérea o ferroviaria, unas inundaciones o, como es el caso, la erupción de un volcán en La Palma. Se harán notar más en las teles y en las radios, pero prepárense también los medios escritos para un desfile de vulcanólogos de wikipedia,

Como el reventón ha caído en domingo, con los expertos en todo de libranza, hoy todavía es pronto. Pero ya hemos inaugurado el casillero, con un gol de Francisco Marhuenda en La Razón. Así nos ilustra el sabio en montañas flamígeras: "Las ciudades romanas de Pompeya y Herculano, sepultadas por las erupciones del Vesubio en el año 79 d. C., fueron una gran tragedia, pero una bendición para los arqueólogos. La devastadora erupción de la isla egea de Thera, la actual Santorini, en el año 1600 a. C., supuso un cambio climático y fue una de las mayores de la Historia. Tuvo un impacto brutal en la zona oriental del Mediterráneo arrasando comunidades y áreas agrícolas en las islas cercanas y la costa de Creta con los subsiguientes terremotos y tsunamis".

Lo gracioso es que el sabio pardo nos había informado unas líneas antes de que solo conocía los volcanes por la tele y el cine. Con mayor conocimiento de causa, pues le tocó cubrir hace medio siglo la erupción del Teneguía, Raúl del Pozo tira de lírica en El Mundo: "Cuando estallan las entrañas de la tierra y una montaña vomita fuego salen de estampida los buitres y la naturaleza adquiere el movimiento del Génesis o del Big Bang".

En El Español de Pedro J. Ramírez, el editorialista (probablemente, él mismo) se viste de lagarterana, pero consigue llenar nueve párrafos de comodín en comodín: "Las imágenes que llegan hasta la península, pues, ponen el cuerpo en guardia y certifican la vulnerabilidad de la humanidad ante una naturaleza inclemente. Pero es precisamente tras la materialización del desastre, tras el rugido del volcán, cuando se evidencia la importancia de un Estado volcado con sus ciudadanos y armado a conciencia para darle respuesta".

Jiménez Losantos opina sin saber

No, lo de arriba no va de la erupción del volcán de La Palma, sino del otro asunto que nos sigue dando pisto a los columneros: los actos de Arrasate del pasado sábado. Sobre la convocatoria, desconvocatoria y reconvocatoria de Sare se puede opinar cualquier cosa. Lo mínimo que cabe exigir es saber de qué iba el evento. Es obvio que Federico Jiménez Losantos no tiene ni la menor idea. Atención al patinazo en su filípica de Libertad Digital: "El favor que la Audiencia Nacional, tribunal especial para la lucha contra el terrorismo, o por eso cobran los que allí trabajan, ha hecho al Gobierno es no impedir el homenaje a Henry Parot que se preparaba en Mondragón tras ser puesto en libertad por Marlaska y Sánchez". Pues no, Maese Federico, el tal Parot sigue en el trullo. Es lo que tiene escribir de oídas.

El mismo asunto sirve en ABC para el lucimiento de un amanuense menor que atiende por Jesús Nieto Jurado. Lean y digan jajá: "Todo es bueno para el convento, sacar la txalaparta y que los chavales, peinados con hacha y chándales Quechua, se socialicen y arrimen cebolleta, que es innegable que eso del cortejo y el fornicio, lo normal de la sana juventud, es como un milagro cruzando el Ebro por Miranda. Dicen que ETA nació en un seminario, pero en la Vascongada profunda, la romería del pueblo es casi siempre a un etarra".

También en el vetusto diario, Juan Manuel De Prada (cada vez peor de lo suyo) imparte doctrina tirando del acto del sábado: "Pues nuestra democracia considera que las ideas de Parot son perfectamente legítimas, aunque el método que empleaba para llevarlas a cabo fuese «equivocado». El régimen del 78 ha aceptado en el seno del «consenso democrático» a quienes postulan la disolución de la comunidad política, con tal de que renuncien a la violencia; los ha acogido amorosamente en las instituciones, los ha sufragado rumbosamente, los ha integrado en las más altas decisiones del Estado. Y, al aceptar esta aberración filosófica, jurídica y moral, el régimen del 78 se convierte en una maquinaria nihilista".

La guinda la pone Miquel Giménez desde su balcón de las soflamillas en Vózpuli. Atando cabos, el suspicaz Giménez desliza que la manifestación homófoba de Chueca a lo mejor no era cosa de auténticos nazis: "¿Abrieron los Telediario este domingo con Parot, los filo etarras y Mondragón? No. Lo hicieron con unos nazis homófobos. Qué casualidad. Con la manifestación de Madrid podía taparse perfectamente lo de Parot, que no ha sido más que el enésimo enjuague que el Gobierno de Sánchez hace a los bilduetarras con tal de asegurarse sus votos?". La conspiranoia que no cesa.