El rastreo forma parte de la filosofía de vida de la familia Gómez Troya, que desde hace tres años residen en el valle de Egüés. La pasión de Fernando Gómez por “los bichos y la naturaleza” comenzó en la Escuela de Guardas Forestales de Coca. Este segoviano ejerció durante nueve años como bombero forestal y después de dar el salto a la UME, la Unidad Militar de Emergencias, decidió dejar su trabajo para dar rienda suelta a su afición por el rastreo. Desde 2010 se dedica profesionalmente a ello junto a su mujer, Paloma Troya, que es profesora de formación profesional en la rama de ciencias ambientales, y su hija Elvia, de 10 años, que les ayuda en sus labores de rastreo.
Juntos forman un equipo estupendo y están deseando elegir nuevo destino del planeta para poder vivir una nueva aventura juntos, como la que han vivieron las pasadas navidades en Tanzania, donde convivieron con las tribus de la zona para ver cómo es su día a día.
¿Cuándo descubriste el rastreo, Fernando?
Fernando Gómez: Fue en el año 2004 cuando empecé con esta afición. Toda la vida he sido un ‘bichero’ y un loco de la naturaleza, pero en 2004 empecé con el tema de las huellas y rastros, en 2008 ya me enganché más y en 2010 decidí dejar mi puesto en la UME y montar mi propia marca, Serafo - Servicios de Rastreo Forestal. A día de hoy no realizo sólo rastreo de huellas y rastros, sino también de entornos, como desiertos, selvas, manglares, bosques tropicales o zonas glaciares, en contacto con las etnias que viven en cada uno de estos lugares y me he especializado en labores de rastreo relacionadas con la educación, la conservación y la divulgación, que son los tres pilares con los que trabajo, pero tratando de abarcar temas relacionados con la protección de fauna, el trabajo de concienciación ambiental con niños, la búsqueda de especies peligrosas, investigación… de todo.
“El rastreo era mi afición y se ha convertido en mi profesión, pero es que además tengo la suerte de practicarla en familia”
Es curioso porque es vuestra afición, el rastreo, lo que hizo que Paloma y tú os conocierais…
Paloma Troya: Sí. De hecho, a Fernando lo conocí por el rastreo. Yo, siendo profesora de la escuela en la que estaba, de la Agroforestal de Pamplona, acudí a un curso como alumna que había en Madrid y él curiosamente era el que impartía parte de ese curso y fue ahí nuestra primera toma de contacto. Luego el resto, pasó el tiempo…
Fernando: Era mi primer curso como instructor de rastreo.
Paloma: Sí, es verdad… Al final Elvia nos ha salido rastreadora porque no le ha quedado más remedio (risas). Tiene tiempo de ser peluquera, de ser gogó o mil cosas más, pero de momento no le queda más remedio que seguir con nosotros.
¿Formáis los tres un buen equipo, no?
Fernando: Sí. Paloma es más de estudios técnicos y yo más trabajo de campo. Y durante estos dos años hemos fusionado nuestros conocimientos para salir al campo juntos y ahora esos roles nos los repartimos muy bien. Y la niña nos ayuda mucho.
Paloma: Y luego depende también un poco de la forma de ser de cada uno. Fernando es muy cañero, de mucha actividad, y yo soy más medida, más controladora.
Fernando: En todo lo que sea investigar es mejor ella que yo y yo el seguimiento más agresivo, más rápido, lo hago mejor. Y la niña lo bueno que tiene es que es una mezcla de los dos.
Paloma: Y, por supuesto, siempre tiramos de especialistas locales en determinadas especies.
¿Y cómo se vive con unos padres rastreadores, Elvia?
Elvia Gómez Troya: Para mí es muy especial tener unos padres así y me siento muy afortunada porque es una oportunidad para hacer cosas distintas. Yo me siento rastreadora también porque me encanta la naturaleza y los animales y voy con ellos a rastrear los fines de semana.
“Nuestra hija Elvia y yo nos adaptamos a los viajes de Fernando cuando tenemos vacaciones nosotras”
¿Y qué otras aficiones tienes?
Elvia: A mí me gusta el baile. Entre semana al salir de clase me voy a baile.
Paloma: Va a la academia de baile Breathless, en Pamplona, y allí aprende bailes urbanos.
Elvia: Sí. Hago hip hop, popping y break dance.
Fernando: Empezó hace tres o cuatro años y le viene muy bien porque descarga adrenalina.
¿Y vosotros? ¿Qué ‘hobbies’ tenéis además del rastreo?
Paloma: A mí me encantaría tener tiempo para el baile, pero desde que Elvia apareció en mi vida mi tiempo ha disminuido bastante. Me gusta dibujar y de joven hice mis pinitos dibujando, pero hace mucho ya que no dibujo…
Fernando: Bueno, no mientas, que todas las huellas de los animales las dibuja tú.
Paloma: Sí y lo que me gusta también mucho es escribir, de ahí que tengamos varios libros publicados sobre rastreo, algunos son cuentos para niños, y así compagino mi necesidad de compartir cosas con la divulgación y difundir valores, etc.
Fernando: De aficiones yo he de decir que mi vida ha cambiado desde que me dedico al rastreo porque implica que me tengo que preparar mucho física y mentalmente. Me gustan los deportes de contacto y he practicado diversas artes marciales, pero también he hecho espeleología, escalada, paracaidismo, piragua, bicicleta de montaña, exploración, cuevas… Y, por otro lado, leo mucho.
Paloma: Sí. En los últimos doce años habremos comprado unos 2.000 libros y nos hemos creado nuestra propia biblioteca.
Elvia: No nos entran todos y todavía tenemos unos cuantos metidos en cajas (sonríe).
Todas las semanas recomendamos dos libros, ¿cuáles elegiríais vosotros?
Fernando: Pues cada uno tiene sus gustos, pero eso sí, nos intercambiamos los libros.
Elvia: A mí me gustan los de geografía, cultura, etnias…, pero sobre todo, como me apasiona el mar, estudio sus animales y a gente que hace cosas en el mar. Me estoy leyendo ‘Cuentos de buenas noches para niñas rebeldes’; ‘El libro de los enigmas de Sherlock Holmes’, del Dr. Jhon Watson; y ‘Los libros de Onin’, de Ibon Martín.
Fernando: Y de entre todos los que hemos publicado nosotros, su favorito es ‘Elvia la rastreadora: tras las huellas de los renos de Papá Noel’ (sonríe).
Todos: (Risas).
Paloma: Yo estoy leyendo ahora ‘Las reinas de África: Viajeras y exploradoras por el continente negro’, de Cristina Morató. Y recomendaría ‘Atrapados en el hielo: La legendaria expedición a la Antártida de Shackleton’, de Caroline Alexander; ‘La vida privada de las plantas’, de David Attenborough; y ‘Botánica mágica y misteriosa’, de José Antonio López Saez.
Fernando: Son cientos los libros que leo cada año, pero por recomendar alguno que me haya gustado mucho diría ‘Nacidos para correr’, de Christopher McDougall; ‘Por el territorio del Ussuri’, de Vladimir Arseniev; ‘Búhos de los hielos del este’, de Jonathan C. Slaght; y también recomiendo ‘Imágenes de los nativos americanos’, de Edward S. Curtis.
¿Y de música?
Elvia: A mí me gusta Dj Miss Monique, como a mi padre.
Fernando: Sí, y las sesiones de Dj Tiësto. Nos gusta a los dos el deep house y sus variedades.
Elvia: Pero luego a mí me gusta la música de la radio, los éxitos de los 40 Principales o Europa Fm y mis cantantes preferidos son Shakira, Rosa Linn, Katy Perry o Ariana Grande, pero también disfruto mucho de las músicas tradicionales de otros países y de los sonidos de la naturaleza.
Fernando: Y mis gustos también engloban las BSO de películas de acción y aventura ‘La Roca’, ‘Contacto Sangriento’, ‘A todo Gas’, ‘Gladiator’ o ‘El último mohicano’, que forman parte de mi lista de preferidas. Y algo muy diferente son los discos de música ritual de los indios norteamericanos (sonríe).
Paloma: A mí me gusta todo tipo de música actual. Hace mucho tiempo que no elijo la música que se oye a mi alrededor, porque afortunadamente casi toda la que se pone en casa o en el coche me gusta (sonríe).
¿Viajar es algo ligado al rastreo, verdad?
Fernando: Sí y nos encanta viajar. Lo más curioso es que mi ilusión siempre había sido viajar por todo el mundo y hasta los 27 no he salido, pero ahora que tengo 40 he estado ya en 32 países.
Paloma: Sí, viajamos mucho, pero sobre todo Fernando. Ahora acaba de regresar de Costa Rica, donde ha estado en un Parque Nacional Guanacaste para rastrear jaguares. Y en junio tiene una expedición al Amazonas para ir con los kichwa.
Elvia: Nosotras nos adaptamos a sus planes en las vacaciones que tenemos en el cole y en el trabajo.
Paloma: Así es. Yo, además, he de decir que tengo un pasado como cooperante. Estuve cooperando nueve veranos en Pakistán, un sitio muy intenso y que me trastocó mucho mentalmente. Y parte de esa transformación mental que sufrí al ser consciente de que era afortunada de haber nacido en otras zonas geográficas que no eran ésas, se la quise transmitir a Elvia. Y esa ha sido una de las causas de que hayamos ido este verano a la África profunda, no de vacaciones de safari, sino para vivir el día a día con la gente de allí sin recursos.
Elvia: A raíz de estar allí yo he empezado a aprender suajili porque quiero volver.
¿Y es muy difícil el suajili?
Elvia: Cuesta su tiempo, pero es como todo. Si estudias vas aprendiendo poco a poco. Me he descargado una aplicación en el móvil para escribir y hablar y además mis padres me compraron allí un diccionario de inglés-suajili y le estoy dando mucha caña (risas).
¿Y qué otros idiomas hablas, Elvia?
Elvia: Inglés y español. Ah y en su día aprendí lengua de signos y el idioma del rastreo para entender a los animales.
¿Y vosotros?
Paloma: Nosotros suajili como que no hemos aprendido (risas). Cuatro o cinco palabras y ya…
Fernando: Y Paloma en inglés bien, pero yo… (risas).
Paloma: Bueno, mi inglés es el de EGB (sonríe), que es bastante salchichero, pero nos ha dado de sí como para viajar por más de treinta países y desenvolvernos más o menos coherentemente. De hecho, la elección de que Elvia fuese a Lorenzo Goicoa fue que es un colegio bilingüe en inglés y en castellano porque yo ya me di cuenta de que a pesar de estudiar en academia es necesario escuchar el inglés constantemente porque si no no te entra en la cabeza o al menos en mi cabeza no entró (risas) y en la de Fernando creo que tampoco. Y lo bueno es que Elvia ha llegado a África por ejemplo y se ha soltado allí y con todo el mundo que se encontraba era capaz de desenvolverse en inglés perfectamente, pero fue a ella a la que le quedó la espinita de que la gente de las tribus el inglés no lo dominaba.
Fernando: Algo que me gusta mucho del rastreo es que es mi afición, mi profesión y además la practico en familia y cuando vamos a sitios donde hombres y mujeres tienen unos roles muy diferentes y trabajan separados, como en África, por ejemplo, yo voy con mis chicas, que patean doce horas por el monte como los hombres y comen como ellos y se quedan sorprendidos de lo que puede hacer una mujer y una niña.
Lleváis ya seis años viviendo en Navarra, los últimos tres en Egüés, ¿qué planes recomendáis a quienes quieran venir de visita a esta zona?
Fernando: Pues justo ahora estamos a punto de lanzar la ‘Guía de rastros del valle de Egüés’, donde hemos explorado todo este entorno y recorremos su historia a través de los rastros de los animales (sonríe). La calidad del valle de Egüés está principalmente en su paisaje y aunque es un gran corredor de animales, no es el lugar ideal para ver huellas porque la diversidad que hay no deja verlas, pero es un sitio muy bonito para pasear y disfrutar de sus sonidos, olores y sus paisajes.
Paloma: El paisaje protegido de Elía o en la balsa de Escoriz-Zolina, un cacho de la orilla también es el del valle de Egüés, y ése sí que sería un espacio acuático con huellas en la orilla, pero también cualquiera de los caminos de los pinares que hay en el valle son lugares maravillosos para ver el paisaje y escuchar todo tipo de pájaros, como péndulos, pintones, herrerillos, carboneros, o pequeños búhos porque está todo lleno de animales.
Fernando: Por la noche puedes escuchar lechuzas… Y es que aunque está cerca de Pamplona, tiene muchas aves. También se mueven jabalíes, corzos, zorros, jinetas… pero es muy complicado verlos porque es un sitio donde es difícil que dejen registros de haber pasado.
Elvia: Al levantarte tienes el sonido de los estorninos, que imitan a otros pájaros, a la abubilla y ves a los mirlos que les ves en los jardines haciendo sus chasquidos.
Fernando: Una costumbre muy llamativa de las urracas y de las cornejas es que vienen aquí al pueblo a coger nueces y las entierran en los campos de cultivo para hacerse sus propias despensas (sonríe). Y hacia el monte, ves arrendajos, por ejemplo, que tienen unas plumas azules muy bonitas.
Y a ti, Elvia, ¿qué es lo que más te gusta de vivir aquí en Egüés?
Elvia: A mí los vecinos, porque nos han acogido muy bien (sonríe). La gente aquí es muy educada y muy amable, todos te saludan.
Paloma: Aquí, además, se hace vida de pueblo, hay gente en el txoko, en la iglesia….
Elvia: Y tomar algo en la puerta de Gastronomía Navarra es una maravilla.
Paloma: Elvia está encantada, porque se pasa las horas libres en la plazoleta con las amigas, los vecinos y quien se quede a jugar… Se crea una cuadrilla maja y aquí existe la tranquilidad que no tienes en las ciudades.
¿Cuál es el sueño que os queda por cumplir?
Fernando: Yo ya he cumplido mi sueño. Siempre he leído mucho sobre los indios apaches y quería conocerles. Y con los años no sólo terminé conociéndolos, sino que terminé yendo a hacer un curso con ellos, porque nos becaron a Paloma y a mí para ir a Estados Unidos y luego me invitaron a regresar para trabajar con ellos en la protección del ciervo mula. Es decir, que pasé de soñar con los apaches desde pequeño a terminar protegiendo su reserva con ellos, dándoles clases de rastreo y haciendo una hermandad con ellos, como si fuera un apache blanco.
Paloma: Guarda como oro en paño la corbata de Jicarilla Apache que le dieron como agradecimiento. (Fernando nos enseña algunas de las fotos de sus vivencias).
Fernando: Mi sueño ahora sería irme a vivir a una zona salvaje de África, como Tanzania o Zambia, con mi familia.
Paloma: Nos gustaría proteger la vida salvaje y evitar el furtivismo.
Fernando: Y creo que sería muy interesante también hacer educación ambiental con los niños en África para que no se pierda el rastreo, porque es un idioma que se está perdiendo totalmente y quedan muy pocas comunidades indígenas que lo utilizan a día de hoy.
¿Y si os preguntase por un capricho que os gustaría daros? ¿Algo que os gustaría conseguir?
Fernando: A mí me encantaría conseguir un molde con la huella de Bigfoot que hubiese encontrado rastreándolo en las montañas del Parque Nacional Olympic de Washington. Es algo por lo que tengo mucha curiosidad por saber si existe de verdad o no, ya que hay expertos que aseguran que existe.
Paloma: ¡Yo me apuntaría a ese plan (risas)! Pero a mí me gustaría ver en directo esos paisajes con los que he crecido desde pequeña, que estaba enganchada a los documentales de La 2 y la BBC. Me encantaría ver de cerca a todos esos animales. Tienen que ser espectaculares. Para que os hagáis una idea aluciné con las hormigas cortahojas de Ecuador o con los colibríes que me rodearon en Nuevo México. Parecían una auténtica nube de hadas. También sería feliz contemplando cómo un escarabajo pelotero mueve una bola de caca de elefante… (risas) ¡Es que me alucinan esas cosas!
Elvia: Y a mí me encanta todo lo relacionado con el mar, pero creo que lo que más me gustaría ver ahora sería a un guepardo cazando a un antílope.
Y por último, ¿si tuvieseis la oportunidad de vivir una vida más, qué vida elegiríais?
Elvia: A mí me gustaría conocer a Laura Madrueño, que además de ser presentadora del tiempo, es submarinista. Me encanta su libro ‘Somos agua’. De hecho mi sueño sería ser más mayor para poder bucear con bombona. Me gustaría sumergirme en el Cabo de Palos.
Fernando: Pues a mí me hubiese gustado ser cazador en el Paeolítico para conocer de primera mano las técnicas primitivas del rastreo.
Paloma: Y a mí me encantaría conocer al científico David Attenbourough, que era un equivalente a nuestro Félix Rodríguez de la Fuente. Fue gracias a él que me picó el gusanillo de la naturaleza.
Fernando Gómez
Rastreador
Natural de Segovia, tiene 40 años y es guarda forestal de formación, aunque ha trabajado como bombero forestal. Toda la vida ha sido “un ‘bichero’ y un loco de la naturaleza” pero en 2004 empezó con su afición por las huellas y los rastros y poco a poco fue formándose en este área hasta que en 2010 decidió dejar su puesto en la UME para montar su propia marca, Serafo - Servicios de Rastreo Forestal. Conoció a su mujer, Paloma Troya, impartiendo un curso de rastreo.
Paloma Troya
Profesora
Procedente de Logroño, tiene 50 años. Estudió Ingeniería Técnica Agrícola y posteriormente Ciencias Ambientales. Se trasladó a Pamplona para trabajar como profesora de FP en la rama medioambiental, donde lleva trabajando los últimos años, si bien ha hecho un alto en el camino y en estos momentos forma parte del Departamento de Medioambiente del Gobierno de Navarra. Dice llevar la vocación de rastreadora en la sangre, como su marido, Fernando Gómez, algo que han inculcado a su hija Elvia, de diez años.