Federico García Lorca hablaba así del otoño: "La tarde equivocada se vistió de frío. / Detrás de los cristales turbios, todos los niños ven convertirse en pájaros un árbol amarillo. / La tarde está tendida a lo largo del río. / Y un rubor de manzana tiembla en los tejadillos". Además del poeta universal granadino, otro que glosaba las carencias y virtudes de la estación más nostálgica de todas era Miguel Hernández, símbolo de la Generación del 27: "Ya el otoño frunce su tul de hojarasca sobre el suelo /, y en vuelo repentino, la noche atropella la luz /. Todo es crepúsculo, señoreando en mi corazón /. Hoy no queda en el cielo ni un remanso de azul /. Qué pena de día sin sol /. Qué melancolía de luna tan pálida y sola, / ay qué frío y ay qué dolor".

El otoño, y el invierno ya ni cotiza, carece del entusiasmo de los meses más soleados y cálidos del año. A veces uno tiene la sensación de que octubre, noviembre o marzo no existen, como si la mitad del calendario se hubiera arrancado de cuajo y tuviéramos que vivir por decreto en un verano infinito donde se junta lo bello y se vive plenamente. Nos lo recuerda Iñigo Domínguez en su libro 'Polo de Limón' (Libros del KO, 2020): decimos feliz verano o feliz año nuevo, pero ni se nos ocurre celebrar la llegada del frío, las benditas lluvias y los días acortados repentinamente en el mes septiembre. 

Al mismo tiempo, qué difícil resulta superar la colorida primavera. En Japón tienen el 'hanani', donde disfrutan de la tradición de juntarse bajo los primeros cerezos en flor de la temporada. No se puede competir con las espectaculares imágenes en los parques de Tokio donde lugareños y turistas se arremolinan bajo árboles de pétalos rosados. El fenómeno natural marca el inicio de la estación primaveral. La gente saca sus móviles para inmortalizar la florida belleza de las plazas, parques y templos, hacerse selfies y subir los autorretratos a Instagram. 

El otoño y el invierno son otra cosa; menos llamativos, más sosegados y discretos. Pasan de refilón. Hay días en los que un sol tímido tiñe de amarillo los atardeceres y todo se vuelve de color ocre, en lo que parece un homenaje involuntario a la ciudad de Roma. De hecho, se usa una variante llamada 'ocre romano', inspirada en las viejas fachadas de la capital italiana. Las tardes oscuras, las lluvias intermitentes, las mañanas frescas… Al otoño-invierno no queda otro remedio que pillarle el punto; nada que ver con la alegría de vivir del verano. 

La naturaleza nos depara no pocas sorpresas. En esta época hostil tenemos la oportunidad de disfrutar de un amplio abanico de hermosas flores. Son bastante más floridas de lo que podríamos prever, alegran cualquier estancia de la casa y están preparadas para combatir el frío, el viento y la lluvia los meses más desapacibles del año.

Pensamiento 

Flor pensamiento. Pexels

Su nombre podría invitar a la reflexión, pero no es eso lo que las hace especiales. Son plantas muy apreciadas, con todo tipo de variedades, colores y tamaños de flor. Alcanzan su esplendor a finales de invierno y con la llegada del buen tiempo languidecen. Normalmente se les reconoce por su aspecto tricolor, aunque en la flor brilla con fuerza el color violeta. Un pensamiento... especialmente bonito.  

Caléndula

Flor caléndula. Pexels

También conocida como maravilla silvestre, su presencia es frecuente en la cuenca mediterránea y en los olivares a una altura inferior a 600 metros. Anaranjado y amarillo, tiene un aspecto muy compacto y extrañamente llamativo. Destaca por sus propiedades medicinales: se emplea para tratar roces y quemaduras leves por su capacidad de desinflamar y recuperar la piel. 

Lantana trifolia

Flor Lantana trifolia. Pexels

Una de las principales plantas con flores del otoño. Se recomienda sembrarla a final de la estación y así producirá flores agrupadas en ramilletes durante todo el invierno. La variedad cromática es uno de los sellos característicos del cariaquito morado o lantana trifolia: colores rojos, violetas, lavandas, blancos… Un poco de todo, aunque el centro de la flor suele tener un intenso manchón amarillento

Hortensia

Flor hortensia. Pexels

Esta popular y exuberante planta ornamental de origen asiático simboliza gratitud, gracia, belleza y abundancia. Su presencia es muy habitual en los parterres y jardines de nuestras ciudades prácticamente todo el año, ya que se amolda estupendamente a climas suaves y húmedos. Salvo desastre meteorológico, en septiembre y octubre la espectacular hortensia sigue viva y coleando.  

Flor de Pascua 

Flor de Pascua. Pexels

Una de las plantas estrellas del invierno y la flor por excelencia de La Navidad. Procedente de Latinoamérica, el reto consiste en que dure un poco más allá de los ajetreados días navideños. No es tarea fácil: necesita mucha luz, abundante agua y debe mantenerse alejada de las calefacciones, que están a pleno rendimiento durante este periodo del año. Mejor colocar la planta rojiza cerca de la ventana y, si se puede, alejada de las corrientes de aire.

Camelia

Flor camelia. Pexels

Otra típica planta de floración invernal que gracias a su colorido resulta idónea para decorar el interior de la casa. Si se tiene terraza o balcón, puede sacarse tranquilamente al exterior por su enorme capacidad para aguantar bajas temperaturas. Práctica y coqueta, florece desde diciembre a febrero y sus seguidores aseguran que alegra el invierno. También se usa como infusión: sus propiedades antioxidantes son aptas para pieles secas o dañadas.  

Crisantemo

Flor crisantemo. Pexels

Conocidas popularmente como margarita de otoño (el parecido puede llegar a ser más que evidente), florece a partir de mediados de septiembre y puede llegar con vida hasta diciembre. Fácil de mantener y especialmente resistente, se trata de una de las flores con mayor diversidad y formas, por lo que da mucho juego decorativo. En Japón se le venera: es una planta santa que para los nipones significa 'larga vida'. Los símbolos no se acaban ahí. El crisantemo es la flor más utilizada en los cementerios el Día de Todos los Santos.  

Tulipán

Flor tulipán. Pexels

La famosa flor bulbosa. El tulipán es mundialmente conocido por los jardines y campos holandeses, entre los que destaca el Keukenhof; millones de estas flores transforman el paisaje en un impresionante mosaico de color. Cada tonalidad tiene su propio significado: el rojo y el rosa se asocian principalmente al amor; el amarillo está relacionado con la amistad y la alegría; el blanco, tiene que ver con la pureza. Son románticos y elegantes, acierto seguro en caso de regalo. 

Ranúnculo

Flor ranúnculo. Pexels

Se siembran en otoño, florecen en invierno y se mantienen en flor prácticamente hasta el verano. Se parecen a algunos tipos de rosas y resulta de lo más común confundirlas. Los ranúnculos pueden tener flores blancas, amarillas, naranjas, rosas… Son muy coloridas y se han convertido en adornos fijos en fiestas y celebraciones. Tiene nombres alternativos: francesas, francesillas o marimoñas. Y ojo: estas flores son venenosas para los animales. Será mejor que las mascotas no merodeen por sus alrededores… 

Anémona

Flor anémona. Pexels

Otra flor que se suele confundir con facilidad, esta vez con las amapolas. De nuevo estamos ante una planta cargada de simbolismo y que en la Grecia Clásica ya era conocida como 'la hija del viento'. Muy solicitada por los paisajistas, de colores vivos y variados, hoy lo asociamos a un amor intenso pero frágil que puede verse amenazado en cualquier momento. 

La mayor subasta de flores del mundo

Las subastas que diariamente tienen lugar en Holanda marcan los precios de las flores y plantas que compramos en nuestros comercios. Así funciona. El mercado de Aalsmeer, en la provincia de Holanda septentrional, no muy lejos del aeropuerto de Ámsterdam, es el principal núcleo, el centro neurálgico del negocio de las flores. El país de los tulipanes es uno de los principales productores mundiales junto con EEUU, China, Japón e India. 

Aalsmeer, un municipio de 30.000 habitantes, acoge un gigantesco edificio-almacén equivalente a 50 campos de fútbol. Es el lugar en el que tiene lugar la puja que gestiona la mayor cooperativa de la industria, Royal Flora Holland, que cuenta con más de 4.000 socios y acumula una facturación millonaria que es la envidia del sector. La subasta está abierta al público los lunes, martes, miércoles y viernes, de 7 a 11 horas, y recomiendan con insistencia empezar la visita lo más temprano posible. A primera hora, la vida comercial bulle; luego se va desinflando poco a poco, según avanza la mañana y se han rascado los céntimos más preciados durante el regateo. 

El mercado de Aalsmeer es un gancho turístico más. La entrada cuesta nueve euros para los adultos y 6,50 euros para los niños de 4 a 11 años. Se ofrecen, además, visitas guiadas para grupos con un máximo de 25 personas. Un punto favorable es que el parking es gratuito. Mientras se camina por una galería y se llega a la sala de subastas, los visitantes pueden informarse del proceso de compra-venta y de su funcionamiento a través de los paneles desplegados en las paredes en un total de cuatro idiomas: inglés, holandés, francés y alemán. Por supuesto, los afortunados curiosos del mercado podrán ser testigos de una subasta real en riguroso directo.

"Cuanto antes llegues, más verás", subrayan sus organizadores, la cooperativa Royal Flora Holland. "Experimenta el ajetreo y el bullicio in situ, contempla las operaciones a contrarreloj de los comerciantes y alucina con la gran cantidad de impresionantes flores de más de 50 países que se compran y venden aquí a diario". Además de esta gran subasta, en Aalsmeer hay varios viveros y una estación experimental de la floricultura, lo que la convierten en la 'capital mundial de las flores'.