a sevillana Mónica Miró García ha dado muchas vueltas. Primero abrió su primera escuela de Hot Yoga (o Bikram) en Pozuelo de Alarcón, Madrid. Tras un viaje a Bali llegó un segundo centro de esta variante del yoga tradicional en Lanzarote y que se caracteriza por sus elevadas temperaturas. En Donostia, Miró ejerce de profesora de yoga con calor, una modalidad que hace tiempo dejó de ser una rareza. Una sesión de Bikram suele durar unos 90 minutos y se compone de 26 posturas y dos ejercicios de respiración. Así lo concibió su creador en los años 70, el hoy denostado Bikram Choudhury, aunque con el tiempo en algunos centros se ha depurado y perfeccionado la técnica con nuevos métodos. El ritmo de las clases suele ser alto y se pueden perder hasta 500 calorías por sesión. Sus defensores alegan que se mejora en la concentración, ayuda a tonificar y se gana flexibilidad y fuerza.
Con esta carta de presentación, en diciembre de 2017 abrió sus puertas “el primer centro Bikram” en Bilbao (Cosme Echevarrieta, 1), entre el Casco Viejo y el Museo Guggenheim. En la mayoría de nuestras ciudades es muy habitual encontrarse con escuelas o centros que ofrecen este tipo de yoga. Las poses más o menos sencillas se practican en una sala climatizada a unos 40 grados centígrados con una humedad del 40 o 50 por ciento, “idóneo para calentar los músculos”. Con el Bikram se suda a chorros y se potencia el lado físico. Según sus impulsores, mejora la calidad de vida a distintos niveles. “Se fortalecen los músculos y ayuda a eliminar los dolores de espalda y rodillas. Acaba con el insomnio y es un bálsamo relajante para desactivar la mente, ayudando a estar más en calma”.
El calor extremo no está hecho para todo el mundo, pero no es una ocurrencia que haya brotado por puro capricho. En realidad, así es cómo se emulan las altas presiones que soportan en La India, cuna de la milenaria disciplina. “Las posturas de yoga están pensadas para la temperatura en la India y los beneficios que provoca la vasodilatación por el calor. Lo que intentamos es reproducir esas condiciones”, añade Jonathan Martín, profesor y fundador de la empresa Bikram Yoga Spain, que cuenta con varias sedes (Madrid, Toledo, A Coruña) repartidas en la península. “El calor activa el metabolismo, responsable de la quema de grasa”, explican desde Californian Hot Yoga. “Mandamos sangre fresca a través de torniquetes y compresiones de los músculos a todas las partes del cuerpo” y, de esta manera, “se regula el sistema hormonal favoreciendo la pérdida de peso. Además, mantenemos vivas todas las glándulas y órganos del organismo para que funcione de manera óptima”.
En 2010, Zoe Louiese Hewett presentó un trabajo de unas cien páginas sobre los beneficios de un curso de 8 semanas de Bikram Yoga en la Universidad Estatal de Boise, Idaho. Aunque era consciente de sus “limitaciones”, la tesis incidía en las “importantes mejoras” que reporta esta actividad para la salud de las personas en un programa de mindfulness al que el propio Hewett había asistido. “Este estudio se puede utilizar como guía para futuras investigaciones relacionadas con el Bikram. Debido a sus hallazgos positivos, así como a los comentarios, también favorables, de los participantes, resulta necesario continuar investigando los efectos del Bikram y cómo puede aumentar la concentración y reducir el estrés y otras enfermedades asociadas”.
“No existen niveles. No importa la condición física, la edad o el género”, dicen en Bikram Yoga Spain, donde recuerdan que estamos ante una “forma de vida alternativa, en busca de en un cuerpo saludable, el cual nos permite estar en paz y listos para el crecimiento espiritual y la realización de la felicidad personal”. En realidad, esta subespecie de yoga se basa en el popular hatha yoga, que en sánscrito significa “disciplina de fuerza” y que a través de una serie de 26 posturas de las 84 posturas clásicas de Patanjali, considerado el padre del yoga, “se mueven sistemáticamente sangre fresca y oxigenada a todo el cuerpo”.
La pérdida de peso, que viene motivado por las altas temperaturas, es uno de los principales motivos que esgrimen en los centros para animarse a practicar Hot Yoga. “El calor ayuda a nuestro cuerpo a quemar la grasa más eficazmente, redistribuyéndola sobre la estructura muscular. Si te sobran kilos es normal bajar algunos centímetros en poco tiempo”, afirman en Bikram Yoga Spain, tesis a la que se suman desde otros espacios con parecidos argumentos. “Lo más interesante es que desaparece la tendencia a engordar y a retener líquido”, apuntan en Californian Hot Yoga. “El cuerpo funciona de manera óptima, cada parte hace su función y, sin querer, empiezas a ser más consciente de tu alimentación”.
Más allá de las malas artes que gastaba el padre del invento, la práctica de yoga a 40 grados ha generado debate fuera y dentro del mundillo yogui. En la revista digital Yoga en Red, referente del sector, reconocen que las dudas sobre su conveniencia y seguridad suelen ser habituales y califican de “preocupante” que algunos grandes centros de yoga de Estados Unidos y Canadá hayan llevado al límite la modalidad, hacinando a decenas de personas en un pequeño espacio soportando una humedad extrema y con tan “solo un profesor” a cargo del bienestar de sus alumnos. De todas formas, esa no es la tónica de los centros de nuestro entorno, que cuentan con clases más reducidas y están correctamente acondicionadas para una práctica segura.
Desde Yoga en Red recuerdan que basta con aplicar el sentido común para no correr riesgos innecesarios, sobre todo en el caso de personas que acaban de padecer una enfermedad o con los principiantes. “Si un médico le recomienda a su paciente que pruebe con el yoga después de un accidente o lesión, por supuesto que correría más riesgo si asiste a una clase de Power Hot Yoga practicada a 40 grados”, afirman. “En lugar de eso, debería aconsejarle hacer Yoga Terapia, Yoga Restaurativo, Yin o incluso Hatha, pues una clase de Hot Vinyasa de ritmo rápido agravaría aún más sus lesiones. Los principiantes deben informarse antes de unirse a una clase, sea Hot Yoga o no, y así determinar si la práctica que han elegido es adecuada para ellos”.
En 2015, un estudio de la Universidad de Wisconsin-La Crosse y respaldado por el Consejo del Ejercicio de Estados Unidos activó algunas alertas. Los autores del trabajo explicaban que los aumentos en la frecuencia cardiaca podían llegar a ser “alarmantes” en algunas posturas y desaconsejaban esta variedad de yoga a las personas que sufrían con las altas temperaturas, se mareaban fácilmente o que no hacían ejercicio físico con regularidad. Al final, no fue para tanto y terminaban con una serie de consejos básicos con el que mejorar la seguridad de las sesiones de Bikram: las duraciones de las clases debían ser algo más cortas, con una duración máxima de 60 minutos, apostaban por bajar algo la temperatura de la sala y subrayaban la importancia de una buena hidratación durante el ejercicio.
Las recomendaciones genéricas para cualquier práctica de yoga también son “perfectamente aplicables” en el caso del Hot Yoga, afirman los expertos consultados. “Los alumnos deben hidratarse antes, durante y después de la clase”, aseguran en Yoga en Red. “También es recomendable pasar a ritmos más enérgicos solo después de tener experiencia en clases más lentas y tranquilas. Siempre se debería contar con la buena orientación de un profesor de Hot Yoga”. No se debe tener miedo al calor. Al contrario. Durante miles de años se ha utilizado con fines terapéuticos, lo que hoy conocemos como termoterapia y se emplea aplicando calor en diferentes partes del cuerpo para rehabilitar músculos, aliviar la presión sanguínea, crear un efecto relajante y placentero... Por último, ¿a qué se debe su tirón popular? “El Hot Yoga es adictivo. Así de simple”, zanjan en el magazine.
“Nuestro hijo es instructor de yoga, una disciplina muy completa que hace tiempo que practica”
“Cuando me trasladé a Suecia descubrí los beneficios del
hot yoga”
“Descubrí el yoga cuando preparaba los exámenes en la biblioteca y después me enganché”