n Donostia nos esperan Markel Alberdi y Maier Saizar. Una joven pareja que se conoció hace poco más de dos años, justo antes de la pandemia. Aseguran que el confinamiento les “obligó” a vivir juntos, pese a llevar poco tiempo saliendo, pero creen que fue la mejor decisión que pudieron tomar ya que desde entonces, el exnadador olímpico eibarrés, ahora ingeniero mecánico, y la enfermera donostiarra, no se han separado y disfrutan del día a día en el piso de Maier, ya que como la cosa ha ido bien, Markel ha optado por alquilar el suyo, al que no piensa regresar, asegura.

Markel ha vivido la cara y la cruz del deporte de élite. Tocó el cielo con los Juegos de Río 2016, pero al mismo tiempo acumuló un desgaste mental que le obligó a retirarse e iniciar un entrenamiento más duro aún si cabe que prepararse para las Olimpiadas. Ha necesitado cinco años para volver a recuperar la estabilidad mental que perdió a causa de sus niveles de autoexigencia, presión y estrés. Ha dejado la ayuda profesional hace pocos meses y con el deseo de aportar su granito de arena en la visibilización de los problemas de salud mental, ha puesto en marcha un proyecto muy personal, ‘The Line’, donde aúna sus grande pasiones: la madera, la natación y la ingeniería.

Markel, hemos conocido tu proyecto de crowdfunding, en el que fomentas la salud mental a raíz de tu experiencia personal. ¿Qué es para ti la natación a día de hoy? ¿Un hobby o una profesión?

-Markel Alberdi: Bueno, profesión nunca ha sido porque no se puede vivir de ello... Desde muy pequeño he nadado mucho. Empezó siendo un hobby pero a medida que pasaban los años fui metiendo más y más horas. (Descubre los 100 metros en estilo libre, la especialidad de Markel Alberdi, en la página 9).

¿Cuándo fue la última vez que te sumergiste dentro de una piscina?

-Markel: Uhm...

-Maier Saizar: ...Pues igual fue en nuestra segunda cita, que fue en una piscina. La verdad es que se me ocurrió a mí la brillante idea y no sé cómo estamos aquí ahora mismo (risas).

-Markel: Fuimos allí a nadar, pero en seguida nos aburrimos y nos fuimos a la piscina infantil (risas). Pero lo que es a nadar, no he ido desde antes del confinamiento. Cuando vine a vivir a Donosti estaba en un piso de alquiler y había días en los que iba al gimnasio o a la piscina media horita. No le tengo tirria a nadar, aunque cuando lo dejé sí. El ir a la piscina me producía rechazo y eso me hacía sentir frustrado, al sentir que no quería ir a un sitio donde tanto he disfrutado, pero ahora puedo ir a nadar tranquilamente si quiero, lo que pasa es que ya ni me llama.

-Maier: Sí. Markel ahora está aprendiendo a no hacer nada y en eso yo soy experta (risas).

-Markel: Para mí es perfecto que Maier sea lo opuesto a mí en lo deportivo. Si hubiéramos sido iguales la relación podría haber explotado (risas).

Hablando de explotar... en tu caso llegaste a explotar por dentro después de competir en las Olimpiadas de Río de 2016.

-Markel: Metía muchas horas a la semana para la natación y cada vez entrenaba más y con el nivel de exigencia que yo me pedía a mí mismo, porque era muy autoexigente, mucho más antes que ahora. Y a la vez, estaba estudiando la carrera de Ingeniería aquí en Donosti. Al final, mi vida se reducía a eso, a estudiar y entrenar. En un momento dado de mi trayectoria, mientras seguía estudiando, me trasladé a Madrid, a un centro de alto rendimiento, a la Blume, y al principio todo era muy bonito. Estás con 300 deportistas internos de diferentes deportes y tienes todo y más para rendir al máximo. De los tres años que pasé en Madrid, los dos primeros fueron una auténtica pasada.

¿Y el último año?

-Markel: Al principio mi ilusión era mejorar y ver hasta dónde llegaba, aunque en ningún momento tenía como objetivo ir a los Juegos Olímpicos de Río, pero ese tercer año, en cambio, me exigí todavía más que los dos anteriores. Había ido logrando buenos resultados, como ir a Europeos o hacer el récord de España, y eso me daba mucha más energía para seguir exigiéndome. Estaba muy cerca de la marca para ir a los Juegos y pensé eso de “ahora o nunca”. Entonces tenía que mejorar 0’19 segundos, es decir, 19 centésimas en un año. Era duro, pero estaba cerca, muy cerca, ya que con mejorar la salida ya lo tenía hecho. Entonces, sin ser yo consciente de ello, si ya tenía una autoexigencia muy grande, aquello se incrementó aún más... Se convirtió en una obsesión para mí alcanzar ese objetivo.

¿Qué te supuso esa obsesión?

-Markel: Empecé entrenando muy bien, pero poco a poco no podía ni dormir ni descansar bien. Llegué a dormir tres horas al día y a entrenar ocho. Se lo transmitía a mi alrededor, pero creo que no supieron ver las señales, aunque no quiero echar la culpa a nadie, ni mucho menos. Yo no sabía distinguir tampoco qué era la ansiedad y no quería ver lo que me estaba pasando. Ese curso me quedó una asignatura para acabar la carrera, ‘Estructuras’, y preferí dejarla para el año siguiente mientras peleaba por los Juegos, pero me di cuenta de que no iba a poder sacar esa asignatura sin ir a clase. Hasta que un día todo explotó y perdí mucho peso en dos semanas.

¿Y cómo llegaste a los Juegos?

-Markel: No quedaba prácticamente nada para el clasificatorio de los Juegos, así que llegué fatal física y mentalmente y no logré hacer la mínima, es más, empeoré mi tiempo en un segundo, pero quedé tercero en el podio español. Eso me dio la oportunidad de ir al Europeo. En ese momento pensé en irme a casa y olvidarme de todo, pero al final decidí seguir porque pensaba que no podía rendirme. Eso sí, sin disfrutar ya los seis meses que me quedaban por delante de entrenar.

Pero, decidiste hacer algunos cambios en tu rutina...

-Markel: Eso es. Dije que necesitaba un psicólogo deportivo urgentemente y que necesitaba salir de la Blume, porque era como estar en una burbuja y yo lo que quería era sentirme como una persona normal. Alquilé un piso de mierda en Madrid. Pagaba 500 euros al mes pero estaba contento porque me hice mi ‘txokito’. Iba a entrenar y luego volvía a casa a desconectar. Visto ahora con perspectiva mi familia no entendía que estuviese mejor ahí que en la residencia y llegué a decirles que no me hacía ilusión ir a los Juegos, lo pasé muy mal. Era una alegría muy grande, pero al ser consciente de que me quedaban meses de seguir entrenando a ese ritmo fue duro.

¿Y cómo viviste las Olimpiadas?

-Markel: Pues fui allí teniendo claro que aquella iba a ser la última piscina que iba a pisar en mucho tiempo, pero aun así recuerdo que fueron dos semanas muy bonitas. Hice récord de España y terminé contento. Como competí al principio, luego pude disfrutar de ver a Bolt correr o a Nadal jugar a tenis. ¡Fue flipante!

¿Y cómo fue la vuelta?

-Markel: Pues luego vino el post... Pensaba que volver a casa era lo mejor, pero fue un golpe fuerte. Ese mismo año, en septiembre, empecé a probar si podía entrenar un poco por mi cuenta, pero iba a la piscina en Eibar y no tenía ningún sentido. No tenía objetivos, así que al final tomé la decisión de dejarlo. En realidad dejé la natación por una lesión, porque me rompí la cabeza. Y lo que era mi vida hasta ese momento desapareció. Para todos era Markel el nadador y para mí también. Me sentía completamente vacío. Recuerdo que fui al psicólogo y le dije que no sabía quién era. A mi aita le conté que me encontraba vacío. Era una sensación muy ‘heavy’ y mi entorno lo pasó muy mal. (Una vida entera tratando de reducir el tiempo, en la página 10).

¿Te fue bien el tratamiento?

-Markel: Sí. Empecé a ir al psicólogo hace tres años. Al principio iba todas las semanas y después de forma más espaciada, pero no he dejado de ir al psicólogo hasta hace muy poco. Es un proceso largo. Él me dijo que me quitase el cronómetro de la cabeza, porque la vida no era como yo la había vivido hasta ese momento. Empezaba una nueva etapa y necesitaba hacer unos cambios muy drásticos y de golpe.

¿Y cuándo aparece Maier?

-Markel: En septiembre de 2019.

Maier: Sí. Llevamos dos años y dos meses de relación, pero daros cuenta de que yo lo conocí ya estando más o menos bien. Cuando le conocí me lo intentó explicar, pero yo no entendía nada. Me dijo que había dejado de tomar las pastillas dos semanas antes de conocerme a mí y que se encontraba mejor, pero que tenía que estabilizarse y que podía tener recaídas.

¿Todo eso te lo confesó en la primera cita?

-Maier: ¡No, no! En la primera cita me contó que era celíaco, y ya bastante con eso, con lo que me gusta a mí comer... (risas), y luego ya, poco a poco, me empezó a contar los problemas que había tenido. Así que pensé: ¡vaya percal!... (ríen), pero si seguí con él es porque es muy majo (nos cuenta mirándole con cariño). (Soy celíaco, ¿qué puedo comer? Descúbrelo en las páginas 14 y 15)

Y unos meses después llegó el confinamiento...

-Maier: Jo, pues al principio de la relación sentía que yo ponía más de mi parte y no lo entendía, porque nos estábamos conociendo. Tenía su casa cerca de la mía y sentía que no quería estar conmigo. Decía pero no hacía y tuvimos un poco de bache en enero, pero el confinamiento, en marzo, salvó nuestra relación.

¿Cómo?

-Maier: Recuerdo que Markel vino de Eibar con los ‘tuppers’ de su amá a mi casa, donde estamos ahora instalados, me dijo si me apetecía ver una película y no sé qué película vimos pero así empezamos el confinamiento.

-Markel: Sí. Fue una decisión arriesgada porque estábamos conociéndonos, pero fue un punto de inflexión. Así que cuando pasaron dos meses nos dijimos ¿ahora cada uno en su casa? Así que al final decidimos vivir juntos. Y de hecho yo tengo mi piso alquilado y llevo ya un año aquí instalado en la casa de Maier.

¿Y cómo surgió la idea de recaudar fondos para la Asociación Nacional de Salud Mental a través de tu proyecto de crowdfunding, ‘The Line?

-Markel: A raíz de que empecé a trabajar en Fagor me he dedicado a automatizar máquinas y poco a poco empecé a trastear en fabricantes de máquinas industriales. En ese momento me di cuenta de que había máquinas que no eran tan caras y que podían servir para desarrollar un hobby como el mío de la madera y mis conocimientos de diseño en 3D que aprendí durante la carrera. Pensé en unir ambas aficiones y sumarle el tema de la natación, así surgió el diseño de ‘The line’. El diseño que hice simula una piscina con una línea que marca el recorrido de una calle, pero la línea no es recta del todo porque simula que mucho tiempo de mi vida he ido en línea recta, siguiendo la línea de la piscina, pero en la realidad para nada ha sido un camino en línea recta. La máquina se encarga de cortar y tallar la madera y después yo pinto la línea central de negro, echo epoxi, que es una resina, de color azul para simular el agua, lo barnizo y lo lijo a mano. (‘The Line’, por la calle hacia la salud mental. Conoce su proyecto en la página 11)

-Maier: Mi padre, Josetxo, es carpintero y tiene un taller. Ahí tiene la máquina y es donde Markel hace todo el proceso.

-Markel: Cuando hice el primer prototipo subí fotos para subir a Verkami, una plataforma de crowdfunding.

Y fue entonces cuando lanzaste la campaña de recaudación.

-Markel: Sí, en ningún momento he querido ganar dinero con este proyecto. Desde el principio sabía que quería donarlo a la Confederación Española de Salud Mental. Mi objetivo era lograr 2.400 euros y he conseguido 3.200 euros en los 40 días que ha estado activo en la plataforma. Han participado 114 personas y a cada uno tengo que hacerle ahora su ‘The Line’ personalizado. Tengo ya hechos algo más de la mitad (sonríe).

Y cambiando de tema, ¿qué os gusta hacer juntos desde que convivís? ¿Coincidís en gustos?

-Markel: Maier nunca ha sido deportista y yo justo he estado en el otro extremo, pero a día de hoy no quiero volver. Ahora hacemos CrossFit y nos hace llegar a casa cansados.

-Maier: A mí me viene bien por mi espalda y es una recomendación que me hizo el fisio. Estoy muy contenta practicando este deporte en CrossFit Zurriola y como no nos vemos casi entre semana por el trabajo para nosotros es una manera de pasar un rato juntos.

¿Qué más cosas os gusta hacer juntos?

-Maier: Salir a pasear con Txapel -de txapeldun- el perro de mis aitas, pero que muchas veces está con nosotros. También nos gusta ir al monte, salir a cenar y a comer, ir a conciertos...

¿Qué música te gusta?

-Maier: De todo, pero mi artista favorito es Ben Harper y esto me lo hizo Markel (señala un cuadro).

-Markel: Son las ondas de la canción ‘Amen Omen’.

-Maier: Desde que tengo nueve años he escuchado a Ben Harper. Me gusta lo que transmite con su voz. No recuerdo la primera vez que le escuché, pero sí la primera canción, ‘Amen Omen’. Esa canción me marcó. He tenido la suerte de verlo en el BBK Live, en el BBK Legends, fui a Barcelona a verle... y en todos sus conciertos súper bien. Conozco la música que conozco por mi hermano, Jon, que tiene ocho años más que yo, y me ha ido pasando música. ¡Es algo que le agradezco infinito! (Ben Harper nunca falla, en la página 20)

-Markel: Adele también te gusta.

¿Has escuchado su nuevo disco?

-Maier: Sí, me gusta, pero es más tristón y si escuchas la historia que hay detrás, el divorcio y todo eso, pues entiendes más sus letras.

¿Y tú Markel?

-Markel: Mi cultura musical es nula. A mí de pequeño me encantaba Bisbal, Álex Ubago y al mismo tiempo también escuchaba ‘Linkin Park’m pero vamosm escuchaba lo que me decían los amigos, no investigaba. Música clásica para estar tranquilo pongo de vez en cuando, pero sin conocimiento, pero eso sí, John Mayer me gusta mucho.

-Maier: Sí, en la tercera o cuarta cita le dije que si me seguía gustando le iba a regalar una de las dos entradas que tenía para ver a Ludovico Einaudi. Pero le pedí que me prometiese que iba a sentir parecido o algo de lo que yo sentía al escucharle (sonríe).

¿Y de libros?

-Markel: Acabo de terminarme ‘Por si las voces vuelven’, de Ángel Martín. Me lo he leído en dos días. Lo cuenta de una forma muy original, real y muy bonita, al contarlo de una forma graciosa le quita peso, pero tiene que ser muy duro para él y para su entorno pasar por lo que ha pasado. Es un libro que puede ser que regale estas Navidades. (‘Por si las voces vuelven’, en la página 12).

-Maier: ¡Ah y como casualidad cuando nos conocimos Markel y yo estábamos leyendo lo mismo. Los libros de Ibon Martín.

-Markel: Me estaba leyendo la cuarta parte, después de haberme leído los tres primeros, pero Maier no había leído nada antes.

-Maier: Sí, mi hermano me lo regaló y no sabía que era una cuarta parte (risas). Cuando lo supe dejé de leerlo. Antes leía mucho más que ahora, pero sí que me gusta.

-Markel: Bueno, y no lo ha dicho, pero le gusta mucho el maquillaje, le vuelve loca.

¡Ah! ¿Sí?

-Maier: ¡Sí! Me encanta. Sigo en Instagram un montón de maquilladoras y revistas profesionales y siempre estoy pendiente de lo último que sale.

-Markel: A mí me gusta mucho ver cómo se prepara y ver que disfruta haciéndolo, aunque lleve una hora esperando. Tiene un tocador en el baño y todo.

-Maier: Bueno, y a ti te gustan las cremas.

-Markel: Bueno, yo siempre me he dado, por el cloro, pero no es que me guste mucho. Ahora me doy sérum y la hidratante en la cara y crema para el cuerpo. Los masajes a mí me encantan y la sauna también.

-Maier: Y tenemos pendiente una limpieza facial porque estoy segura de que le encantaría (risas).

¿Cuál sería el maquillaje perfecto para estas Navidades?

-Maier: Me muero por el brillo, por la purpurina. Sólo en el párpado y si fuera para una Nochevieja echaría un poco en los labios también. (Vuelve la purpurina, en la pág. 16)

-Markel: Sus amigas siempre le piden consejo.

-Maier: Es que tengo amigas que les ves el neceser y digo... ¡Cómo! Como puede ser que a mí me guste tanto y a otras personas no. Sigo a Ali Andreea. Me parece que maquilladora espectacular.

¿Cuáles son tus imprescindibles en tu neceser?

-Maier: Llevaría una base, un corrector, un rímel, un perfilador de labios marroncito, colorete y bronceador también. Para un día de diario me gusta pintarme párpado de color ‘rose gold’ y los labios ‘nude’, tirando a rosa, y el colorete de la gama de los labios. Cada vez que me compro uno nuevo pienso que ese es el color, el último que he descubierto es el‘rose fire nectar’.

¿Qué películas y series nos recomendáis para estos días?

-Maier: La última que hemos visto es ‘Pan de limón con semillas de amapolas’ y nos gustó mucho. Salimos los dos del cine entre llorando y riendo a la vez.

-Markel: Yo me suelo emocionar, pero no suelo llegar al punto de llorar, pero en esta película me emocioné. Nos gustó mucho. Toca temas de familia, enfermedad...

-Maier: Toca temas muy humanos y su ama leyó el libro pero dice que le gustó más el libro que la película, como casi siempre sucede.

-Markel: Luego somos de ver series como todo el mundo, tardamos mucho hasta que elegimos una, pero no somos muy cinéfilos.

¿Qué soléis ver juntos?

-Maier: Desde el confinamiento vemos mucho juntos ‘First Dates’.

-Markel: Es momento de desconectar, risas..

-Maier: ... sí, nos sentamos aquí a cenar y es mi momento del día.

-Markel: ¡Es flipante la gente que aparece!

-Maier: Luego nos gustan cosas muy diferentes. Markel por ejemplo puede ver todos los documentales que hay en Netflix y sobre todo si salen cárceles y cosas así se vuelve loco.

-Markel: O cuando entrevistan a personas que han sido asesinos me parece súper interesante. Luego ella ha visto ‘The bold type’, algo que yo nunca pondría pero me siento con ella y la veo. (’The bold type’, ¿ya la has visto? En la página 21)

¿Un viaje que tengáis en mente hacer?

-Maier: No hemos viajado juntos todavía, bueno, excepto a Portugal, el verano del año pasado, nos fuimos dos semanas en furgoneta. Del Algarve a Oporto, pero...

-Markel: ...Indonesia es nuestro viaje soñado. (Indonesia, en busca del paraíso, en las páginas 18 y 19)

-Maier: No, no, mi viaje es Islandia y quiero hacerlo contigo (risas).

-Markel: Os aseguro que va tocar antes Indonesia. Cuenta la leyenda que sólo le puedo pedir que se case conmigo si es en Islandia o me va a decir que sí sólo si es en Islandia.

-Maier: Así que primero quiere ir a Indonesia (ríe).

¿Por qué Indonesia?

-Maier: Porque mi hermano ha ido todos los años a surfear, en las islas Mentawai. Le gusta mucho hacer surf y ha estado mucho, y está menos explotado que Tailandia.

-Markel: Es un destino diferente a lo que yo por lo menos he estado.

-Maier: Nos apetece coger la mochila y recorrer el país.

¿Y con respceto a los fogones? ¿Quién cocina mejor?

-Maier: Cuéntanos... Markel.

-Markel: (ríen) Cocino, pero es muy básico, para no morirme. Ella, en cambio, le pone más cariño. A mí no me gusta cocinar. Si hay algún plan de cocinar yo me pido ser el pintxe.

-Maier: A mí me encanta cocinar y mi amá, Maribel, cocina de maravilla. Ha intentado inculcármelo un poco..

-Markel: A mí las alubias con todo el sacramento que le pone mi suegra me encanta, las manitas de cerdo que hace con tomate, la cuajada... Cocina muy bien y mucha cantidad. Cuando vamos siempre cae algo para el ‘tupper’ (ríe).

-Maier: Yo como con mi madre todos los días, pobre... igual estamos exprimiéndola demasiado. Mi madre disfruta haciendo comida para Markel y para mí y ahora está aprendiendo a cocinar sin gluten.

-Markel: Desde que llegué yo a esta familia casi todo lo que puede hacer sin gluten, lo hace.

-Maier: A mí que me encanta pedir comida o comer en sitios... es complicado con él.

-Markel: Tenía tres años cuando me detectaron que era celíaco, entonces para mí ha sido algo fácil. No siento envidia ver a la gente comer otras cosas. Sí que es verdad que para mis padres en su momento era algo nuevo, pero gracias a la asociación aprendieron a cocinar sin gluten y ahora está en todos los supermercados, en muchos restaurantes y en casi todos los productos señalados.

¿Aquí tenéis todo sin gluten?

-Maier: Sí y no. Yo tengo mis vicios, mi chocolate y mis galletas. No me importa comer pasta sin gluten, aunque está bastante mala (risas). La bechamel por ejemplo me sale rica con maizena para la lasaña de verduras. (Aprende a hacer lasaña de verduras y manitas de cerdo rebozadas, en la página 15).

“El confinamiento nos ha ayudado a conocernos mejor

y entendernos

el uno al otro”

Enfermera de vocación, trabaja en el quirófano de urgencias del Hospital de Donosti y asegura que su mayor hobby es el maquillaje. Se declara fiel seguidora de Ali Andreea. Conoció a Markel Alberdi en septiembre de 2019 y desde entonces le ha acompañado en su último tramo de recuperación. Asegura que no fue fácil y que el confinamiento fue un punto de inflexión positivo para ambos, ya que decidieron pasarlo juntos. Desde entonces no se han separado y entre sus aficiones está practicar CrossFit, leer, ver Netflix y ‘First Dates’.

“No sentía ilusión por ir a los Juegos Olímpicos, pero al dejar la natación

me sentí vacío”

El exnadador olímpico vivió tres años en ‘La Blume’ de Madrid y fue a los Juegos de Río 2016 con el equipo de natación español en la prueba de Relevo 4x100 estilo libre masculino, en la que, con un tiempo de 3 minutos 16 segundos y 71 décimas, batieron el récord de España, pero no llegaron a clasificarse para la final. En su equipo estaba Aitor Martínez y los hermanos Bruno y Miguel Ortiz-Cañavate. Markel es ingeniero y recientemente ha creado un proyecto de crowdfunding llamado ‘The Line’ con el objetivo de visibilizar y recaudar fondos para cuidar de la salud mental.

“Nadando he seguido la línea de la piscina, pero mi vida no ha sido un camino en línea recta”

“Cuenta la leyenda

que si voy con Maier a Islandia debo pedirle que se case conmigo”

“Cuando conocí a Markel me contó que acababa de dejar

la medicación”

“Cuando me dijo que era celíaco me puse a buscar dónde podíamos comer rabas sin gluten”