¿Cuáles son los beneficios de la equinoterapia?

Es muy interesante para personas que pasan toda la vida en silla de ruedas o para quienes han sufrido un accidente y necesitan recuperar la marcha, porque el movimiento del caballo es terapéutico. Pero no solo eso, también ayuda en la postura, el equilibrio y la percepción del propio cuerpo. La simetría del caballo y la propia posición al montar te obligan a colocarte recto, a empoderarte.

Reportaje en el pueblo de Maeztu con Yurema Busteros sobre equinoterapia DNA

A nivel interno, mejora el peristaltismo intestinal, la movilidad general y regula el tono muscular: a quienes tienen demasiado tono se les reduce y a quienes tienen poco, se les activa. En el plano emocional también es muy potente. Me han llegado niños derivados por neurólogos para regular crisis epilépticas, porque el movimiento a nivel cerebral relaja mucho las conexiones neuronales. Además, reduce estrés y ansiedad, y ayuda a superar miedos. Con el caballo tienes que liderar, si no te empoderas, él toma el control. Ese proceso de seguridad personal se nota muchísimo en los resultados.

“A veces me da más pena la gente que, teniéndolo todo, no es capaz de ser feliz ni valorar lo simple”

¿Recuerda algún momento en el que una persona experimentara un cambio significativo gracias a la terapia?

He vivido muchas cosas a nivel emocional, aunque no siempre con seguimientos largos. Pero físicamente tuve un caso increíble. No recuerdo exactamente la enfermedad del niño, pero las personas con ese diagnóstico prácticamente nunca llegan a andar. Él vino sin poder hacerlo y, en un mes y medio, con solo una sesión semanal, empezó a caminar. Pero hay más, terminó corriendo y saltando. Los médicos ya decían que tenía la musculatura preparada, pero faltaba integrar el patrón de la marcha. Eso es muy difícil enseñarlo en una camilla. El caballo, en cambio, lo automatiza en el cerebro. Ese niño pasó de no caminar a hacerlo con total naturalidad. Fue el caso más impactante que he tenido. Luego hay muchas otras evoluciones más discretas, como mantener capacidades o mejorar funciones internas, pero este fue realmente sorprendente.

“Para que un caballo sea terapéutico debe estar muy equilibrado a nivel emocional, no sirve tenerlo encerrado”

¿Qué tienen de especial Patxo e India?

Son muy diferentes entre sí, como lo son todos los caballos. Para que un caballo sea terapéutico debe estar muy equilibrado emocionalmente: no sirve tenerlo encerrado todo el día o sometido a demasiadas clases. Patxo e India llegaron el mismo año, pero de lugares distintos. India, por ejemplo, fue encontrada abandonada en Oquendo y llegó muy nerviosa, arisca y desconfiada. Con el tiempo se equilibró y hoy está feliz. Construir un caballo terapéutico lleva años: hay que habituarlos a material, ruidos, tractores, camiones… Son animales de huida y necesitas confiar plenamente en ellos. He dejado otros centros porque sus caballos no eran seguros y llegaron a tirar a un niño. Eso es inasumible. Además, deben tener unas características físicas determinadas: no ser ni demasiado altos ni demasiado bajos, tener un paso adecuado y aprender a mantenerlo. También les quité las herraduras porque impedir el contacto con la tierra es negativo para su salud; sin ellas mejoran el riego sanguíneo y la postura. Para trabajar en zonas con piedras les pongo botas, pero el resto del tiempo están libres, al aire. Otra cosa importante es que no soportaban el hierro en la boca, así que también se lo quité. Como están equilibrados y tienen ya 22 años, no dan sustos y se manejan con total fluidez. Confío en ellos al 100 %, y eso es imprescindible para ofrecer una terapia segura.

¿Cómo es su trabajo a nivel emocional?

A mí me encanta. Salgo de las sesiones reconfortada, sin ruidos mentales. Para mí la vida es sencilla: se trata de intentar ser feliz y tener la mejor calidad de vida posible, y no necesitamos tanto para eso. Los caballos te lo recuerdan cada día. Las personas más vulnerables también. En las sesiones, tanto con niños como con adultos, trabajamos con mucha imaginación, con juego, con espontaneidad. Ellos salen felices, y esa energía positiva te la llevas contigo. Mucha gente me dice: ¿No te da pena?. Y yo siempre pienso: a veces me da más pena la gente que, teniéndolo todo, no es capaz de ser feliz ni de valorar lo simple: andar, hablar, moverse. Estar con estas personas y con los animales te ayuda a valorar lo esencial.

“Soy feliz haciendo terapias y con una vida sencilla; compré un terreno y estoy construyendo las instalaciones”

¿Qué parte de usted siente que ha cambiado más en este camino con la equinoterapia?

Nunca pensé que tendría mi propio proyecto de equinoterapia. Creía que era necesario contar con grandes instalaciones. Incluso tuve la oportunidad de quedarme con el centro donde trabajaba, que salió a subasta pública, pero me di cuenta de que no lo necesitaba. Además, estaba lejos de mi pueblo y poco accesible para las familias. De repente me llegaron los caballos, como caídos del cielo. No esperaba que el centro cambiara de gestión, pero cuando mi jefe me ofreció la posibilidad de coger a los caballos, sentí que no podía perderlos.

Reportaje en el pueblo de Maeztu con Yurema Busteros sobre equinoterapia DNA

Son los mejores caballos terapéuticos con los que he trabajado. Pensé en lo que implicaba ser empresaria, gestionar clases, contratar personal… y no me vi ahí. Yo soy feliz haciendo terapias y llevando una vida sencilla. Así que decidí comprarlos y empezar de cero en mi pueblo. Compré un terreno y estoy construyendo poco a poco las instalaciones. También estoy valorando crear una asociación o retomar la de mi jefe para poder solicitar subvenciones y que más grupos puedan acceder, porque el gran obstáculo de siempre es la economía. Este camino me ha enseñado que puedo emprender de otra forma, sin perder mi esencia ni aquello que me hace feliz.