Cuando alguien convierte su profesión en pasión es raro que, en esta vida, pase inadvertida. De ello, en Arraia-Maeztu, saben bastante, pues tienen un trío de vecinos de lo más peculiar, al que no les importa ceder sus terrenos, caminos o sendas para que lleven a cabo su labor pues, de momento, no disponen de espacio apropiado propio. Hablamos de Yurema Busteros y sus caballos Patxo e India, en cuyo proyecto de equinoterapia y salud se ha posado el foco, en el último año, tras quedar finalistas –a nivel nacional y entre más de mil candidaturas– en la cuarta edición del programa Tierra de Oportunidades de CaixaBank, dirigido a fijar población y fomentar la creación de empleo en el mundo rural.

Reportaje en el pueblo de Maeztu con Yurema Busteros sobre equinoterapia DNA

De que se merecen los 2.500 euros del premio no hay duda, a nada que se ahonde en este proyecto que, primeramente, fue seleccionado en la fase comarcal gracias a la colaboración con la Federación de Asociaciones de Desarrollo Rural de Álava (Arabalanda).

Reportaje en el pueblo de Maeztu con Yurema Busteros sobre equinoterapia DNA

Dos ejes

Y es que consta de dos ejes fundamentales: uno de fisioterapia en el que Yurema atiende en sus casas a las personas que no pueden desplazarse desde sus localidades a centros de fisioterapia, tratando así de mejorar la calidad de vida de la población que se encuentra en el mundo rural; y otro de equinoterapia, con el que ayuda a mejorar la calidad de vida física y emocional de las personas a través de los caballos. “El movimiento del caballo es terapéutico ya que tienen el mismo patrón que nosotros al andar. Y esto ayuda a recuperar la marcha, regular el tono de los músculos, el equilibrio y la postura”, explica Busteros.

Reportaje en el pueblo de Maeztu con Yurema Busteros sobre equinoterapia DNA

Pero también el trabajo emocional es fundamental. “Nos sirve para superar traumas, miedos o falta de autoestima, el caballo ayuda a empoderarte y sentir seguridad en uno mismo”, asegura Busteros, que es precisamente en este eje, el de las terapias alternativas, donde tiene fijada su mirada para ampliar su oferta de servicios.

Reportaje en el pueblo de Maeztu con Yurema Busteros sobre equinoterapia DNA

“En el apartado de fisioterapia, solo con el trabajo que me llega de los Ayuntamientos de Montaña Alavesa, tanto para masajes a domicilio como charlas de envejecimiento saludable y similar, la verdad es que estoy muy agradecida porque, a veces, hasta me siento desbordada, pero mi sueño es poder llegar a otro tipo de colectivos y personas vulnerables, desde jóvenes, pasando por personas con diversidad funcional, autismo, parálisis cerebral… hasta mujeres maltratadas, para poder ofrecer experiencias enriquecedoras y ampliando el abanico”, avanza.

En este sentido, reconoce que “Tierra de Oportunidades nos ha dado visibilidad y nos ha ayudado a poder crear alianzas con otros emprendedores de los campos de la danza-terapia, arte-terapia o músico-terapia, y poder confiar más en mi misma y en mi proyecto, porque al final solo tengo dos caballos, sin olvidarme de mis dos voluntarios, que me ayudan en cada sesión, para guiar a Patxo e India”, aclara.

Campamento juvenil

De hecho, para este próximo julio ya han comenzado a preparar un campamento de día, pensado para jóvenes de 12 a 14 años con necesidades especiales, para que les aporte valores. “En el centro de San Vicente de Arana ya hacíamos algo similar”, explica, en referencia al espacio donde comenzó su pasión por la equinoterapia, y en el que conoció a sus ya inseparables compañeros de cuatro patas.

“Estuve allí 17 años, y cuando cerró, el jefe me ofreció a Patxo e India, y ni me lo pensé. Los traje conmigo a Maeztu y hasta hoy. Buena parte del premio, aparte de para una camilla nueva, lo invertiré en comprarles botas, que ya están mayores y, por recomendación veterinaria, les quité las herraduras para mejorar el riego sanguíneo de las patas al entrar en contacto directo con la tierra, pero claro, si salimos a caminos de parcelaria, aprovechando que tenemos aquí al lado la vía verde del ferrocarril vasco-navarro, y hay piedrecillas, pues necesitan protección”, subraya, llena de agradecimiento al pueblo de Maeztu.

“No se qué haríamos sin ellos. Tengo un camión con rampa para acceder al caballo, pero sería mejor tener un terreno propio ya preparado. Ando buscando y no encuentro, así que son los vecinos los que nos prestan sus campas para las sesiones. ¡Otra cosa en la que invertir, junto al alimento, que no veas cómo come este par!”, apostilla risueña y soñando con su oasis en Marruecos. “Allí tengo otros tres caballos y voy en invierno, que por aquí, en esa época, siempre ando con la incertidumbre de si lloverá”, concluye.