Nacido en Bilbao el 1 de agosto de 1974, Igor Yebra Iglesias descubrió la danza desde muy joven, en una infancia rodeada de música, arte y sensibilidad artística. Su fascinación por el movimiento lo llevó a formarse de manera intensiva en la Escuela de Víctor Ullate en Madrid, donde se consolidó como bailarín técnico y expresivo. Para completar su aprendizaje, se entrenó con maestros de renombre como Karemia Moreno, Ángela Santos y Pino Alosa, quienes moldearon su estilo y le inculcaron una disciplina férrea. Muy joven, Yebra debutó profesionalmente en el Ballet de Víctor Ullate, compañía en la que permaneció entre 1988 y 1996, y donde comenzó a destacarse no solo por su técnica depurada, sino también por su capacidad de transmitir emociones a través del escenario, un rasgo que marcaría toda su trayectoria internacional.
Los años de esplendor: de Burdeos a Rusia
Cuando emprendió su carrera en solitario, Yebra no tardó en recorrer los principales escenarios del mundo, convirtiéndose en un bailarín invitado habitual en compañías de Europa, América y Asia. Su versatilidad le permitió destacarse especialmente en las escuelas francesa, italiana y rusa, absorbiendo distintas tradiciones de danza y enriqueciéndose con cada estilo. En 2004 alcanzó uno de los hitos más memorables de su carrera al protagonizar Iván el Terrible en el Palacio Estatal del Kremlin, convirtiéndose en uno de los primeros bailarines no rusos en interpretar un papel tan exigente técnica y dramáticamente. Paralelamente, fue estrella (étoile) en la Ópera de Burdeos entre 2002 y 2016 y primer bailarín invitado en la Ópera de Roma entre 2002 y 2012, consolidando su reputación internacional como intérprete de gran presencia escénica y perfección técnica.
Uruguay y el del Ballet Nacional Sodre
En enero de 2018, Yebra asumió la dirección artística del Ballet Nacional Sodre de Uruguay, sucediendo al reconocido Julio Bocca. Durante casi tres años, lideró la compañía con un enfoque equilibrado entre repertorio clásico y propuestas contemporáneas, incluyendo producciones nacionales como El Quijote del Plata (2018) y La tregua (2020), basada en la novela de Mario Benedetti. Su gestión fue valorada por introducir una mirada internacional y profesionalizar la compañía, aunque en diciembre de 2020 su contrato no fue renovado por motivos que él consideró políticos. Aun así, se despidió de Uruguay “sin resquemor”, agradeciendo el apoyo del público y de los artistas con los que trabajó durante su etapa al frente del Sodre.
Creación, docencia y liderazgo artístico
Igor Yebra no solo ha brillado sobre los escenarios como intérprete: también ha desarrollado una faceta creativa como coreógrafo, director artístico y pedagogo. Debutó como coreógrafo con la ópera Il signore Bruscchino, y posteriormente ha diseñado coreografías para títulos de renombre como La Traviata, Carmen, Aída, el musical El padre Arrupe, y suites de ballets clásicos como El Cascanueces Suite, entre otros. En 2006 fundó su propia escuela de danza en Bilbao, y la Escuela Municipal de Amurrio se sumó a su proyecto educativo, consolidando su vocación de formar nuevas generaciones de bailarines y transmitir el rigor y la pasión que él mismo había recibido en su formación.
Regreso al escenario y compromiso pedagógico
Tras su salida de Uruguay, Yebra retomó su actividad escénica y pedagógica con energía renovada. Su escuela en Bilbao se mantiene como un proyecto vivo, ofreciendo clases de ballet clásico, danza contemporánea, flamenco, interpretación y programas especiales de verano que buscan fomentar la creatividad y la excelencia. En 2024 volvió a los escenarios de Bilbao con la representación de Giselle en el Teatro Campos Elíseos y ha participado en giras que incluyen obras clásicas del repertorio romántico, reafirmando su compromiso con la danza como arte vivo. Además, fue distinguido en Uruguay como Ciudadano Ilustre de Montevideo, un reconocimiento que destaca su aporte cultural más allá de las fronteras del Estado.
Igor Yebra representa la figura de artista completo: intérprete virtuoso, coreógrafo creativo, maestro exigente y gestor comprometido. Su trayectoria demuestra que para vivir de la danza no basta el talento, sino también el coraje de asumir riesgos y salir de la zona de confort. Desde la gloria sobre escenarios internacionales hasta la responsabilidad de dirigir una compañía nacional, ha sabido combinar la pureza del gesto con la urgencia de innovar.
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