Reconocido por su habilidad para enlazar la narrativa personal con la historia y la sociología, Sergio del Molino ha sido galardonado con el Premio Alfaguara de Novela 2024 por su obra Los alemanes, en la que explora las complejidades de la identidad y la memoria histórica. Con un estilo literario caracterizado por una prosa precisa y una profunda reflexión sobre la realidad contemporánea, consolida su posición como una de las voces más influyentes de la literatura actual.
¿Cómo ha evolucionado su carrera como escritor desde sus primeras obras y ensayos hasta Los alemanes (Premio Alfaguara de Novela 2024)?
No sé cómo, no tengo un cuadro. Además, como trabajo mucho soy bastante prolífico a la hora de escribir. Me he ido dando cuenta, aunque me ha costado, que una de la líneas más importantes de mis obsesiones literarias y de pensamiento eran el desarraigo, la sensación de desubicación y el intrusismo. Los personajes de Los alemanes comparten conmigo la sensación de extrañeza constante, y eso es algo que ha ido dominando mi obra. Mis ficciones familiares están llenas de personajes y situaciones de gente que se encuentra fuera de lugar, que no se siente en su sitio, que le cuesta mucho adaptarse al lugar en que se encuentran y no se identifican con él. Creo que en Los alemanes se resume muy bien toda esa intuición que poco a poco se ha ido concretando.
¿Fue este motivo el que le llevó a tomar la decisión de escribirlo?
Los libros no se escriben por una sola razón. Yo quería escribir una historia familiar, y en las novelas vas metiendo muchas cosas de tu vida, de tus obsesiones, de tus lecturas, de lo que tú eres... Son muchas cosas las que te llevan a escribir. No hay un momento en el que te tropiezas y a partir de ahí escribes.
¿Qué tiene la historia contemporánea que le invita a retratarla tanto?
Creo que la literatura va siempre sobre el pasado, y sobre la parte del pasado que nos interpela y configura el presente. Estamos hechos de él, indagar en ello, narrarlo, darle vueltas, ponerlo en entredicho y cuestionarlo forma parte de la experiencia literaria. Es un pasado muy reciente porque escuece todavía, no es remoto porque afectó a nuestros padres y abuelos. Reverbera en nosotros y no nos podemos entender si no entendemos ese pasado.
¿Le ha ayudado su faceta como periodista en el proceso de documentación?
Mi faceta de periodista no sé si la mantengo. Yo creo que en el periodismo se cree que eres periodista toda la vida, que es como ser cura, te marca el carácter y ya hagas lo que hagas siempre vas a ser periodista. Pero yo creo que hay un momento en el que si no ejerces el periodismo dejas de serlo. Aunque colaboro mucho en los medios lo hago como opinador y para mí eso no es periodismo. Cuando yo leía críticas, que ya no las leo, subrayaban mucho la mirada del cronista, decían que se notaba mucho y probablemente tengan razón. Es mi formación, es como yo he aprendido a escribir y a ver el mundo, siempre va a haber un poso de periodista que se fija algo mejor en las cosas cercanas y en los detalles.
Cuando estaba escribiendo la novela, ¿sentía que tenía todos los méritos para hacerse con el Premio Alfaguara?
Cuando estaba muy avanzada lo hablé con mi agente y mi editora y lo vio premiable. Lo vimos material que si a mí me daba tiempo de terminarlo antes de finalizar el plazo podía ser interesante. Lo escribí sin ninguna presión, veía que llegaba sobradamente, pero si hubiera surgido algún escollo o no hubiese llegado el libro habría salido por otro sitio. Sin embargo, lo presentamos porque vimos que era material que podía premiar un jurado, sin ninguna garantía, pero si había una novela mía que pudiera optar a un premio así, era esta mucho más que otros de los libros que he escrito.
Aunque no lea las críticas de su obra, ¿le ha llegado algo?
Con los mensajes que me llegan directamente no soy descortés, si alguien me escribe o me cuenta cosas en las firmas respondo, pero procuro aislarme bastante porque no me hace ningún bien leerlas. Ni las buenas ni las malas, aunque hay más buenas pero tampoco te hacen gran cosa. He aprendido a hacer lo que tengo que hacer sin la necesidad de estar pendiente de lo que dicen del libro.
¿Hay algún mensaje o reflexión que espera que los lectores se lleven después de leerla?
Ese es el deseo que uno tiene cuando escribe libros, que al lector le afecte de tal forma que se replantee algunas de las ideas que tenía previas a leerlo. Eso hacen los buenos libros, como lector es lo que yo busco. Los libros no son manuales para cambiar de opinión ni te explican el mundo, sino que te ayudan a cuestionar cosas que te parecen muy sólidas o evidentes, y que si las miras de cerca con la ayuda de la perspectiva de un escritor hace que tus creencias se tambaleen. Te obliga a pensar y a dudar, y eso es lo mejor que le puede pasar a un libro, que no haya una lectura unívoca y cerrada, sino que cada uno lo lleve a su terreno.
¿Qué consejo le daría a los escritores emergentes?
Que se lo tomen muy en serio, es el único consejo que puedo dar. A veces, el riesgo que corre la literatura con respecto a otras artes y otras pasiones es que es muy fácil acceder a ella. Eso hace que parezca que siempre esta ahí, que puede ser un hobby de fin de semana, pero tiene que ser una parte central de tu vida.