Gorka Urbizu está superando con nota la presentación de su debut en solitario, el delicado álbum Hasiera Bat. Durante un breve receso de la gira, que retoma junto a su banda este sábado 7 de septiembre en el certamen Boga Boga Festibala, en el museo Chillida Leku (Hernani), el músico navarro reflexiona sobre esta nueva etapa. Mira hacia dentro y también ojea el agitado mundo exterior.

Y no le gusta demasiado lo que ve. Con su carrera musical, eso sí, se muestra exultante: “Creo que está pasando algo especial en estos directos. No sé cuánto durará este embrujo, pero siento que los cinco miembros estamos muy conectados”, sentencia.

¿En esta primavera dijo en una entrevista: “La música no cambia el mundo, pero sí cambia mundos”. ¿Se refiere al impacto emocional que una canción o un disco provoca en cada oyente?  

-Me refiero al poder transformador de las canciones, que te pueden mover algo desde muy dentro. Mucha gente me ha dicho que este disco le ha provocado las ganas de crear, eso para mí ya es un cambio. 

Nació en 1977, en plena eclosión punk inglesa. Los problemas que grupos como The Clash denunciaban ese mismo año continúan estando ahí. ¿Ha cambiado algo? 

- Honestamente, el panorama no parece muy halagüeño, valga como muestra que muchas de las letras de Strummer siguen vigentes. Hay luchas imparables y vitales como el feminismo y quiero pensar que algo se mueve, pero la involución en muchos ámbitos es evidente. Y quizás lo más preocupante: ahora el espíritu colectivo para hacer frente a toda esta ola reaccionaria parece algo diluido, con las redes sociales, las fake news, el todo ya y la polarización que promueve, lo que impide un análisis crítico en condiciones... Leí el otro día el concepto de individualismo de masas y me pareció bastante acertado. Yo el primero. Creo que los que nos dedicamos al arte tenemos algo que aportar ante este cinismo imperante. Gauzak ez dira horrela, gauzak horrelaxe daude [extracto de la letra de su canción ‘Teoría bat’].

¿Gorka Urbizu sería un introspectivo artista folk que te acaricia, mientras que Berri Txarrak era un grupo de rock que le propinaba al oyente una bofetada al aire?  

-Es una forma de verlo, aunque yo creo que siempre ha habido esas dos caras en mi música. 

Durante esta gira llama la atención la variedad de recintos a los que se tiene que amoldar: de festivales y espacios holgados a salas de 100 o 200 personas. ¿Dónde cree que se aprecia mejor su música?   

-Confieso que tenía mis reticencias sobre los conciertos al aire libre con este disco, porque requiere de algo difícil hoy en día: la atención y el silencio del público, pero resulta que está funcionando genial. Hemos pasado hasta por el Resurrection Fest y fue memorable, mayor prueba de fuego que esa no hay [ríe]. Ahora, si yo tuviera la oportunidad de ver esta gira como mero espectador, claramente optaría por una sala. Creo que está pasando algo especial en estos directos. No sé cuánto durará este embrujo, pero siento que los cinco miembros estamos muy conectados y disfrutando a una; eso termina transmitiendo algo único.

¿Su base de fans se ha ampliado o, como poco, ha cambiado?   

-Es normal que hubiera gente que Berri se le hacía demasiado duro, por mucho que siempre hubiera algo de pop debajo de esa capa de distorsión. No sé, es algo incontrolable y por eso no pierdo el tiempo en analizar demasiado a quién llega mi propuesta y a quién no. Lo que sí siento es que el 99% de la gente lo ha recibido con respeto; como un disco que responde a una pulsión artística real, algo que me pedía el cuerpo hacer a estas alturas de mi carrera y donde he puesto mucho cariño y muchas horas. Me siento privilegiado por tener este público. Yo me tomo muy en serio mi trabajo, creo que así debe ser; el problema viene cuando te tomas demasiado en serio a ti mismo, cosa que también me ha pasado y por eso a veces he caído en el ridículo. 

Le afectó mucho la muerte repentina del productor Steve Albini, gurú del rock underground y que siempre hablaba muy bien de Berri Txarrak.  

-Más de lo que me imaginaba. La noticia me pilló de gira en Colombia. Yo salía de un plató tras una entrevista medio surrealista en la televisión, había dormido poco y lo leí en mi móvil montado en un taxi. Todo eso hizo que tardara en creérmelo, como si no fuera real. Grabar con él fue una experiencia única, solo el momento de pisar los estudios Electrical Audio de Chicago y dar el primer guitarrazo fue mágico. Parte de lo que aprendí con él resuena en Payola, el resto forma parte ya de mí como músico. 

Grabó con Ross Robinson en 2011 en su casa de Los Ángeles y, donde, según contó en el programa televisivo de La Resistencia, Beyoncé no pudo pasar un fin de semana ahí porque habíais llegado antes...  

-Verídico. Ross ganó una fortuna cuando inventó el nu metal junto a Korn, y su casa en Venice Beach es simplemente espectacular. Tras el incendio de los estudios de Indigo Ranch, empezó a grabar ahí. Se ve que la alquilaban para eventos y coincidió con unos Grammys o algún sarao por el estilo. Recuerdo el momento: de repente paró la grabación porque debía atender una llamada. A la vuelta nos dijo que era el representante de Beyoncé, que quería alquilar la casa, pero que no nos preocupáramos. Le dijo que no, porque estábamos grabando y que por favor no insistiera. 

¿Cómo ve la actual escena musical vasca? ¿Qué grupos le han hecho tilín en los últimos tiempos?   

-Siempre destaco la variedad de estilos, eso es importante en un ecosistema cultural que se sostiene con pinzas como el euskaldun. Últimamente estoy bastante txotxolo con la ola guitarrera de Iruñea: Tatxers, Borla, Hiuzz... Tienen buenas canciones y algo fresco que inevitablemente se lo va tragando el tiempo, así que hay que pillarlos ahora, ¡no se los pierdan! 

Lisabö han vuelto a sacar un disco y a incendiar los escenarios. ¿Si algún día resucitase Berri Txarrak tendría que ser con temas nuevos y no como un ejercicio de nostalgia musical?  

-Lisabö es el mejor grupo del planeta haciendo lo suyo. Punto. Lo digo de corazón. Berri Txarrak, como grupo de pico y pala y un tanto ingenuo que se montaba en una furgo a comerse el mundo, forma parte de un pasado que no volverá. La nostalgia es lícita e inevitable, algo muy humano; el problema es cuando todo se reduce a eso. Si algún día volvemos, será una celebración colectiva de unas canciones que habrán significado algo importante para mucha gente, y eso es increíble. Pero ahora estoy a otra cosa y disfrutando muchísimo de este Tour Bat. 

¿El plan de futuro es seguir componiendo canciones bellas y puras?  

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-Este disco salió por sorpresa, sin ningún single de adelanto que diera una pista. Entenderá que no voy a empezar ahora con spoilers. 

Y vuelta a empezar 


Un lunes de enero de 2024 saltó la sorpresa en el panorama musical vasco. El frontman de Berri Txarrak, tal vez el grupo de rock más querido de las últimas décadas en Euskal Herria, rompía su silencio.

El disco Hasiera Bat rompía abruptamente con la descarga eléctrica de su banda de toda la vida. La sensibilidad pop que asomaba en algunas canciones de Berri Txarrak baña de delicadeza acústica uno de los discos del año. 


Gorka Urbizu vive una especie de segunda juventud. El artista navarro, de 47 años, reverdece como cantautor folk y la larga espera después del adiós de Berri Txarrak en 2019 ya cobra sentido. La gira de presentación del disco continúa con su recorrido durante el final del verano y el otoño en Donostia, Vic, Burgos, Zaragoza, Salamanca, Santander, Oviedo y Santiago de Compostela, entre otras localidades.