Ayer, día 7 de septiembre, jueves, se cumplía un mes desde que Daniel Sancho ingresara en Koh Samui, prisión tailandesa, por supuestamente haber asesinado y descuartizado al cirujano Edwin Arrieta. Desde entonces, sus padres, Rodolfo Sancho Y Silvia Bronchalo, han vivido un calvario con el resto de sus familiares, que tratan de reunir indicios suficientes para poder defenderlo. Su madre llegó a Tailandia a mediados del pasado mes, mientras que su padre lo hizo esta semana.

No obstante, Rodolfo Sancho no se pronunció sobre el crimen cometido por el cocinero hasta el pasado miércoles. El actor afirmaba ante los medios de comunicación en un tono retador que hacía frente a cualquier circunstancia adversa: “Para esa parte de la prensa que creen que yo estoy por los suelos llorando, eso no soy yo. Hay dos formas de tomárselo cuando vienen las cosas en la vida, como una desgracia o como un reto. Creo que he dicho suficiente. No van a conseguir lágrimas de mí”. Al mismo tiempo, intentó evitar responder en todo momento a preguntas de carácter privado, argumentando que las consideraba “personales”.

El padre de Daniel Sancho, al día siguiente, quiso pedir disculpas ante las cámaras por su actitud. Según explicó, y haciendo una clara referencia a su reencuentro con su hijo en el centro penitenciario, salió de “un momento complicado ahí dentro”. Para suavizar más aún sus declaraciones, añadía: “La imagen que di fue quizás muy dura, quizás prepotente", admitía, pero explicando que siempre había tenido” una sonrisa con la prensa”. Además, Rodolfo subrayaba que es un “mecanismo de autodefensa” que utiliza para sentirse “firme” y para “ayudar” a su hijo. Después de esta comparecencia, se pudo comprender mucho mejor la actitud del padre del cocinero.

Silencio absoluto

Respecto a Daniel Sancho, su abogado Marcos García Montes confirmó que será mañana, sábado, día 9 de septiembre, cuando Rodolfo Sancho abandone Tailandia después de pasar seis días allí. Dado el silencio que ha mantenido su padre ante los medios de comunicación, se desconoce completamente cómo se desarrolló el encuentro que mantuvieron ambos en la cárcel. Lo que sí se sabe es que el chef podría ser enviado a otra prisión del país asiático con condiciones más dura que las actuales, y que tendría por delante un juicio marcado por unas estrictas normas sociales influenciadas por el budismo, religión oficial.