Galder Reguera no puede, o no quiere, ocultar su pasión por el Athletic. Casi todos sus libros tienen que ver con el fútbol, aunque en el último, ‘Libro de familia’, ha hecho un esfuerzo y ha minimizado la presencia de este deporte en sus páginas.

Dice que hace tiempo que no llora por un partido del Athletic, aunque gozó con las victorias de su equipo frente al Barça y el Granada en la Copa y sufrió con las derrotas ante Osasuna y Alavés. Pero no todo es fútbol en su vida y acaba de publicar una novela muy especial, Libro de familia. Es su historia, una historia que comienza el día de Nochevieja de 1974 cuando su madre descubre que está embarazada, el mismo día que su padre muere en un accidente de coche. No habla de la ausencia de la paternidad; más bien de la doble paternidad, porque por una parte aparecía la figura del padre biológico, aunque solo en fotos, y por otro, en la vida real estaba Javi, la persona que desde los tres años ha sido parte de su vida y “ha ejercido de padre para lo bueno y para lo malo, pero siempre a mi lado”, señala Reguera.

¿Se ha desvinculado del fútbol con Libro de familia?

Lo tenía en proyecto hace tiempo, quería un libro en el que la palabra fútbol no apareciera, o no tanto como en los otros.

¿Y ha sido difícil?

No. Cuando he afrontado el fútbol en mi literatura ha sido siempre por una cuestión circunstancial. Para mí es una pasión, y a través de esa pasión intentas ver otras vertientes de tu vida. Hijos del fútbol era un libro en el que fundamentalmente hablaba de la paternidad. Mi intención no era el fútbol, o no solamente el fútbol; era que el lector viera un poco más allá, era la relación de un padre con un niño, en este caso mi hijo el mayor.

Un padre con el que comparte pasión, ¿no?

Sí. En aquel momento era el fútbol, pero también compartimos la literatura, aunque en aquel momento tenía cinco años, a él le gustaba Superpatata y a mí Albert Camus, y sobre esto es difícil establecer conversaciones, que llegarán, pero en aquel momento lo que compartíamos era el fútbol, nuestra pasión por el Athletic.

¿Puede relacionarse Libro de familia como la ausencia de la figura del padre, la ausencia de la paternidad?

No con la ausencia, sino con la doble presencia. Mi padre biológico murió el día en el que mi madre supo que está embarazada de mí. Fue en un accidente, pero nunca he tenido ausencia de padre, porque mi madre se juntó con Javi cuando yo tenía tres años y él ha sido mi padre de facto; mi padre para lo bueno y para lo malo, para las broncas y para la protección. Nunca hubo ausencia de padre, sino todo lo contrario.

Explique eso.

Pues había superpresencia de padre. Estaba mi padre real, el que estaba en casa, y luego mi padre biológico, que era un señor que aparecía en las fotos y del que todo el mundo me hablaba, aunque a mí me molestaba esa presencia.

¿Le molestaba?

Sí, cuando era niño me molestaba. Era una sombra que se proyectaba desde el pasado, no le conocía y era una distorsión en mi familia que me hacía pensar sobre por qué mi familia era distinta. También me hacía pensar que mi familia real, la que tenía en el día a día, había surgido de un hecho luctuoso, del accidente de mi padre biológico. Todos esos hechos me producían cierto dolor, así que esta no es una novela sobre la ausencia del padre, sino sobre la sobrepresencia, porque hay dos padres.

¿Le ha creado eso algún trauma?

De pequeño sí. Por circunstancias, yo no conocía a la familia de mi padre. De hecho, tuve un encuentro en el que uno de mis tíos llegó a poner en duda que fuera hijo de mi padre biológico; no me parecía en las fotos y el apellido paterno comenzó a ser una molestia. Todo lo que sonaba a los Reguera era dolor para mí. Si yo decía que había quedado con mi padre, siempre había alguien que te decía: No es tu padre, es tu padrastro. Ponían una nota a pie de página que no venía al caso. Ahora nadie lo haría, pero antes se hacía de forma sistemática.

Todo eso estará ya superado...

Sí, y tengo que aclarar que yo me he sentido muy feliz en casa. Mis padres nos han tratado muy bien y nos han cuidado mucho. Siempre he tenido dentro determinadas circunstancias que me provocaban cierto dolor, pero lo superé con la edad. Cuando empecé a escribir este libro ya no existía ese dolor y tuve que recordar esos traumas familiares, porque de niño hubo momentos duros.

Usted tiene una pasión por el fútbol ¿moderada, desmesurada, controlada?

Mi pasión está controlada ahora. Digamos que soy un adicto al fútbol en tratamiento. Hace tiempo que no lloro por el fútbol, pero cuando era niño lloraba mucho.

¿No es un poco irracional llorar por un equipo?

Supongo que sí. De hecho Javi, mi padre, me decía: Si esto sigue así, te lo corto, se va a acabar el fútbol. Supongo que puedo considerar que mi pasión por el Athletic está controlada.

Imagino que estará contento con un equipo que pelea estar en la final de Copa...

El resultado que tenemos es bueno o malo dependiendo del partido de vuelta. Me dio pena porque creo que el Athletic mereció más. Fue un día bonito porque pude verlo con mi hijo, al que había prometido llevarle a ver el del Barça, pero cogió la gripe y estaba con 39 de fiebre, así que no pudo ser.

Usted estudió Filosofía, ¿ha ejercido alguna de vez?

Dando clases no, pero cuando la estudié lo hice por vocación. Antes de empezar no sabía si hacer Bellas Artes, Filología o Filosofía, y me decanté por esta última. Quería una vía creativa y Javi, mi padre, me dijo: Yo te pago la carrera, pero no me vengas después llorando con que no tienes trabajo. Así que desde que empecé la carrera comencé a organizar los primero ciclos de filosofía en bibliotecas de Bizkaia. Nunca tuve vocación de profesor.

¿Le falta paciencia?

No es una cuestión de paciencia. Me interesaban más la investigación y la reflexión, estudiar la filosofía para ubicarte en el mundo. No tengo vocación de ser el portavoz de Platón, Aristóteles o Descartes, aunque tengo una experiencia muy bonita: di clase muy poco tiempo para sacarme el certificado de aptitud pedagógica. Hice esas prácticas en el colegio Trueba, en el que yo había estudiado. Tiempo después me vino Iñigo Pérez, entonces jugador del Athletic, ahora de Osasuna, y me dijo: Quería saludarte porque me acuerdo mucho de las clases de Filosofía que me diste. Le dije que nunca me había dedicado a la enseñanza y entonces él me dijo: Sí, estuviste tres semanas de prácticas.

Se sentiría encantado, ¿no?

Por supuesto. Me fascinó que se hubiera acordado, porque eso había ocurrido bastantes años antes. Me dijo que mis clases le habían hecho pensar mucho. Es una historia feliz de fútbol y filosofía.

¿Se puede aplicar la filosofía al fútbol?

En parte sí. El fútbol es lo que es por una cuestión de identidades. En el partido entre el Athletic y el Granada había celebración de una identidad, y eso es una de las vertientes que la filosofía debe estudiar. ¿Cómo se construye el ser humano? ¿Qué parte de cultura hay en esa celebración?

¿Cómo llega a escribir y publicar libros?

Siempre he sido muy lector. En casa siempre ha habido muchos libros. Cuando mis padres nos mandaban a la cama siempre íbamos con un libro: Astérix, Tintín o Spirou. Teníamos estas colecciones de cómic, que he devorado y casi me las sé de memoria. Cuando fui adolescente dejé de leer, supongo que por usos y hábitos. Era muy mal estudiante, me mandaron a Irlanda y mi madre me metió libros en la maleta.

A esa estancia usted la ha calificado de exilio.

Es que es lo que fue. Casi me dijeron: Vete y vuelve reformado, por favor. Me metió libros de Camus, Kundera, Atxaga, Dostoievski? Entre el frío, porque anochecía muy pronto y que la televisión era en inglés, me puse a leer y ya nunca más paré. Empecé a escribir muy poco después, hice un amago de novela, pero era muy malo y lo quemé.

Lo podía haber guardado para la posteridad...

Hay que deshacerse de lo que no está bien.

¿A qué se dedica en la Fundación Athletic?

Soy responsable de proyecto, llevo fundamentalmente el cultural y echo una mano a los responsables de las áreas sociales, de sostenibilidad. También llevo algunos temas de comunicación. Es un trabajo muy intenso que apenas me deja tiempo para escribir, aunque intento sacarlo por las noches para no oxidarme.

¿A qué renuncia para obtener ese tiempo?

He dejado de ver series. Ocupo el tiempo de noche entre leer, escribir y de vez en cuando ver una película. Cuando tienes poco tiempo para escribir debes olvidarte de las tonterías. Cuando no tenía niños, a una línea le daba más vueltas de las que se merecía. De unos años hacia aquí mis libros se desarrollan en capítulos muy cortos; es lo que puedes escribir cuando tienes dos hijos y un trabajo de nueve horas. Ahora aprovecho más el tiempo.

¿Le gustaría tener más tiempo para escribir con relajo?

Me gusta mi trabajo y, qué te voy a decir de mis hijos, tengo menos tiempo, pero lo utilizo mejor.

Es de suponer que sus hijos serán del Athletic...

Sí, claro.

¿Se imagina que le hubieran salido de la Real o del Barça?

Ja, ja, ja? Pues no habría pasado nada. Si tienes que ser del Athletic, lo tienes que ser por convicción y no por imposición paterna. No pasaría nada, y si no son del Athletic, ellos se lo pierden, directamente.

PERSONAL

Edad: 45 años.

Familia: Está casado y tiene dos hijos de nueve y cinco años.

Formación: Es licenciado en Filosofía en la Universidad de Deusto.

Trayectoria: Trabaja en la Fundación Athletic Club en proyectos culturales. Combina su labor profesional, la de padre y la de escritor. Esta última faceta la desarrolla en el escaso tiempo libre que tiene. Los títulos publicados tienen relación con el universo futbolístico, aunque detrás de cada uno de ellos hay aspectos referentes a la vida cotidiana.

Libros: Culturas del fútbol (2008), La cara oculta de la luna (2009), Hijos del fútbol (2017), La muerte de un hincha (2018), La vida fuera de juego (2019) y Libro de familia.