Filósofo especializado en política y demandado analista de los asuntos que más preocupan en este tiempo, Daniel Innerarity dice no distinguir entre estar de vacaciones o trabajando. Ha publicado recientemente ‘Una teoría de la democracia compleja’, y es precisamente la democracia uno de sus temas preferidos a la hora de enfocar su pensamiento.

Dice que las grandes pasiones son aquellas que no podemos justificar, y él tiene varias. Cree que vivimos tiempos en los que los filósofos son muy necesarios para estudiar una realidad que se mueve a velocidad de crucero. Pensar, escribir, estudiar, leer o subir a la montaña son actividades que hace lo mismo un mes de enero que en pleno agosto. Ha celebrado su 60 cumpleaños culminando un 6.000 en los Alpes, cota que hasta ahora no había alcanzado en la montaña. Le gustan el esfuerzo y la soledad, pero este enamorado del pensamiento que en su día se licenció en Filosofía tuvo una primera vocación, la pintura, una pasión que su padre, ingeniero de profesión, no veía con buenos ojos. Hoy está feliz con su elección y se ha convertido en uno de los profesionales más destacados a nivel internacional en su disciplina.

Estamos viendo las últimas decisiones políticas y surgen muchas preguntas, pero hay una por encima de todas, ¿tan compleja es la democracia?

Es más compleja la realidad. La democracia debería estar para solucionar las complejidades que presenta la realidad.

¿Y de qué depende, del sistema o de los políticos?

Soy partidario de fijarnos más en los sistemas, los procedimientos y las instituciones que en las personas que eventualmente las ocupan.

Pero son esas personas eventuales las que van a diseñar los procedimientos que regirán esas instituciones. Y por cierto, cambian cada cuatro años, o incluso antes.

Sí, pero quizá deberíamos diseñar las instituciones de tal manera que fueran capaces de resistir el paso de los malos gobernantes. Esa es la clave.

Llevamos mucho tiempo hablando de malos gobernantes.

Que no cunda el pesimismo. Hay malos y buenos, pero en general, casi todos ellos están utilizando instrumentos del pasado para solucionar problemas del futuro.

Hablando en general, el mundo está gobernado por políticos mediocres, ¿o no?

Como todos nosotros. Como profesor e investigador siempre me siento como una persona incompetente en relación con la magnitud de los problemas que tengo que resolver, y creo que eso nos pasa a casi todos. Venimos de un mundo en el que todos éramos competentes porque resolvíamos problemas de relativa simplicidad.

¿Qué es lo que nos ha complicado la vida?

En estos últimos años todo se ha acelerado de tal manera que no podemos hacer otra cosa que fracasar ante los problemas.

¡Vaya futuro! Hay quien pone en cuestión la democracia. ¿Tiene sentido en el siglo XXI? ¿Hay otras fórmulas mejores?

Claro que tiene sentido. Lo que ocurre es que si la democracia sigue cosechando fracasos como hasta ahora, cada vez resultará más tentadora la idea de organizarnos políticamente sin los formalismos de la democracia. De ahí que el modelo chino, el modelo ruso o los autoritarismos americanos resulten tan sugestivos.

¿Se puede considerar en estos momentos a EE.UU. un país democrático?

La respuesta a esa pregunta es sistémica. Habrá que ver si el sistema político de EE.UU. es capaz de resistir el paso de un gobernante tan nefasto como Donald Trump.

También se habla de gobernantes muy defectuosos.

Pienso que todos los humanos somos bastante defectuosos. Me resisto a creer que tenemos una clase política muy mala y un pueblo inocente que sabe lo que hay que hacer.

Está diciendo que tenemos los dirigentes que nos merecemos, ¿no?

Sí. Ellos están ahí porque no estamos nosotros, o para que no estemos nosotros.

Ha cambiado mucho la política y hasta los filósofos entran en los gobiernos. ¿Eso es bueno o malo?

En el gobierno de Sánchez hay dos [Salvador Illa y José Manuel Rodríguez Uribes], y conozco a uno de ellos, y además también está en política Ángel Gabilondo. Siempre ha habido la figura del filósofo que se entromete en la política, pero hay que respetar la lógica de la política si no quieres llevarte una gran decepción.

¿Se la ha llevado usted?

Yo siempre he sido un aficionado a la política, y al mismo tiempo he sabido que la política es el aprendizaje de la decepción.

Explique lo que quiere decir.

Que ejercer la política es aprender a decepcionarte porque no consigues todo lo que quieres. La política está llena de limitaciones. Es un oficio muy difícil, probablemente el más difícil del mundo.

La política es un mundo de limitaciones y a veces también un nido de corrupciones. ¿También es un reflejo de la condición del ser humano?

Lo importante es diseñar las instituciones de tal manera que no valga la pena corromperse, que corromperse sea muy costoso, que esté muy vigilado y sancionado. No podemos esperar que nos gobiernen unos santos, ni unos personajes superinteligentes. Hay que diseñar las instituciones para la gente normal.

Su planteamiento supondría tirar abajo muchas cosas, por ejemplo todo el sistema judicial.

Si beneficia a que todo se solucione, claro que habría que hacerlo.

¿Qué pinta un filósofo en el siglo XXI?

Intentar hacer frente a una demanda de preguntas y de interrogantes que nos sobrepasan constantemente. Tenemos más problemas de los que podemos resolver, no estamos en paro filosófico. Hay problemas de empleo, pero en cuanto a asuntos que merecen la visión filosófica, hacen falta filósofos, no sobramos.

¿Cuánta gente cree que entiende lo que es un filósofo?

Muy poca. La gente cree que somos personas distraídas, abstractas, que hablamos oscuro? Estos son los tópicos que se vierten sobre nosotros, pero desde Platón hay una tradición que no tiene nada que ver con este tipo de pensamientos. El filósofo es una persona mucho más atenta a la realidad que el resto de sus conciudadanos.

Vamos, que no habitan una realidad paralela y que la metafísica es importante.

La filosofía, la buena filosofía, te ubica para fortalecer la atención a la realidad.

A los políticos no les gusta mucho que la gente piense, ¿por qué meten filósofos en los consejos de ministros?

Es que yo no lo veo así. He trabajado mucho con políticos, aquí y fuera de aquí, y me he encontrado con que muchos políticos buenos se dan cuenta de que necesitan un nivel de reflexión que no es posible desarrollar en la vida política cotidiana tal y como está planteada. No, al menos, con la velocidad e inmediatez con la que se vive actualmente.

El mundo de la cultura se siente penalizado por las decisiones gubernamentales.

No soy capaz de hacer un juicio tan sumario como el que estás planteando. Es posible que todos los sectores de la sociedad sintamos que no se nos presta suficiente atención. Es posible que para un político un reactor nuclear sea más sugerente como proyecto que un teatro, que el cine o que una reflexión filosófica.

¿Estamos preparados para asumir que haya un partido como Vox en una institución como el Congreso de los Diputados? Es una formación que nos hace retroceder casi un siglo con sus propuestas.

Teníamos una idea de la sociedad bastante equivocada. Pensábamos que era una sociedad cuyo ritmo histórico era el de la irreversibilidad. No concebíamos el Brexit, que un Estado se saliera de la Unión Europea, y tampoco pensábamos que ciertas formas de acción pudieran reaparecer.

¿Nos tenemos que acostumbrar a una historia más cíclica que lineal?

O combinar la dimensión lineal con la cíclica.

Volvamos a usted. ¿Ha vuelto a coger algún pincel?

En ciertas ocasiones, pero me he encontrado tan torpe que me he dicho: Solo estoy especializado en una cosa y solo valgo para la montaña y la filosofía. Son mis grandes ocupaciones.

Quería hacer Bellas Artes, ¿en qué disciplina se hubiera sentido cómodo?

No lo sé, pero pasado el tiempo y sin vuelta atrás en ese sentido, es mejor dejarlo estar. No sé si se perdió un gran artista y lo que tenemos es un filósofo mediocre, o al revés. Me imagino que si hubiera hecho Bellas Artes posiblemente hubiera intentado estar en la vanguardia, aunque no sé si con mayor o menor fortuna. De hecho, los pintores que me gustan no son los clásicos; me gusta el arte que está rompiendo clichés y expresándose con ambición y con formas nuevas de manifestarse.

A su padre le demostró que licenciándose en Filosofía se podía comer.

Incluso que se podía cenar también, pero me costó bastante. Los primeros años de vida de un filósofo, cuando se dedica a la universidad, son bastante penosos. Se viaja mucho, hay bastantes horas de biblioteca, se come en comedores universitarios y las becas son bastante modestas.

Una vida que no entraría en la mente de un ingeniero como su padre, ¿no?

Seguramente no, pero si mi padre viviera, se daría cuenta de que los ingenieros también están en esta precariedad laboral que se ha instalado. Vería que el desarrollo de su profesión es también más duro que el que se dio en generaciones anteriores.

¿Él prefería las matemáticas a la metafísica?

Sí, claro que sí, pero fíjate cómo es la vida, a mí me ha salido un hijo matemático.

Justicia poética, que se dice.

Ja, ja, ja? Pues estoy muy orgulloso. Pienso que la discontinuidad profesional en la familia es buena. Respecto al veto parental que tan de moda está, he escrito en Twitter: Si quieres que tus hijos piensen como tú, lo primero que tienes que conseguir es que tus hijos piensen.

Pero es posible que si piensan, quizá no lo hagan como sus progenitores.

Exacto. Lo importante es que todos pensemos, ese es un ejercicio que no podemos dejar de lado.

Sabrá que pensar no está precisamente sobrevalorado...

Lo que está sobrevalorado es cualquier actividad que tenga un rendimiento inmediato.

Toda actividad está concebida para tener rendimiento.

Pero si no es inmediato es vista con escepticismo. Esto ocurre por la velocidad en la que estamos viviendo. Las personas que nos dedicamos a examinar a largo plazo las evoluciones de la sociedad tenemos una serie de dificultades añadidas en medio del ruido en el que estamos. Y no me estoy quejando, expongo la realidad.

No está nada mal que a uno le paguen por pensar...

Lo que no está nada mal es que te paguen por hacer lo que te gusta. Trabajar es lo de la mina y es lo que uno deja de hacer cuando se jubila. No me concibo a mí mismo, si tengo fuerzas y energías, haciendo una cosa distinta de la que hago. Tengo grandes dificultades para distinguir si estoy trabajando o de vacaciones.

¡Vaya! Muchos no sabrán cómo tomarse esta aseveración.

Es que en agosto y en enero yo hago prácticamente lo mismo.

¿Y qué hace?

Ejercicio, leer, estudiar y disfrutar de la vida.

¿De dónde le viene esa pasión por la montaña?

Creo que las grandes pasiones surgen porque uno no es capaz de justificarlas. En la montaña me encuentro muy bien, porque me gustan el esfuerzo físico y la soledad. Celebré mi sesenta cumpleaños este verano subiendo a un seis mil en los Andes. Me es difícil explicar y justificar mis pasiones.

¿Es la cota más alta a la que ha ascendido?

Sí. Cinco miles había hecho varios, pero me apetecía demostrarme que podía ir un poco más allá.

¿Subió solo o en compañía?

En compañía. Fui con un grupo de gente de Pamplona, entre ellos Josema Casimiro, que fue quien junto a Mari Ábrego subió el K2 en los años 80. También él cumplía 60 años.

¿Es una afición compartida en familia?

Sí. Con bastante frecuencia vamos juntos a hacer montaña, esquí de montaña, a esquiar, a hacer senderismo... Me ha salido una familia muy montañera, por suerte.

¿Y el mar?

Yo no soy nada marinero, pero a mi familia, además de la montaña, también le gusta mucho el mar. Es algo que tenemos que negociar a lo largo del año, pero siempre llegamos a un acuerdo.

PERSONAL

Edad: 60 años.

Lugar de nacimiento: Bilbao, aunque ha residido en Pamplona desde los 15 años.

Familia: Está casado y tiene dos hijos.

Formación: Catedrático de Filosofía Política y Social, investigador de Ikerbasque en la UPV y director de su Instituto de Gobernanza Democrática.

Trayectoria: Ha sido profesor invitado en diversas universidades europeas y americanas, como la Universidad de la Sorbona. Doctor en Filosofía, amplió sus estudios en Alemania (como becario de la Fundación Alexander von Humboldt), Suiza e Italia.

Reconocimientos: La revista francesa Le Nouvel Observateur le incluyó el año 2004 en una lista de los 25 grandes pensadores del mundo y ha sido miembro del Consejo de Universidades a propuesta del Senado español. Pertenece a la Academia de la Latinidad y a la Academia Europea de Artes y Ciencias, con sede en Salzburgo.

Libros: Entre las numerosas publicaciones que ha realizado destacan Ética de la hospitalidad, La transformación política; La sociedad invisible, El nuevo espacio público, El futuro y sus enemigos, La humanidad amenazada, La democracia del conocimiento, Un mundo de todos y de nadie, Política en tiempos de indignación, La democracia en Europa, Política para perplejos, Comprender la democracia y ahora Una teoría de la democracia compleja. Toda su obra está traducida a varios idiomas.

Premios: Premio Euskadi de Literatura en la modalidad de ensayo; Premio Ensayo Miguel de Unamuno; Premio Nacional de Literatura en la modalidad ensayo; Premio Espasa de Ensayo; Premio Eusko Ikaskuntza-Caja Laboral de Humanidades, Cultura, Artes y Ciencias; Premio Príncipe de Viana; Premio Internacional Eulalio Ferrer de Humanidades y también Premio Euskadi de Ensayo por Política para perplejos.