El placer del café lento: la historia de la cafetera Pavoni
A principios del siglo XX, en pleno auge de los cafés europeos, un invento italiano cambió la manera de preparar expreso. En 1905 Desiderio Pavoni lanzó una máquina que pronto se convertiría en icono: una cafetera de palanca que ofrecía un café intenso, aromático y lleno de matices
Más de un siglo después, la Pavoni sigue viva, con un diseño casi idéntico al original y una legión de apasionados que la veneran como si fuera un instrumento musical. Porque con esta máquina no se trata de pulsar un botón y esperar. Se trata de un ritual. Primero, elegir un buen grano y molerlo muy fino, como arena suave. Después, cuidar la limpieza y el atemperado de la cafetera, prensar con firmeza el café molido y vigilar el agua que empieza a calentarse en el depósito. Cuando el manómetro o la luz avisan de que está lista, comienza la parte más delicada: levantar la palanca para dejar que el agua se pose sobre el café. Es el momento de la preinfusión, unos segundos de contacto en los que se liberan los aromas y aceites esenciales. Luego, con calma, se baja la palanca y la presión manual hace el resto. Cada gesto influye en el resultado: la fuerza, la velocidad y la constancia del movimiento marcan la diferencia entre un expreso correcto y una taza inolvidable.
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La Pavoni exige atención y práctica. Dos personas con el mismo café, la misma máquina y el mismo agua nunca obtendrán exactamente la misma taza. Y ahí está su atractivo. La satisfacción no solo llega al probar el café, sino al saberse artífice de un proceso que requiere paciencia y precisión.
Café expreso
Pero la experiencia no se detiene en el expreso. La Pavoni también permite trabajar la leche con su vaporizador, otra pequeña ceremonia en sí misma. Escuchar el silbido del vapor, introducir la lanza en una jarra de leche fresca y observar cómo va ganando textura hasta convertirse en una crema sedosa es un gesto que completa el ritual. Cappuccinos y lattes adquieren entonces un nivel distinto, con la espuma justa y ese dulzor lácteo que redondea el café.
En tiempos de inmediatez, esta cafetera reivindica otra forma de entender el día a día. Preparar un expreso en una Pavoni es detener el reloj durante unos minutos, escuchar cómo respira la máquina, oler el café que empieza a abrirse y, finalmente, saborear una taza que habla del cuidado puesto en cada paso en tiempo convertido en placer.
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