Fibra, vitaminas, polifenoles… su concentración es mayor en la piel de frutas y verduras que en el resto de la pieza. Por ello es muy bueno comerla, pero para hacerlo de forma correcta hay que tener en cuenta estos aspectos:

Extremar la higiene

La Agencia Española de Seguridad Alimentaria insta a desechar en el mercado piezas muy dañadas o sucias, transportarlas separadas de carnes y productos de limpieza y guardarlas en la nevera lejos de otros alimentos. Antes de comerlas, déjalas unos minutos en agua con una cucharadita de lejía alimentaria o vinagre y enjuaga muy bien.

Valor nutricional

Las pieles de frutas y verduras suelen ser ricas en fibra, lo que es crucial para mantener un sistema digestivo saludable y regular. Además, contienen una variedad de vitaminas y minerales esenciales, como vitamina C, vitamina A y potasio. Estos nutrientes son fundamentales para fortalecer nuestro sistema inmunológico, mantener una piel sana y promover un corazón y huesos fuertes.

Incluso de la naranja

Cuando la mayoría de las personas comen una naranja, tienden a pelarla y desechar su cáscara. Sin embargo, resulta que la cáscara de las naranjas contiene una gran cantidad de compuestos saludables: es rica en fibra; contiene vitamina C, que es esencial para fortalecer el sistema inmunológico; y también se ha demostrado que los compuestos presentes en la cáscara de las naranjas pueden ayudar a reducir el colesterol y mejorar la salud del corazón.

¿Y la piel de las patatas?

La mayoría de las personas tienden a pelarlas antes de cocinarlas. Sin embargo, resulta que puede ser muy beneficiosa para la salud porque es rica en fibra, lo que ayuda a mantener un sistema digestivo saludable y prevenir el estreñimiento.

… Y dañamos al planeta

Distintos estudios apuntan otro error al tirar la piel de frutas y verduras: desperdiciamos alimento y podemos estar dañando el planeta. Cuando las Naciones Unidas hacen su balance anual de desperdicio de alimentos incluyen las toneladas de pieles comestibles que estamos tirando. Llega a ser un 14%de la producción de alimentos. Lo peor es que esas pieles no se están aprovechando, sino que dejan que se pudran, generando metano, un gas de efecto invernadero. Si no se consumen, lo ideal es echarlo en los contenedores de materia orgánica o en una compostadora, ya que al ser ricas en nutrientes como potasio, fósforo y calcio, al descomponerse se liberan y pueden ayudar a enriquecer el suelo.