“La palabra igualdad se ha manoseado tanto que se ha vaciado de contenido”
“En enero de 2023 había 36 mujeres al frente de otros tantos gobiernos y en enero de este año solo quedaban 25”, explica a DNA, la periodista Nuria Varela
Una cosa sigue siendo la teoría y otra la práctica. La igualdad, sin ir más lejos, está garantizada por ley, pero ni las propias políticas se libran de ver cómo el poder las expulsa. De ello habla en su ensayo El síndrome Borgen. Por qué las mujeres abandonan la política la periodista Nuria Varela, con una dilatada experiencia en puestos de responsabilidad como directora general de Igualdad en Asturias o en la puesta en marcha del primer Ministerio de Igualdad, que que participará el próximo jueves en Vitoria en elCiclo de Igualdad de género Fundación Vital (La Paz 5, 1ª planta de Dendaraba), a las 19.30 horas. La entrada es con invitación pero puede solicitarse en www.fundacionvital.eus y en la Casa del Cordón (Cuchillería 24).
Su último libro se inspira en la serie danesa Borgen, que narra el auge y caída de la primera mujer en convertirse en la primera ministra de Dinamarca, pero cuando se puso a ver lo que pasaba en el Estado, resulta que ocurría lo mismo: Dolores Delgado, Adriana Lastra, Noelia Vera, Mónica Oltra... de todos los partidos y territorios, que anunciaron que abandonaban. ¿Por qué tantas dejan sus cargos?
"Lo que estamos viendo es que más allá de la paridad, el ejercicio del poder por parte de las mujeres tiene un coste demasiado elevado"
–Parece que la igualdad se ha convertido en una palabra vacía de significado político, una palabra que todo el mundo manosea, pero que, realmente, se ha quedado sin contenido. Lo que estamos viendo es que más allá de la paridad, el ejercicio del poder por parte de las mujeres tiene un coste demasiado elevado. Superar el acceso no equivale a eliminar las desigualdades. La serie lo que nos mostró es cómo el poder es una creación masculina que en los últimos años, con el desarrollo de las cuotas de paridad y el acceso de las mujeres a la toma de decisiones, las utiliza a las primeras y las expulsa continuamente en un ciclo al que muy pocas sobreviven, a pesar de sus talentos, capacidad de trabajo, ideas o inteligencia. Es un proceso común a mujeres de todo el arco político. Y Borgen lo cuenta muy bien, los guionistas supieron leerlo para ponerlo de manifiesto.
"Creo que sobre lo que tenemos que reflexionar es en cuáles son los costes o las dificultades y estrategias que utiliza el poder para expulsar a las mujeres de la toma de decisión"
Afirma que se van no porque pierdan las elecciones, sino que renuncian por la violencia que sufren.
–Se renuncia por una serie de razones. Las dificultades de acceso, las identificamos bien: techos y acantilados de cristal, los suelos pegajosos...Que nacen de una serie de barreras comunes a todas las mujeres, pero ahora, estamos empezando a identificar, no ya las barreras para llegar, sino para mantenerse en el poder, porque esas barreras han comenzado a ser desafiadas con las políticas de igualdad, las cuotas, los programas de liderazgo... Pero en lo que me fijo en el libro, y creo que sobre lo que tenemos que reflexionar es en cuáles son los costes o las dificultades y estrategias que utiliza el poder para expulsar a las mujeres de la toma de decisión.
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LAS RAZONES
¿Y cuáles son?
–Hay varias: desde la exclusión de redes estratégicas, el aislamiento relacional, la violencia en redes sociales, las presiones sobre el cuerpo, la salud, el aspecto, la familia, incluso la banalidad del sexismo, con cómo se sucede de manera cotidiana y tremendamente normalizada, pero también todo lo que hemos visto en lo que se ha transformado la violencia política en los últimos años: sobre todo, en redes, de desprestigio, de denuncias anónimas, hasta de querellas abusivas.
LOS DATOS
La ONU dice que no es algo casual, sino sistemático porque el poder está diseñado de tal manera que mete a las mujeres en un ciclo muy corto donde las coge y las expulsa para que no permanezcan ahí.
"No es cierto que haya más mujeres en los lugares de toma de decisiones"
–Sí, claro. La violencia política no es algo que ocurra a una sola mujer, ni que sea algo casual. Naciones Unidas ya la ha definido y hay varios países que han legislado sobre ella. De hecho, cuando empecé a escribir el libro, en enero de 2023 había 36 mujeres al frente de otros tantos gobiernos y el 1 de enero de este año solo quedaban 25. No es cierto que haya más mujeres en los lugares de toma de decisiones. Hay un discurso de velo de la igualdad, de que todo está conseguido y que la paridad es un hecho, cuando la realidad, los datos e indicadores, nos muestran que es todo lo contrario.
Si ellas cada vez están menos en los puestos de decisión, ¿lo que realmente se ha empoderado es el patriarcado?
–Sí, creo que hay una serie de conceptos que se han malversado. Uno de ellos es el empoderamiento que se utiliza hasta para tonterías. Se ha llegado a decir hasta que hay que ponerse los tacones en el poder. Hay una banalización del sexismo y hay un discurso frívolo y superficial sobre el ejercicio de la igualdad. Como dice Laura Llevadot, el poder rosa se viste como el diablo de Prada, porque por debajo de toda esa performance, se siguen asegurando todas las formas de dominación.
En su libro aparecen tres estadios: Primero, cómo la política expulsa a las mujeres. Segundo, cómo lo hace especialmente con las feministas. Y tercero, cómo desaparece del discurso político el feminismo.
–Todo el mundo usa la palabra igualdad, hasta la extrema derecha. Se ha manoseado tanto, que se ha vaciado de contenido. Y eso ha tenido una traducción en las políticas de igualdad, que no afirmo rotundamente que han desaparecido, pero se han convertido por parte de los grupos más conservadores en políticas de familia y por parte de gobiernos progresistas, en políticas de identidad, de diversidad y, especialmente, sociales. Todas son importantes, pero no son políticas de igualdad, que lo que pretenden es acabar con esas formas de dominación, de ese ejercicio de desigualdad que se mantiene detrás. Por poner un ejemplo, la violencia contra las mujeres se pretende atajar desde las políticas sociales, con recursos para las víctimas, que obviamente hay que tener y hacer, pero lo importante es la prevención, que no haya más víctimas. Y eso serían las políticas de igualdad.
LEGISLACIÓN
Una cosa es hacer leyes y otra cosa es que sean realidad. ¿Hasta qué punto los recursos que se destinan Igualdad son los adecuados o suficientes?
–Efectivamente, lo acabas de decir. Las leyes son condición necesaria, pero no suficiente. Por sí solas no modifican la realidad, hay que desarrollarlas con una perspectiva feminista clara, de políticas de Igualdad, clara, de ir al origen, y desarrollarlas, además, con recursos y personal suficiente y especializado. No se puede atender a problemas tan complejos como la violencia y con los índices que sufrimos sin los recursos adecuados, sin el personal suficiente y especializado.
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Entonces, si solo con las leyes no es suficiente, ¿qué más hace falta?
–Políticas de igualdad, sin ninguna duda, que vayan, por un lado, a acabar con la violencia simbólica, con el discurso. Miguel Lorente (experto en violencia de género) repite y a mí me gusta mucho, que el machismo no es un actitud, es una cultura, y además lo explica de una manera muy graciosa, cuando dice que es la primera fake news de la historia. Hicieron creer que eran superiores y hasta hoy. Hay que desarmar esa violencia simbólica, y eso se hace desde esas políticas de coeducación, desde esa prevención de la desigualdad. Sobre esto, empiezo el libro con una provocación porque me pregunto, en el primer capítulo, si deberían de votar los hombres. A la gente le sale una sonrisa porque es implanteable ver hasta dónde llega la violencia simbólica. Sin embargo, los grupos más extremistas en Estados Unidos vuelven a plantearse si las mujeres deben votar. Tenemos una cultura que permite discutir continuamente los derechos de las mujeres. La mitad de las mujeres del mundo no tiene derechos humanos. Afganistán es el ejemplo más extremo más, pero podemos ir a otros muchos lugares. Lo primero es un suelo ético común, que dignifique un mínimo consenso, que evite la negociación permanente de los derechos humanos de las mujeres, como los sexuales y reproductivos, y todo lo que vemos que avanzamos y retrocedemos continuamente. Y políticas públicas de igualdad, serias, rigurosas, bien diseñadas, evaluadas, financiadas y desarrolladas por personas expertas.
¿Cómo debería ser un liderazgo feminista?
–El que evitara todas las formas de desigualdad, que se saliera del marco patriarcal, que parece que tiene que ser violento, autoritario... De hecho, esta semana es un momento muy bueno para hablar de ello porque vemos que se ha puesto un supuesto acuerdo de paz, pero con la paz del fuerte. El liderazgo feminista sería todo lo contrario: alineado con el respeto, justicia e igualdad.