Álava: guardianes de historias
En el corazón de Álava se encuentran pueblos que parecen detenidos en el tiempo, guardianes de historias, paisajes y tradiciones. Urturi, con su parque natural que abraza la tranquilidad y la belleza salvaje; Peñacerrada, un rincón lleno de arquitectura y vida y Pipaón, un pequeño pueblo donde la naturaleza y la historia se entrelazan en cada calle y sendero. En este reportaje, DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA se adentra en estos cuatro destinos que, con su encanto y DNA alavés, invitan a desconectar, a conectar con la esencia del terriotorio y a vivir experiencias que hacen a este territorio único.
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URTURI
Parque natural
Junto al Cerro La Torre y al Alto de los Cerros, situado en un suave barranco en las estribaciones del Parque Natural de Izki, se encuentra el pueblo de Urturi. Por la orografía del lugar, sus casas están situadas a lo largo de una sola calle que va de Norte a Sur, pero que en medio se ensancha como una plaza, donde está situada la parroquia del pueblo, dedicada a la Santísima Trinidad. De sus casas, cabe destacar una construida en la plaza, junto a la iglesia, y con los bajos porticados a modo de soportal, de entramado de madera.
En su pared Norte está el lavadero-fuente-abrevadero, con un pilar coronado con un arco de medio punto cerrado, ya que se usaba antaño para la higiene personal de los habitantes del pueblo. Existe otra fuente con el nombre Fuente del Lugar.
Urturi, en los documentos recogidos a lo largo de su historia, aparece con distintos nombres: en el año 1257 se llamaba Fortuuri, y según los libros correspondía al nombre del señor del poblado, Fortín u ortuño; en 1622 era Orturi como se le llamaba, y Horturi en 1642. Durante su pertenencia a Quintana, estuvo incluida en la hermandad de Marquínez y bajo el señorío que se conocía como tierras del Conde, tuteladas por la Casa de Salinas.
En el siglo XVI pasó al señorío de los Álava. En 1786 se independizó de Quintana y se hizo villa a sí misma, con el título de villa realenga. En la actualidad, Urturi ha experimentado un enorme cambio en sus alrededores, debido a la instalación de un gran campo de golf. Se han construido casas unifamiliares, casas de agroturismo, restaurantes, y un hotel.
Peñacerrada
La Montaña añavesa
Según algunos historiadores, su historia se remonta al siglo VIII, cuando sus primeros moradores se instalaron en el término de Urizaharra. En la Edad Media, en lo más alto estaba el castillo. En el año 1200 el rey castellano Alfonso VIII le concedió los Fueros.
En el siglo XIII sus habitantes transladaron el poblado junto a los caminos que se dirigían a la Rioja desde Álava-Condado de Treviño y desde Castilla hacia Navarra. Levantando murallas para su protección, la denominaron Peñacerrada-Urizaharra.
A lo largo de los siglos su posesión fue muy disputada, tanto por los reyes de Navarra como por los de Castilla, pasando a pertenecer a ambos reinos en diferentes siglos. Siendo navarra durante el reinado de Carlos II, éste la mando fortificar con nuevas murallas, foso, baluarte y barbacana. El día 15 de Noviembre de 1377, Don Enrique II de Castilla se la cedió a su repostero mayor Don Diego Gómez Sarmientos, primer conde de Salinas, pasando después a sus herederos los Duques de Hijar. Durante la primera Guerra Carlista, en los alrededores de la villa se libraron batallas que dejaron su caserío muy dañado. En el lado Sur quedan restos de la muralla y la puerta medieval de arco apuntado, con el matacán de defensa en la parte alta y dos grandes cubos a los lados.
Pipaón
En Lagrán
Pipaón, cuyos primeros registros escritos datan del año 1191, figura como límite jurisdiccional de la villa de La Puebla de Arganzón. Durante el siglo XIII, este enclave aparece mencionado en diversas ocasiones, incluido el fuero de la villa de Treviño. Originariamente, Pipaón fue una de las siete aldeas que formaban parte de la jurisdicción de la villa de Peñacerrada, cuya fundación se remonta a algún momento indeterminado del siglo XIII.
En 1337, Pipaón, junto con Peñacerrada y las demás aldeas bajo su dominio, fue cedida por el rey Enrique III de Castilla como recompensa por los servicios prestados a Diego Gómez Sarmiento, quien estableció su señorío sobre la región.
A partir de entonces, el territorio quedó bajo la autoridad de la Casa de Sarmiento, quienes ostentaban los títulos de Condes de Salinas y, posteriormente, de Duques de Híjar desde el siglo XVII. Incluso en el siglo XVIII, los habitantes de Pipaón aún pagaban un tributo de 24 reales a estos últimos como parte de sus obligaciones feudales, en lugar de los pollos que anteriormente entregaban anualmente a su señor.
Después de siglos bajo el dominio de las Tierras del Conde, los residentes de Pipaón lograron adquirir su libertad mediante la compra del título de villa a la Corona. Este acontecimiento histórico se materializó el 2 de noviembre de 1802, cuando el rey Carlos IV les otorgó el ansiado título, liberándolos así de la jurisdicción de Peñacerrada y de los Duques de Híjar. Como símbolo de esta libertad recién adquirida, se erigió un poste con una cruz y una argolla en la entrada de la villa.
Tras las reformas liberales del siglo XIX, Pipaón se constituyó como municipio independiente y así subsistió hasta 1977. Debido a su reducida población y limitados recursos económicos, el ayuntamiento decidió solicitar su anexión al pueblo vecino de Lagrán. En consecuencia, Pipaón se convirtió en una entidad local menor (concejo) e integró el municipio de Lagrán como parte de su estructura administrativa.
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