La industria de la automoción, clave en el desarrollo económico de Euskadi y Navarra, está viviendo un cambio de paradigma tan vital para su futuro como complicado. La posición de la Unión Europea en el camino hacia la descarbonización es contundente. De hecho, la UE ha puesto fecha al fin de los coches de combustión interna: 2035, marcando así el calendario para la carrera de fondo que supone el cambio estructural del sector.
En cuestión de doce años no se podrá adquirir un coche nuevo con motor térmico convencional ni tampoco fabricarlo. Esta medida obliga a las factorías de componentes de automóvil, de coches y a la industria auxiliar a una transformación radical a favor de la conectividad, la electrificación y la automatización del parque móvil.
En este sentido, Euskadi y Navarra trabajan por colocarse a la cabeza del pelotón europeo. La posición que adquieran ambos territorios determinará su lugar en el mapa estratégico del sector. No en vano, ambos territorios juegan un papel fundamental en el peso de la automoción dentro del Estado español, que en 2019 ocupaba el segundo puesto como fabricante europeo y el noveno como fabricante mundial.
Sin embargo, los retos son varios y acuciantes, no sólo para Navarra y Euskadi, sino para toda la UE, donde el de la automoción es el primer sector industrial con 12,6 millones de empleos, directos e indirectos, y un volumen de negocio que supone más del 8% del PIB de la UE.
La descarbonización obliga a las factorías a una transformación radical a favor de la conectividad, la electrificación y la automatización
Esfuerzo público y privado
Uno de esos retos es el de incrementar la inversión en torno al vehículo eléctrico. El sector demanda más apoyo económico, también a las entidades públicas. De hecho, la puesta en marcha del denominado PERTE del automóvil o PERTE VEC por parte de la Administración central, es decir, la concesión de ayudas por valor de 2.975 millones de euros para la transformación estratégica del sector en favor del vehículo eléctrico y conectado, trata de paliar esa demanda acuciante.
En Euskadi, por ejemplo, las partidas empresariales dedicadas a I+D+i se han incrementado notablemente (en 2021 suponían el 27 % del volumen de facturación). Y cabe una mención especial la gran inversión que llevará a cabo la firma Mercedes en su planta de Vitoria-Gasteiz, la más importante de Euskadi, en la que entrarán en juego 1.200 millones de euros. Se espera, de hecho, que su confirmación sea inmediata y que suponga la perdurabilidad de la factoría durante al menos dos décadas más. Dicha maniobra supone un balón de oxígeno para el sector en Álava. La marca alemana lleva impulsando la producción de monovolúmenes eléctricos desde hace ya varios años en sus instalaciones de Vitoria-Gasteiz. Cerca de 600 empresas viven en torno a la planta, así como 30.000 trabajadores indirectos.
Navarra, por su parte, vive inmersa, desde 2018, en una iniciativa propulsada desde las Administraciones: Naveac Sustainable mobility, cuyo objetivo es el desarrollo de las capacidades industriales de la región en torno al vehículo eléctrico, autónomo y conectado junto a más de 80 empresas navarras. Además, forma parte de la Alianza de Regiones de Automoción, creada en el marco del 150º Pleno del Comité Europeo de las Regiones para fomentar la cohesión territorial de las zonas afectadas por la descarbonización del sector.
En lo que respecta a la iniciativa privada, los esfuerzos se redoblan por situarse a la cabeza en la fabricación de vehículos eléctricos, componentes e incluso baterías. Volkswagen, que pone nombre al máximo exponente del sector de la automoción en Navarra con su planta de fabricación en el polígono de Landaben, pretende que el vehículo eléctrico concentre el 70% de sus ventas en 2030, con todo lo que eso significa para la factoría.