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Editorial

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Víctimas también en el trabajo

Después del silencio. Impacto de los abusos y las violencias sexuales contra las mujeres en la industria del cine y el audiovisual es el título del informe presentado esta semana por la asociación de Mujeres Cineastas y en el que se dice que el 60,3% de las mujeres de este sector cultural asegura haber sufrido algún tipo de abuso o violencia sexual en el espacio laboral. El informe destapa un ángulo particularmente sensible, como es el que ocurre en el trabajo y su resultado constata que se trata de una realidad transversal, que alcanza a las profesionales independientemente de su edad, de su función y de su estatus en la organización.

Este informe es producto de una investigación que llega en el contexto de las últimas denuncias contra destacados profesionales del sector en el Estado y cuyo antecedente más conocido a nivel internacional fue el caso del productor de Hollywood Harvey Weinstein, al que decenas de mujeres del mundo del cine acusaron de aprovecharse de su posición de poder en la industria cinematográfica para abusar de ellas. De hecho, fue aquel escándalo el que desencadenó el famoso movimiento global Me Too, bajo el que miles de mujeres denunciaron situaciones de abuso y acoso sexual ocultos, en muchos casos, durante años por una mezcla de vergüenza, adverso contexto social y temor a las represalias profesionales. Sería ingenuo pensar que lo que descubre esta investigación se circunscribe al mundo del cine, que reuniría unas características singulares propicias para este tipo de comportamientos. La realidad sin embargo dice que violencia sexual y el acoso por razón de sexo en el entorno laboral es fruto de la estructural desigualdad entre mujeres y hombres y tiene un doble impacto, tanto en el bienestar emocional como en el profesional.

El temor a las consecuencias que la denuncia del acoso puede acarrear, incluso a futuro por el estigma para el desarrollo de la carrera profesional de la víctima, actúa como silenciador de una realidad latente que favorece la impunidad de los agresores. El entorno laboral debe ser un espacio seguro para todas las personas, donde se respeten los derechos fundamentales y se garantice un trato digno e igualitario. Y ello es una responsabilidad principalmente de las empresas, desarrollando en sus organizaciones una cultura del respeto y la equidad, adoptando medidas preventivas con protocolos claros contra el acoso sexual y el acoso por razón de sexo y combatiendo espacios laborales tóxicos.