Una negociación veloz teniendo en cuenta los antecedentes propició la semana el acuerdo de coalición para formar gobierno entre los conservadores y los socialdemócratas en Alemania. El líder de la CDU, Friedrich Merz, se convertirá de esta forma en el nuevo canciller, designación que se oficializará a principios de mayo. No es la primera vez que estas dos fuerzas antagónicas comparten la tarea de gobernar el país, pero en esta ocasión era la única fórmula que alcanzaba la mayoría parlamentaria descontada la extrema derecha.
Casi tan importante como el acuerdo en sí, ha sido el mensaje que le ha acompañado, destacando que Alemania “ha regresado” para encarar unos “tiempos históricos” con una coalición “fuerte”. Merz se ha esforzado en transmitir la certeza de que su gobierno es consciente de la tarea que le espera en un contexto complicado y lleno de incertidumbres por la guerra de Ucrania y la desconcertante presidencia de Donald Trump. La gran coalición, como se conoce a la unión de estos dos partidos históricos de la política teutona, tiene ante sí un doble compromiso.
En primer lugar con su país y su economía, en recesión y con problemas estructurales, entre otras razones, por su consumo intensivo de energía, lo que le hizo dependiente de Rusia, un vínculo que la guerra está penalizando de forma severa. Y en segundo lugar, con Europa. Alemania es una piedra angular del proyecto comunitario y las palabras de Merz de que la Unión puede contar con su país son la mejor declaración de intenciones que el resto de socios podía escuchar en medio de las turbulencias.
Para afrontar este nuevo ciclo político, el gobierno va a poder tirar de deuda, una alternativa casi contranatura y que servirá para desarrollar un plan multimillonario de rearme y modernización de las infraestructuras. Además del reforzamiento de la capacidad militar y del rescate de la economía, que pondrá el acento en la digitalización, la coalición se ha comprometido con una nueva política migratoria que combatirá la inmigración irregular y cerrará el grifo al asilo, una enmienda a Angela Merkel, cuyo legado cada vez cada vez está más en cuestión. Alemanes y europeos necesitan que el compromiso entre conservadores y socialdemocratas no descarrile. Excluida pero vigilante se encuentra la extrema derecha, cada vez más fuerte como lo revelan las últimas encuestas, en las que empata en el primer puesto con la CDU.