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Editorial

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Nueva amenaza arancelaria

La escalada de amenazas e imposición de aranceles que practica la Administración Trump sumó ayer dos nuevos hitos dirigidos a la Unión Europea y Canadá –en forma de amenaza– y al sector de la automoción –en forma de imposición–. El impacto real en la industria de nuestro entorno más cercano está por ver aún, en tando la mayoría de las empresas de automoción radicadas en los territorios forales relativizan el impacto de los nuevos aranceles, hasta encarar la letra pequeña del anuncio, pero el estado de caos que genera logra que las grandes marcas europeas se vean castigadas en sus cotizaciones bursátiles. El pulso de toma y daca de lo que en la práctica son sanciones a la importación contiene un componente de desenfoque adicional: si el objetivo de las medidas es promover la competitividad del sector nacional estadounidense, le faltan medidas tanto de reactivación de la demanda interna como de protección de su propio sector de las contramedidas que se le aplicarán en el resto del mundo. Para empezar, la efectividad de las campañas de incentivación de la demanda interna en Estados Unidos, acometidas en el pasado, es relativa. El eslogan “buy american” –compra americano– es una constante recurrente de los últimos cuarenta años. Desde la década de los ochenta hasta el momento actual, no hay administración estadounidense que no haya intentado incentivar, con fondos públicos o exenciones fiscales, un mejor posicionamiento de sus propios productos en el mercdo interior. La demanda interna es el factor que, sobre el papel, administraciones demócratas y republicanas han intentado que la actividad productiva crezca. Las más recientes, las iniciativas del propio Trump en su anterior mandato, pero también de Joe Biden y Barack Obama, al que en su día el Senado de mayoría republicana recortó el alcance de su programa. En Europa han tenido mejor desempeño este tipo de medidas, el Gobierno español las ha utilizado como incentivo a la renovación del parque con motivos ambientales en el pasado y el vasco acaba de anunciar su propio programa con un alcance general a la adquisición de vehículos. La inestabilidad de esta estrategia de aranceles es evidente, pero el impacto que se augura no asegura que el daño infligido sea mayor que el sufrido, por lo que puede acabar siendo suicida.