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Editorial

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La guerra, otro negocio para Trump

Superado el escándalo que supuso el modo en que Donald Trump presentó su propuesta de “reconstrucción” de Gaza, que asimilaba a un resort turístico, lo cierto es que el modo en que el presidente estadounidense afronta y construye mensajes sobre los principales conflictos violentos denota un modo de concebir la política exterior y de seguridad. Trump ejerce de protector del gobierno de Benjamin Netanyahu en su nueva escalada violenta contra la franja en la que fueron obligados a vivir y hoy mueren los refugiados palestinos. Su expectativa apunta a que esa limpieza étnica propicie un espacio de negocio para sus propios intereses, más allá de los meramente armamentísticos –Oriente Próximo y sus sucesivos conflictos en este mismo siglo han sido el tradicional escenario de exposición para lo más moderno del arsenal de Estados Unidos, desde los carros Abrams hasta las defensas antimisiles Patriot–. Pero, atendiendo a la última propuesta del presidente norteamericano, Ucrania le permite testar una nueva estrategia de expansión económica. Comenzó presionando hasta la humillación al presidente Zelenski para obtener una cesión de la explotación de sus minerales raros, algo que acabó consiguiendo merced al chantaje de la suspensión de ayuda militar e inteligencia. Solo unos días de esta forma de presión cambiaron el rumbo del segundo frente abierto por Kiev en territorio ruso hasta hacerlo inviable y situar de nuevo al ejército ucraniano a la defensiva. La oferta más reciente a Kiev ha sido poner bajo control estadounidense las centrales nucleares de Ucrania. No ha ofrecido, en aras de la seguridad colectiva y de la propia estabilidad del suministro energético para la población ucraniana, la implicación técnica y la capacidad económica estadounidense para estabilizar las centrales y sacarlas del foco de los ataques rusos o su ocupación militar mediante un despliegue de interposición. Lo que ha sugerido ha sido hacerse cargo de su propiedad, lo que equivale a poner la soberanía energética de Ucrania en manos de intereses privados extranjeros cuya prioridad no tiene porqué ser la garantía de las necesidades de la población sino aportar energía barata a proyectos industriales de EEUU –la extracción y procesamiento de tierras raras, por ejemplo– La guerra es también un negocio de ventajistas.