El estrepitoso desmoronamiento del régimen de Bachar Al Asad tras trece años de guerra después del avance relámpago de las fuerzas rebeldes en tan solo doce días de ofensiva debe traducirse en una oportunidad para la instauración en Siria de una paz duradera mediante un sistema democrático que garantice el respeto a las libertades y derechos civiles, políticos y religiosos. A pocas horas de la toma ayer de Damasco por parte de los grupos opositores se está muy lejos aún de que esa esperanza pueda materializarse. La euforia, armas a lo alto, de los combatientes de la heterogénea y contradictoria amalgama que componen las fuerzas rebeldes –varias de ellas, islamistas radicales–, el derribo de los símbolos que representan la sangrienta dictadura entre gritos de “libertad”, la huida del derrocado presidente y las manifestaciones de júbilo por parte de la población –imágenes habituales en situaciones similares– hablan a las claras de esa esperanza, pero también del caos, la confusión y la incertidumbre que reinan ahora en Siria. La intervención del ejército de Israel tras dar por “colapsado” el Acuerdo de Separación con Siria añade aún mayor desconcierto e inquietud. La larga dictadura de la saga de los Al Asad, que ha durado medio siglo, la guerra, en la que han operado sobre el terreno intereses geopolíticos ajenos al país –en especial, de Rusia e Irán, por una parte, y Turquía, por otro, con intervención puntual también de Estados Unidos y la UE– han dejado muchas heridas abiertas y un país por reconstruir de arriba abajo. Queda por ver la capacidad e intención reales del primer ministro sirio, Ghazi al Jalali –y, por tanto, un hombre del régimen de Al Asad–, que ha declarado su disposición a la celebración de elecciones libres y a colaborar con la nueva autoridad. La caída del régimen sirio abre una nueva era no exenta de riesgos, lo que ha generado la lógica expectación y preocupación en el mundo. Diversos países europeos, como Alemania y Francia, mostraron ayer su satisfacción, mientras que la Unión Europea se ofreció para trabajar en esta “oportunidad de libertad y paz”. Los próximos días serán claves en la evolución de los acontecimientos para evitar más baños de sangre y enfocar el conflicto hacia la consolidación de las ansias de paz y libertad que el pueblo sirio merece.
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