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Editorial

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El potencial emergente

La cumbre de las economías emergentes se celebra bajo la denominación de grupo BRICS+ en atención a las iniciales de los países fundadores, aunque ahora va más allá. Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica son los Estados con mayor que más se han desarrollado en este siglo, aunque –con la excepción de China– su potencial es superior a su desempeño. La decidida intención del la primera economía de Asia de crear un entorno de influencia e intereses comerciales y financieros alternativo a los países del G-8 (las potencias occidentales más Japón y la UE) atrajo a su esfera de intereses a una serie de aliados menores en lo económico pero serios antagonistas geoestratégicos de Occidente, como Irán o Venezuela. La integración de estos regímenes –tan desestabilizadores políticamente– en el área de influencia BRICS+ no garantiza que su agenda particular obre en beneficio de sus socios. Pero lo que es innegable es que este bloque suma el potencial para marcar el próximo ciclo económico y político internacional. En conjunto, contienen el mayor potencial humano, capacidad productiva y acceso a materias primas del globo. La adhesión a la esfera de intereses que, hoy por hoy, define y prioriza China opera en beneficio del régimen de Beijing. A excepción de India, aún en fase inmadura para competir con él en materia de servicios y manufactura tecnológica, el resto aportan un entorno de suministro privilegiado de materias primas –especialmente energéticas– cuya capacidad de transformación está aún hoy fundamentalmente en China y potencia el crecimiento de su economía. La inercia de identificar el antagonismo económico y geopolítico de Occidente con los dos regímenes totalitarios de Asia y Europa no debería extender la consideración al conjunto de economías emergentes –Brasil, Sudáfrica, India y otras menores como Arabia Saudí– que pueden hacer de ellas en conjunto un socio más que interesante o un rival formidable. En ese marco, sin renunciar al rigor en materia de derechos humanos, Europa precisa potenciar una diplomacia cooperativa con cada uno de ellos, consciente de sus necesidades y expectativas y capaz de tejer una relación de mutuo beneficio. De lo contrario, las políticas de autoprotección acabarán convirtiendo la hipótesis de la rivalidad y dependencia de China en una realidad.