La orden dictada el viernes por la Corte Internacional de Justicia de la ONU (CIJ) en la que exige a Israel que “detenga inmediatamente su ofensiva militar y cualquier otra acción en la gobernación de Rafah que pueda imponer al grupo palestino en Gaza condiciones de vida que puedan causar su destrucción física” es taxativa. Esta resolución debería ser automáticamente acatada por el Gobierno israelí y, en consecuencia, suponer el cese de la ofensiva de su ejército sobre esta ciudad del sur de la Franja de Gaza, último refugio de decenas de miles de civiles palestinos. La decisión del Tribunal de Naciones Unidas impone también a Tel Aviv que mantenga abierto del paso de Rafah para garantizar la entrada de ayuda humanitaria urgente, así como que permita el acceso a toda la Franja sin impedimento alguno a las diferentes comisiones u organismos de investigación de la ONU cuyo objetivo sea “investigar las denuncias de genocidio”. La orden de la CIJ incide, por tanto, en los tres elementos clave que caracterizan la actual ofensiva israelí sobre Gaza: la masacre sobre la población civil, la crisis humanitaria –que califica de “catastrófica”– y el posible genocidio que pudiera estar perpetrando el Gobierno de Netanyahu. Por contra, la resolución no exige el fin de la operación en Gaza, lo que también es significativo. En cualquier caso, Israel continúa negando que su ofensiva esté dirigida a la destrucción total o parcial de la población palestina. Ayer mismo mantuvo sus operaciones sobre Gaza y, lo que es más grave, vuelve a hacer caso omiso a este fallo judicial que, sin embargo, es vinculante, por lo que debería acatarlo de manera inmediata y sin reserva alguna. Con su inaceptable actitud, Israel está haciendo caso omiso a todas las advertencias de la comunidad internacional –desde el punto de vista de la justicia, la diplomacia y la política– y a la gran mayoría de la población que le exige el fin de las matanzas en Gaza. El reconocimiento del Estado palestino por parte de España, Noruega e Irlanda y la consiguiente represalia de Tel Aviv –con la irresponsable torpeza de la vicepresidenta Yolanda Díaz mediante– son otra muestra de que Israel se está quedando aislado internacionalmente salvo en el caso de EE.UU., cuyo apoyo y ayuda a Netanyahu están cada día más en entredicho, más aún tras este contundente fallo del Tribunal de la ONU.