El comportamiento del sector bancario ante el reto de reactivar el crecimiento económico y su trato a los ahorradores muestra diferencias sobre la pauta que, con carácter general, marca la política del Banco Central Europeo (BCE) en la Zona Euro. Los tipos de interés récord desde hace 23 años, que el BCE no tiene previsto modificar al menos hasta junio, buscan contener una inflación que está respondiendo a la receta. Pero también tiene efecto directo en el incremento de los márgenes del sector bancario: con tipos altos, la banca gana más. En paralelo, hay menor demanda de crédito precisamente por el precio del dinero, factor de contracción de la inversión empresarial, y eso ya no resulta tan positivo. Los tipos altos desincentivan el endeudamiento productivo y el consumo. Pero, como decíamos, el comportamiento del sector no es equilibrado en la zona euro. Fuera del Estado, se premia más el ahorro como mecanismo de liquidez para las entidades financieras, lo que redunda en su disposición a facilitar el crédito inversor. En cambio, en el Estado hay un fenómeno de contracción del segundo que redunda en una menor necesidad de esa liquidez y apunta a un círculo vicioso. De momento, la captación de recursos en el mercado no es una prioridad en el negocio bancario del Estado. La media de remuneración de depósitos de los ahorradores se sitúa en torno al 2,3% mientras en el resto de la Zona Euro ronda el 3,5%. Las condiciones de concesión de hipotecas también experimentan un comportamiento dispar: la banca francesa y alemana flexibilizan las suyas, mientras la española e italiana mantienen el rigor. La legítima orientación del negocio bancario de cada operador en un mercado en competencia no está reñida con una visión más amplia del papel de las entidades financieras en el desarrollo de la economía. Durante décadas se ha fijado un modelo de crecimiento orientado a crear riqueza desde la actividad; ésta se sostiene con inversión en modernizar los sistemas productivos y comerciales y el crédito que la financia es imprescindible para dar fluidez al sistema. El riesgo de que la balanza se desequilibre en el beneficio inmediato del sector bancario puede provocar a largo plazo una crisis de liquidez del sistema productivo por falta de riego crediticio. Esto sería un problema para todos.