La victoria electoral de Javier Milei es otro éxito del populismo en democracia y deja a Argentina en la antesala de un abismo político, económico y social. Milei sigue la estela de Donald Trump y Jair Bolsonaro, cuyas propuestas disfrazadas de libertad ganan adeptos en la derecha española, en detrimento del estado social y de la regulación de las relaciones financieras y económicas. Milei ha acertado al concentrar su mensaje en la inflación desbocada del país y en ofrecer una solución simplificada que la ciudadanía reconoce porque, de facto, la practica dentro de sus posibilidades: la dolarización. Los salarios argentinos buscan estabilidad, ante un alza sistemática de precios que supera el 100% anual, cambiando los pesos en los que cobran sus salarios por dólares. La simplicidad de anunciar que ese camino llevará a la estabilidad haciendo desaparecer la moneda propia es una ensoñación que ha convencido a una mayoría. Argentina carece de recursos en dólares para acometer semejante medida, debería buscarlos a precios exorbitados, en tanto su deuda ya es brutal y su prima de riesgo irá en consonancia. Difícilmente el FMI, al que Argentina debe uno de cada tres dólares prestados en toda la historia del organismo, podrá satisfacer esa estrategia. Sin contar con el hecho de que la medida dejaría la economía argentina a expensas de las políticas monetarias de la Reserva Federal de Estados Unidos, definidas por la realidad de su propia economía y no de las ajenas. Lo que antecede a implementar la medida estrella es la radical descomposición del modelo de asistencia social, la desregulación del mercado laboral y la liquidación del Banco Central, con la consiguiente desaparición del control sobre el sector bancario. Un precipicio económico de impacto social trágico en un país con un 35% de su población bajo el umbral de la pobreza. La lección argentina describe el fracaso del populismo de izquierda y la reacción contraria de una población – especialmente juvenil– sin referente seducida por propuestas prácticamente esotéricas. Hay un fenómeno de creciente desocialización de parte de la ciudadanía que aleja las democracias de la solidaridad, la corresponsabilidad en el bienestar y la búsqueda de políticas compartidas realistas que la polariza entre una derecha y una izquierda de soluciones mágicas.