a invasión rusa de Ucrania que ha dado lugar a una cruel guerra a las mismas puertas de Europa cumple hoy dos meses de horror, muerte, crímenes, violaciones, fosas comunes, destrucción y desplazamiento de millones de personas en medio de una crisis humanitaria sin precedentes desde la II Guerra Mundial. Pese al tiempo transcurrido, no podemos “acostumbrarnos” a la barbarie ni olvidar quién la ha provocado, por qué y para qué ni, por supuesto, sus consecuencias. Estos sesenta días de guerra han mostrado las intenciones reales de Vladímir Putin, su verdadero rostro, sus objetivos, sus métodos, sus mentiras y desprecios y su miseria moral. El cumplimiento de estos dos meses de invasión ha coincidido con el inicio de una nueva fase de la guerra, con el reconocimiento por parte del régimen totalitario de Rusia de que los objetivos de su operación militar son ahora la toma del control total tanto del sur como del este de Ucrania, una franja que va desde Járkov y todo el Donbás hasta Moldavia, uniéndola con Crimea y arrebatando a Ucrania cualquier salida al Mar Negro. Se trata de la constatación, ya iniciada por la vía de los hechos, de que Rusia pretende extender hacia el oeste su dominio totalitario e imperialista, partiendo de nuevo y anexionándose territorio ucraniano. Las falsas excusas de Putin respecto a la “desnazificación y desmilitarización” de Ucrania para justificar su ilegal actuación tras haber negado previamente una y otra vez que fuese a invadir el país vecino han quedado en evidencia. Nada hace suponer que Putin vaya a conformarse con ello. El presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, ha advertido de que el ansia expansionista ruso puede alcanzar a los países bálticos y Polonia, y su amenaza podría llegar aún más al oeste. No hay duda de que Putin está lanzando, desde el terror y la barbarie, un peligroso desafío a la paz mundial y al orden internacional bajo su amenaza de poder militar, nuclear y económico. Sus actuaciones y las de su ejército en estos sesenta días de invasión constatan que no se detendrá ante nada y que utiliza y utilizará la vía de la negociación como un arma de guerra más. Europa, la OTAN y la ONU, con las manos atadas, se limitan al envío de armas y personal para verificar los evidentes crímenes de guerra cometidos. Mientras, las masacres y el avance ruso continúan, sin que se adivine dónde se detendrá.
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