a investidura hoy de Alfonso Fernández Mañueco como presidente de Castilla y León es la constatación de que el PP traspasa una peligrosa línea roja al auspiciar e impulsar por primera vez en la historia en el Estado, la presencia de la ultraderecha en un gobierno. Fruto de un pacto que contiene apartados indignos desde el punto de vista democrático alcanzado entre el PP y Vox, Mañueco revalidará su cargo gracias a que sentará en su consejo de gobierno a un vicepresidente y a tres consejeros de la extrema derecha que lidera Santiago Abascal. Castilla y León se convierte así en una excepción no solo en el Estado sino en la Europa más exigente con los parámetros democráticos de los partidos y que tiene planteado un cordón sanitario a las formaciones ultraderechistas, máxime dentro de los gobiernos. No se trata únicamente de la catalogación ideológica y, en virtud de la misma, la exclusión de un partido legal. El acuerdo del PP con Vox incluye, por ejemplo, una futura ley, ya en previsión normativa, contra la “violencia intrafamiliar” en clara contraposición a las normas contra la violencia machista o de género. Asimismo, y frente a las leyes de memoria histórica, el nuevo Ejecutivo de Mañueco tiene previsto, según el pacto, tramitar antes del 30 de junio una normativa “en materia de concordia”. Son claros ejemplos de que el PP ha asumido parte de los postulados de la extrema derecha en asuntos tan sensibles como la violencia machista y la memoria con el fin de rebajarlos o diluirlos mezclando conceptos y realidades en un claro guiño a las posturas negacionistas, lo que raya la infamia. La toma de posesión del nuevo gobierno castellanoleonés tiene lugar en el estreno de Alberto Núñez Feijóo como nuevo líder del PP. Con su silencio o aquiescencia, su partido sienta hoy un precedente alarmante y peligroso que condiciona su gestión desde los mismos cimientos de su proyecto político. Feijóo tiene muchos retos por delante, pero el de los pactos con la extrema derecha, junto al de la corrupción que no abandona en ningún momento a su partido, no es el menor de ellos. El próximo ciclo electoral afronta hitos como el de Andalucía, donde a buen seguro el PP volverá a necesitar apoyos para gobernar y Vox estará dispuesto a dárselos al alto precio que suele. La cuestión es si Feijóo está dispuesto a pagárselo de nuevo.
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