a brutal e ilegítima invasión de Ucrania por parte de Rusia tiene claros objetivos expansionistas que siempre han estado en el ánimo de Vladimir Putin, pero también tiene como finalidad estratégica última la imposición de un nuevo orden mundial. Tanto Estados Unidos como la OTAN, la Unión Europea y Gran Bretaña habían advertido durante las últimas semanas de la indudable intención de Putin de invadir Ucrania y de que la operación iba a llevarse a cabo de manera inmediata, según las informaciones de los servicios secretos sistemáticamente desmentidas y calificadas por Rusia de “histeria”. La preocupación, como se ha comprobado, estaba más que justificada. Asimismo, las potencias occidentales consideraban que el Kremlin buscaba acabar con el Gobierno ucraniano e implantar un Ejecutivo títere al servicio de los intereses rusos. El segundo día de la ofensiva relámpago sobre Ucrania, la inesperada rapidez, violencia e intensidad del despliegue y la realidad sobre el teatro de operaciones, con la llegada de las tropas rusas a la capital Kiev, parecen indicar que este segundo objetivo es también muy verosímil. Máxime, tras el llamamiento del propio Putin al ejército ucraniano para que tome el poder -es decir, que dé un golpe de Estado- frente a Volodímir Zelenski, un presidente que se siente, al igual que la población de su país, abandonado por occidente y aislado. La incapacidad de la Unión Europea, huérfana de un sistema propio de defensa, para actuar e influir, la imposibilidad de la OTAN para intervenir militarmente al no ser Ucrania miembro de la Alianza Atlática, y la inhabilitación de la ONU para actuar por su propia naturaleza, organización y funcionamiento -como pudo comprobarse ayer- están dejando a Putin el camino expedito para llevar a cabo todos sus planes. Las sanciones económicas impuestas a Rusia y a sus dirigentes por EEUU y la UE son sin duda duras pero ni van a detener la guerra ni van a impedir la más que posible desaparición de facto de Ucrania como país soberano. Vista la experiencia, nada ni nadie garantiza que, tras Ucrania, el dictador ruso no vaya a extender por la fuerza sus indudables ansias expansionistas. Está en juego la vida de millones de personas, el derecho internacional, la soberanía de las naciones y un nuevo orden mundial im-puesto desde la tiranía a sangre y fuego.