a pandemia continúa golpeando con fuerza en Euskadi. La sexta ola alcanzó su pico máximo el pasado 11 de enero, cuando inició un “descenso lento” en todos los indicadores, pero los nuevos contagios siguen contándose por miles. No se está produciendo, por tanto, la bajada abrupta que algunos expertos preveían como posible. La situación es de cierto alivio, aunque dentro de un escenario aún muy complicado desde el punto de vista epidemiológico con impacto en el sistema sanitario que ninguna organización puede asumir sin resentirse. En los últimos días, los sindicatos y asociaciones del sector de la salud han denunciado el “colapso” de Osakidetza, centrando las críticas en la Atención Primaria y subrayando una presunta falta de dotación económica, el “abandono” del modelo público de salud y la falta de personal, incluso con una gran movilización el domingo en las capitales vascas. Nadie puede negar que la pandemia está condicionando el normal funcionamiento de centros de salud y hospitales -la consejera, Gotzone Sagardui, y la subdirectora para la Coordinación de la Atención Primaria, Susana Martín, lo reconocieron ayer en el Parlamento-, pero es necesario situar el debate con honestidad y en sus justos términos. Euskadi tiene -sigue teniendo- los mejores servicios sanitarios del Estado, situándose en cabeza del ranking según datos objetivos e informes independientes como los de la Federación de Asociaciones para la Defensa de la Sanidad Pública, en los que se analizan el gasto per cápita en sanidad, las camas y profesionales sanitarios por cada mil habitantes, el gasto farmacéutico, la privatización de los servicios o las listas de espera. Y es también la comunidad que más invertirá en 2022 en sanidad, con casi 2.000 euros por ciudadano/a, un 4% más. En cuanto a la falta de algunos profesionales de Medicina de Familia y Pediatría (198 vacantes), se trata de un problema estructural en el ámbito competencial del Estado por falta de previsión formativa en estas especialidades. Todo es mejorable, en especial en la gestión de esta pandemia, y es necesario seguir haciéndolo, pero la solución no está en la simplista reivindicación de “más inversión” y “más personal”, aunque bajo esta pancarta sindical, y aprovechando el lógico y comprensible cansancio de los profesionales, pueda agitarse a los trabajadores y a la ciudadanía en favor de otros intereses.
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