os mensajes de incomodidad, primero, preocupación, después, y finalmente de severa advertencia permiten testar la relación del PNV con el Gobierno de Pedro Sánchez. Los acuerdos con el Ejecutivo español no acaban de ser firmes y la dilación de tiempos en su cumplimiento ya no aparenta una mera dificultad sino una falta de voluntad. La ruptura del entendimiento es ahora mismo una posibilidad real en la relación entre Sánchez y el PNV, como advirtió ayer el responsable de política institucional jeltzale, Koldo Mediavilla. El Gobierno español bordea sistemáticamente el incumplimiento flagrante de sus compromisos y abusa de la percepción de que la alternativa a su gobernanza sería peor en manos de la derecha. Ese cántaro lleva demasiados viajes a la fuente del entendimiento y este empieza a ser imposible. No bastan ya las declaraciones de reconocimiento como socio preferente y es preciso que se llenen de un contenido que, además, está definido. No se trata solo de la transferencia del Ingreso Mínimo Vital (IMV), que debería haber cerrado hace semanas, ni del incumplimiento del conjunto del calendario de transmisión de competencias al Gobierno Vasco. A los procesos incumplidos se suman iniciativas nuevas en las que el gabinete de Sánchez maltrata y ningunea a sus socios, como en el caso de la reforma laboral o la ley audiovisual. Y, a este estado de cosas, se añaden preocupantes gestos unilaterales de centralización mediante leyes básicas anunciadas para el período legislativo de 2022 que estarán condenadas a la confrontación por invasión de competencias si no se consensúan previamente. Sánchez debe entender que dejará de ser un socio fiable y el margen de confianza de presentarse como el menor de los males posibles no le puede durar si pretende consolidar la estabilidad de la legislatura. De hecho, la sospecha de que su prioridad empieza a ser construir una plataforma electoral a su medida durante este ejercicio gana peso pero le llevaría inevitablemente al desencuentro con los socios de su investidura. Resulta más que lícito preguntarse la utilidad de sostener la acción de su gobierno si esta no es sensible a sus demandas, lesiona el autogobierno vasco y supedita su lealtad a una estrategia electoral que le distancia de sus socios, como pretende la oposición del PP. Debe tomar muy en serio las advertencias porque Sánchez puede ser un presidente por consensos externos o no serlo.
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