ientras tanto el anteproyecto de Ley de Memoria Histórica y Democrática aprobado por el Gobierno Vasco el 28 de julio como el anteproyecto de Ley de Memoria Democrática alumbrado por el Consejo de Ministros el 20 del mismo mes continúan sus respectivos trámites parlamentarios -en el caso de la norma española, con más incertidumbres dada la minoría en la que se halla el Ejecutivo y las diferencias entre sus socios-, Euskadi sigue llevando a cabo su labor de recuperación de los cuerpos de las víctimas de la guerra civil y de esclarecimiento de lo sucedido durante la contienda que siguió al golpe de Estado fascista de 1936. Hasta el momento, en los últimos años se han recuperado en los territorios de la CAV los cuerpos de 110 personas sometidas a desaparición forzada en 46 exhumaciones diferentes. Una labor que, pese a las dificultades, debe continuar. En este sentido, el inicio ayer de los trabajos para recuperar los restos de otras 60 víctimas -según los datos documentales extraídos de los diversos registros existentes- inhumadas en el cementerio de Begoña en Bilbao supone un paso más en el compromiso con el rescate de los cuerpos de quienes murieron de forma injusta, el esclarecimiento de la verdad y la restitución de la memoria tanto de los damnificados y sus familias como la colectiva. En ese más de medio centenar de víctimas enterradas en Begoña hay, posiblemente, gudaris y milicianos, pero también civiles que perdieron la vida en bombardeos u otras circunstancias de la guerra. Muchas de sus familias desconocen a día de hoy el lugar y la fecha de su muerte, un silencio y un olvido insoportables por parte de las instituciones. De ahí la importancia, ocho décadas y media después, de continuar con la búsqueda y de sacar la verdad a la luz, por humanidad y por higiene democrática y cívica. La labor memorística no está resultando sencilla. Los impedimentos impuestos hasta ahora por los sucesivos gobiernos españoles -la situación en el denominado Valle de los Caídos, con miles de víctimas enterradas de manera forzosa, es paradigmático- han impedido el necesario esclarecimiento de la verdad y el reconocimiento de las víctimas. Y, con ello, la justicia debida a los damnificados. La labor que se está haciendo en Euskadi de mano de Aranzadi y el instituto Gogora es prueba de que la voluntad abre camino a la verdad y la memoria pese a las trabas.
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