a inmersión en la nueva normalidad después de haber dejado atrás, con mucho sacrificio colectivo, los tiempos más duros de la pandemia está teniendo altibajos, con elementos y actitudes que no pueden dejar de preocupar pero también con datos para la esperanza. La evolución del virus en Euskadi desde la desactivación de la emergencia sanitaria y, con ello, el fin de las restricciones más duras el pasado 7 de octubre arroja un balance con luces y sombras que conviene tener en cuenta. No hay en ello elementos para la sorpresa, ya que era previsible que, tal y como advertían los expertos, la ausencia de limitaciones podría provocar un aumento de los contactos personales y un relajamiento en la adopción de las medidas de prevención. Desde entonces, la incidencia del covid-19 ha ido experimentando un lento incremento. Los datos de la última semana en la CAV indican una estabilización en el paulatino y relativamente pequeño crecimiento de la pandemia, con un número similar de nuevos positivos y con el índice reproductivo básico manteniéndose en el 1,06. La presión hospitalaria también tiende a la estabilización y sigue estando muy por debajo de lo alarmante y se ha reducido el número de fallecimientos. Todo ello -con la vacunación en porcentajes de inmunización total ya superiores al 90% entre la población de mayores de 12 años y con más de la mitad de los mayores de 90 años habiendo recibido la tercera dosis- muestra un escenario en el que puede considerarse que la pandemia está bajo control. Sin embargo, el objetivo debe ser más ambicioso. Prácticamente desde el principio, Euskadi se ha marcado como meta el de mantener una tasa de incidencia acumulada en 14 días por debajo de los 60 casos por 100.000 habitantes, un propósito que ya se alcanzó y debe seguir siendo ineludible y del que poco a poco nos estamos alejando, ya que la CAV se sitúa ya en los 86,65 casos, 10,5 puntos más que hace una semana. Resulta obvio que, aun lejos de la alarma, es obvio que el virus no ha desaparecido y continúa constituyendo una amenaza a la que hay que seguir haciendo frente. La vacunación -en un momento en el que se prevé generalizar la tercera dosis- y el mantenimiento de las medidas de prevención básicas -uso de mascarilla, evitación de aglomeraciones e higiene de manos- siguen siendo necesarias como garantía de la salud de todos y todas.
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