a violación múltiple denunciada este pasado fin de semana contra dos jóvenes -una de ellas vasca- perpetrada por cuatro varones de entre 20 y 30 años en un piso turístico asturiano ha causado una vez más conmoción e indignación en toda la sociedad, en especial en las localidades de las que eran vecinas las víctimas, Bergara y Gijón, que ya han mostrado su condena absoluta. A falta de los resultados de la investigación y las resoluciones judiciales que se adopten -de momento, la jueza decretó ayer prisión provisional sin fianza para dos de los acusados-, los hechos descritos por las jóvenes que han denunciado este injustificable acto de violencia machista guardan características similares a otros casos de violaciones grupales. El hecho de que los agresores y las víctimas contactaran por medio de las redes sociales, el modo en el que se iban sumando al encuentro de las chicas los posteriormente atacantes -primero uno queda con ellas, otro se añade durante el camino al piso y los otros dos esperan en la habitación, lo que convertiría lo acontecido en una encerrona- y, ante la superioridad física y numérica, las obligaran a mantener relaciones supone un patrón de comportamiento típico de los depredadores sexuales que tiene muy conocidos antecedentes. Aunque los presuntos violadores alegan que no hubo agresión física y que las relaciones fueron “consentidas” -exculpación también muy habitual en este tipo de casos-, este ataque se produce a apenas quince días de la aprobación por parte del Consejo de Ministros del proyecto de Ley Orgánica de Garantía Integral de la Libertad Sexual -conocida como la ley del solo sí es sí-que explícitamente define el consentimiento expreso, sin exigencia de que concurran violencia o intimidación al establecer que: “Solo se entenderá que hay consentimiento cuando se haya manifestado libremente mediante actos que, en atención a las circunstancias del caso, expresen de manera clara la voluntad de la persona”. Es decir, que si no hay un consentimiento “libre” y “claro” se considerará agresión sexual. Aunque la ley aún no está en vigor -le queda un largo recorrido de debate y aprobación en las cámaras legislativas-, es imposible ya sustraerse a su espíritu, que cuenta con un amplio consenso social. Es, en cualquier caso, la vara de medir social de esta nueva, lamentable y execrable agresión machista.
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