l previsto como último Consejo Europeo del año, que se inició ayer y debe culminar hoy en Bruselas, va más allá de las propuestas sobre coordinación en la respuesta a la pandemia o el cambio climático que plantea su agenda. Ni siquiera el desbloqueo de los 1,8 billones del presupuesto plurianual de la UE -y por tanto de los fondos de recuperación- es el punto más candente a tratar por los jefes de estado y gobierno de la UE tras el principio de acuerdo con Hungría y Polonia. Lo que planea sobre el Consejo que preside Charles Michel es el eterno bloqueo de las negociaciones con Londres sobre el brexit y sus previsibles consecuencias cuando quedan tres semanas para que este se haga efectivo con o sin acuerdo. La reunión previa entre Boris Johnson y Ursula von der Leyen no ha hecho sino mantener el ya cansino tira y afloja de una negociación que, tras aparentar que supera el escollo de la Ley del Mercado Interno y el incumplimiento por Londres del protocolo sobre Irlanda del Norte al ofrecerse Johnson a retirar de la misma las tres cláusulas conflictivas, encuentra ahora dificultades en otros aspectos como la utilización de los caladeros británicos o la también controvertida ley de finanzas. Son, sin embargo, aspectos que no deberían impedir a Bruselas, aun in extremis, como siempre, llegar a una solución relativamente satisfactoria. El premier británico, pese a repetir por enésima -y última- vez la táctica del enroque mediante declaraciones de ruptura, carece de la fuerza que pretende cuando su propio ejecutivo prevé el mayor endeudamiento de un gobierno británico desde la Segunda Guerra Mundial con un desfase presupuestario de casi medio billón de euros, el 19% del PIB; cuando solo ha logrado cerrar sendos acuerdos comerciales con Japón y Canadá, de importancia muy relativa para la economía de Gran Bretaña; y cuando la alternativa de EEUU se le complica tras la derrota de Trump y la inclinación de Biden por recuperar las relaciones con la UE. El problema podría radicar en que la importante pérdida de confianza en Johnson del electorado británico reflejada por las encuestas, también por las desafecciones en el Partido Conservador, pudiera empujar al primer ministro a una posición si cabe más populista. Aunque, para evitarlo, a Bruselas le basta consensuar qué concesión otorgar a Johnson para que pueda ofertarla como una victoria política.
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