a suspensión hasta 2022 de la Bienal de Máquina Herramienta (BIEMH) que Bilbao Exhibition Center había pospuesto de mayo a noviembre a consecuencia de la pandemia es, sobre todo, un síntoma. Claro y altamente preocupante, sí. La BIEMH aporta más de 42 millones de euros al PIB de Euskadi y atrae a 42.000 visitantes imprescindibles hoy para un sector hostelero vasco al borde de la inanición a causa del covid-19; pero solo un síntoma del demoledor efecto del coronavirus en la economía. Baste con saber que el sector afectado por la enorme “incertidumbre del contexto actual” que justifica la suspensión del certamen había crecido el año previo a la anterior BIEMH un 13% hasta alcanzar un volumen récord de 1.690 millones de euros. O que la Bienal es la tercera feria industrial más importante de Europa y la primera del Estado. Que el Banco de España, en su informe del tercer trimestre, haya corregido entre dos y cuatro puntos su estimación de crecimiento para 2021, que apenas hace dos meses situaba en el 9,1% y ahora prevé entre el 7,3% en el mejor de los casos y el 4,1% si continúan las afecciones de la pandemia, es el diagnóstico. Tras caer este año un 13%, la economía del Estado necesitará más que un año, incluso más de dos, para recuperar el crecimiento perdido. El diagnóstico, que según Funcas también contempla un ascenso del desempleo hasta el 17% este año y el 17,2% el próximo, no ignora las causas: casi un tercio del valor añadido bruto generado por las empresas españolas se ha visto afectado por la dependencia de la economía estatal del turismo y el impacto en este de la pandemia y de las restricciones impuestas por otros países. Ahora bien, conocidos los síntomas y el diagnóstico, es preciso el tratamiento, que sí existe en el caso de la pandemia económica. Y no se trata únicamente de mantener o ampliar los actuales planes de apoyo, sino de dirigir adecuadamente estos. Para ello y a pesar de que Pedro Sánchez no ha presentado aún ni el techo de gasto ni el objetivo de déficit, se precisa sacar adelante cuanto antes los presupuestos. De ellos dependerá la ejecución de los fondos que deben llegar de Europa en aquello a lo que deben destinarse durante los próximos años: una profunda reforma de la economía que responda a las incertidumbres con el desarrollo de sectores de valor añadido.
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