as comparecencias telemáticas de Pedro Sánchez -incluso sin estar previstas en la agenda pública- se han convertido en algo habitual cada tarde-noche de los sábados durante la crisis sanitaria por el coronavirus. En ellas, con tono grave, el presidente del Gobierno español realiza anuncios públicos sobre decisiones y medidas que tomará su gabinete en los siguientes días, en general en relación con los términos de la declaración del estado de alarma. Durante estas siete comparecencias hasta ahora, y sin excepción, Sánchez informa de cuestiones de especial trascendencia y que tendrán una gran repercusión en el día a día de la ciudadanía, pero lo hace sin conocimiento ni siquiera consulta previa a los presidentes de las comunidades autónomas con los que va a despachar al día siguiente y a los que simplemente repite las decisiones previamente anunciadas y que ya conocen por los medios de comunicación. No es una mera falta de tacto, cortesía o consideración a quienes, por definición constitucional, ostentan la máxima representación del Estado en cada una de las comunidades, sino que supone un desprecio a la definición de “Estado autonómico” que fija el propio texto de 1978. No es este, desde luego, el modelo de gestión y toma de decisiones que demanda la situación actual de crisis sanitaria ni responde a los parámetros que se reivindican desde las autonomías y menos aún desde las nacionalidades históricas como Euskadi, con competencias, capacidad, recursos y medios para actuar de manera adecuada, rigurosa y efectiva, y responder a la pandemia mediante los criterios de coordinación, lealtad y solidaridad. El pasado sábado, Pedro Sánchez fue incluso más allá y, además de reivindicar su modelo centralizador de mando único que cada día se revela más fallido, recriminó, de manera un tanto pueril, a las comunidades que estén en una “competición para ver quién abre primero un pequeño comercio”. No es gratuito que en la videoconferencia de ayer, Sánchez pudiera comprobar el lógico malestar de buena parte de los presidentes autonómicos, incluidos varios socialistas, con su forma unilateral de hacer las cosas. “Mas criterios y menos tutelas”, le volvió a avisar el lehendakari, Iñigo Urkullu. Parece, sin embargo, que Sánchez está más pendiente de las críticas de la derecha que de poner en práctica sus teóricos principios de diálogo, consenso y codecisión.