ada se adelanta frente a la pandemia con lamentos o críticas respecto a los sistemas de prevención y su falta de eficacia ante una amenaza que ya se analizaba como tal semanas antes de que la transmisión del virus se extendiera más allá de los límites del foco que se dice inicial, en la provincia china de Hubei. Pero es notorio que, a todos los niveles y en proporción a su responsabilidad, la frenética expansión del SARS-CoV-2 ha puesto en evidencia primero al Instituto de Virología de Wuhan y la Academia de Ciencias de China, luego al Centro Europeo para el Control de Enfermedades (ECDC) y los respectivos CDC de los estados, en el caso español el Centro Nacional de Epidemiología (CNE), y durante todo el proceso a la Organización Mundial de la Salud (OMS). Son asimismo manifiestas las carencias de inversión en todo ese sistema global de investigación, quizá agudizado en la Unión Europea, donde apenas se dedican a este capítulo 140 millones de euros, una parte infinitesimal del coste socioeconómico que se calcula a esta pandemia. Y, sin embargo, se apunta que ese análisis crítico hay que posponerlo hasta el momento en que se haya superado la pandemia ya que no va a incidir ahora en la consecución del objetivo, que es global y común a todos los países afectados, de reducir la curva de contagios. Ahora bien, como apuntó el director del programa de emergencias de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Michael Ryan, el lunes, “bajar la curva no es solo el confinamiento y ya; para reducirla hay que duplicar los esfuerzos de los sistemas de salud” y hay sistemas sobresaturados. En el Estado español, donde a raíz de la crisis de 2008 se han eliminado más de 8.400 camas hospitalarias (datos de Eurostat) y que al principio de esta crisis contaba con 300 camas -9 de UCI- por cada cien mil habitantes, el esfuerzo deberá ser inusitadamente mayor que, por ejemplo, en Alemania (830 camas por 100.000 habitantes, 33 de UCI) o en Corea (1.150). Y en la sanidad madrileña (309 camas), sensiblemente superior al de Osakidetza (370). Aunque, como apunta el Gobierno Sánchez, la amenaza del virus no hace distingos, la capacidad de respuesta sí es diferente en Catalunya o Madrid (1.192€ y 1.236€ en inversión sanitaria per cápita y año) que en Euskadi (1.809€) o Navarra (1.789 €). Por tanto, ni las consecuencias serán homogéneas ni las medidas deben serlo. Y eso también es prevenir. Para el futuro.