La adopción de nuevas medidas para frenar la transmisión del coronavirus al entrar en lo que se ha denominado “fase de contención reforzada” de la epidemia de covid-19 están justificadas tanto en función de los datos disponibles y analizados desde el punto de vista científico como en las perspectivas de evolución de la enfermedad. Medidas similares están mostrando su efectividad allí donde se han puesto en práctica en diversas partes del mundo. No en vano las decisiones que se están tomando -y que, en función de la evolución que tenga la incidencia del coronavirus, podrían extenderse- tanto en Euskadi como en el Estado español -entre cuyos responsables más directamente implicados en esta crisis existe una destacable coordinación y colaboración permanentes- están siendo adoptadas con criterios estrictamente técnicos por los profesionales expertos en las diferentes disciplinas y basados en datos fehacientes. No deberían tener cabida, por tanto, los intentos de manipulación de sentimientos con intereses espurios ni el aprovechamiento para el desgaste político de los ejercicios de transparencia que se están llevando a cabo en la CAV con el objetivo de informar a la ciudadanía de manera lo más precisa y permanente posible de los casos, efectos, movimientos y decisiones adoptadas, así como de las medidas de prevención necesarias a tomar por parte de toda la población para frenar la extensión del coronavirus. Si algo parece claro respecto a lo que está sucediendo en todo el mundo es que esta epidemia debe tratarse sin alarmismos pero también sin banalizar en absoluto sus efectos. Sería un gravísimo error. La ciudadanía tiene el derecho a tener información puntual de todo lo referido al coronavirus y su desarrollo en su entorno más inmediato, así como en otros ámbitos, y a saber cómo prevenirlo y combatirlo. A partir de ahí, también es exigible una actitud de compromiso cívico por parte de todos y cada uno de los ciudadanos, principalmente en esta fase de contención que demanda -es cierto- la asunción de esfuerzos, incomodidades y ciertas restricciones en favor de, en primer lugar, un bien común como es la salud pública, fundamentalmente de las personas más vulnerables. La crisis del coronavirus nos va a obligar a todos a dar respuestas adecuadas de índole individual y colectiva. Compromisos como ciudadanos y como sociedad, como país.
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