El parón económico derivado de la pandemia supuso una alteración en muchas facetas de las finanzas. Una de ellas ha tenido que ver con los componentes de las inversiones. En tiempos en los que la incertidumbre se apoderó de los mercados financieros, con un Ibex que sufrió una fuerte caída, las inversiones rescataron lo que se conocen como ‘activos refugio’: productos con menos volatilidad que los ligados a la Bolsa. Uno de ellos es el oro, que la semana pasada firmó un nuevo máximo histórico, con 2.645 dólares (2.266 euros).

Al igual que sucede con las obras de arte, el oro mantiene un valor que no suele devaluarse. En términos generales, no obstante, es muy escasa la inversión en la denominada onza ‘troy’ en el Estado, sobre todo entre minoristas y pequeños clientes. Pero lo cierto es que su valor no ha dejado de subir en los últimos años y no es descartable que, en un panorama cada vez más amplio de posibilidades financieras, acabe formando parte, en mayor o menor medida, de las carteras inversoras que se ofertan por parte de los distintas entidades y agentes involucrados. En lo que va de año, el oro acumula una revalorización de casi un 20%. La actual tendencia alcista del metal precioso se ha producido tras publicarse un descenso mayor de lo esperado de la inflación de Estados Unidos en junio, lo que ha dado pie a los inversores a esperar recortes de los tipos de interés más tempranos por parte de la Reserva Federal. 

En cualquier caso, en la subida del oro también tienen mucho que ver otros acontecimientos. Tras la pandemia, los grandes bancos centrales del mundo han hecho acopio de grandes cantidades de oro para integrarlas en sus reservas, lo que permite a su vez nutrir las divisas de los Estados. Además, los conflictos bélicos en Ucrania y Gaza y las tensiones geopolíticas, con un escenario en el que la globalización aparece cada vez más discutida, resurgen vías de inversión que se consideran más seguras y menos expuestas a los riesgos. Así, impulsado por la cada vez más creciente polarización de las relaciones internacionales y la compra masiva por parte de los bancos centrales, el oro alcanzó a principios de diciembre una nueva cota para sus registros históricos por encima de los 2.100 dólares y siguió superando cotas hasta alcanzar los 2.450 dólares el pasado mayo.

Fue en el año 1919 cuando se fijó el primer precio oficial del oro en Londres, en las oficinas del banquero británico Nathaniel Mayer Rothschild, miembro de una de las dinastías financieras más importantes del mundo. Actualmente, el precio del oro lo fijan los miembros de la asociación London Gold Fixing, entre los que están, entre otros, el Banco Industrial y Comercial de China, el canadiense ScotiaBank, las entidades estadounidenses de inversión JP Morgan Chase y Morgan Stanley, y la compañía británica de servicios financieros Marex. Un rango internacional de entidades que refleja los amplios intereses mundiales alrededor de este metal precioso.

Según las estadísticas, el precio del oro ha aumentado una media de un 9,2% al año desde 2015. A la hora de invertir, es necesario contar con una labor de asesoría muy especializada, puesto que los fondos de inversión que pueden operar en oro son menores en número a los tradicionales. El oro y el dólar mantienen, según la teoría clásica, una correlación inversa, ya que cuando bajan los tipos de interés son necesarios más dólares para comprar lingotes, en tanto que una política monetaria dura presiona el precio del metal. No obstante, con todo, en los últimos meses esta relación se ha visto alterada y ambos activos han convergido al alza: por un lado, el dólar se mantiene fuerte, al igual que el precio del oro.