La reforma laboral ha traído un fuerte impulso a la contratación indefinida, uno de los objetivos que se impuso el Gobierno en las líneas maestras de un texto que contó con el respaldo de sindicatos y patronal. Después de entrar en vigor en enero de 2022, las modificaciones están logrando asentar estabilidad en las condiciones laborales de muchos trabajadores, pero tiene asignaturas pendientes, como recortar la temporalidad -que sigue siendo la modalidad contractual de más uso- y consolidar las conversiones de los contratos eventuales en indefinidos, una tendencia que arrancó con mucha fuerza pero que se ha ido frenando desde el pasado verano.

La resistencia del empleo es uno de los factores que están permitiendo a las familias mantener el consumo y hacer frente a una inflación que, aunque se modera, sigue ejerciendo un duro castigo sobre las economías domésticas. Según los datos que ofreció esta semana el Ministerio de Trabajo, la cifra de parados en el Estado fue en marzo de 2.862.260, la cifra más baja en este mismo mes desde el año 2008 y un descenso de casi el 8% en tasa interanual. La caída del paro es especialmente pronunciada entre las mujeres y los trabajadores jóvenes menores de 25 años, que son dos de los colectivos que más se están beneficiando de la reforma.

Sin embargo, existen algunas señales de ralentización en algunos ámbitos. La conversión de contratos temporales a indefinidos experimentó un fuerte repunte en la primera mitad del año pasado, pero ha entrado en un ritmo más lento desde entonces. Por ejemplo, hace un año el porcentaje de contratos indefinidos iniciales era del 19,3%, mientras los convertidos a esta misma categoría alcanzaban el 11,3%. En junio, los porcentajes se situaban, respectivamente, en el 36,3% y el 7,9%. 

A partir de ahí, el número de contratos indefinidos iniciales se mantiene alto, con porcentajes de alrededor del 40%, pero la tasa de conversión cae a valores cercanos al 4%, con un 4,3% en marzo. Al mismo tiempo, el número de contratos temporales sigue siendo mayor que el de indefinidos, superando por lo general el 50%. Una de las lecturas que se extrae de esta pérdida de presencia en la transformación de temporales a fijos es que la contratación indefinida se ha apoyado más en nuevos trabajadores que en los que tenían firmado un contrato temporal. Si se echa un vistazo a la variación interanual en términos porcentuales, el pasado mes de marzo las conversiones cayeron casi un 70%, especialmente en el sector servicios, que es esencial para la economía del Estado. En el ámbito industrial, pese a que también desciende, su caída es más ralentizada. 

PERÍODO DE PRUEBA

Además, se están dando un acusado crecimiento de despidos de trabajadores con contrato indefinido con el argumento de que no superan el período de prueba. Lo denunció en septiembre del año pasado Joaquín Pérez, secretario general del sindicato USO, que criticó que estos se hayan “multiplicado” en comparación con las normas anteriores a la reforma laboral. “El período de prueba dura, en función de los puestos, entre dos y seis meses. Por lo tanto, es el artificio perfecto para hacer contratos basura con cara de indefinidos”, remarcó. Es decir, que en muchos casos las empresas aducen que el empleado no supera el período de prueba como razón esgrimida para no renovar su vinculación laboral. La legislación establece que el establecimiento de un período de prueba en los contratos es “optativo” y que, en caso de ser acordada entre empresa y trabajador, “deberán fijarlo por escrito”. Su duración máxima viene marcada por lo fijado en los convenios colectivos, pero en su defectono podrá exceder de seis meses para los técnicos titulados y dos meses para el resto de los trabajadores. La reforma laboral acabó con los contratos temporales por obra y servicio, pero no está permitiendo clausurar una tendencia que sigue en auge. Además, en la categoría de conversiones a indefinidos, destaca también el crecimiento que están experimentando los contratos de obtención de práctica profesional, en contraste con el descenso registrado en los contratos de formación en alternancia. Los datos del SEPE recogen que más del 40% de los contratos para la obtención de la práctica profesional firmados durante 2022 se transformaron en indefinidos, frente a apenas el 5,3% de los contratos de formación en alternancia.

Otra de las direcciones que está tomando el mercado laboral tiene que ver con el crecimiento de los contratos fijos discontinuos. Esta modalidad de contratación indefinida ha cobrado un nuevo impulso con la reforma laboral, pese a que ya existía con anterioridad, y se sitúa en un escalón con más derechos que el contrato temporal, pero con peores condiciones que el indefinido a jornada completa o a tiempo parcial. Se trata de trabajadores vinculados a una empresa, pero que únicamente desarrollan su labor en determinadas temporadas. El resto del tiempo no trabajan y no cuentan como parados para las estadísticas. La firma de este tipo de contratos se multiplicó por diez el año pasado.