El cómico estadounidense Marty Allen solía decir que “el mejor momento para comprar algo es el año pasado”. A tenor del ritmo que experimenta la inflación desde el año pasado, no le faltaba razon. Algunos ejemplos extraídos de la estadística del IPC correspondiente al mes de febrero: en comparación con el mismo mes del año pasado, la leche era un 33% más cara, el calzado un 5,2% y la reparación de un electrodoméstico un 4,9%. 

El BCE está actuando desde el verano pasado con subidas de tipos de interés, el método tradicional ante las crisis inflacionarias. Pero, ¿están logrando estas medidas su propósito? Si se repasan los datos, se extrae la conclusión de que sí, ya que el IPC ha pasado del 10,8% de julio al 6% en febrero. No obstante, por el camino aparecen otras consecuencias menos amables: el crecimiento económico se ralentiza y la financiación de hogares y empresas se está encareciendo en un momento en el que empieza a disiparse el ahorro embalsado en la pandemia, las mejoras salariales son tímidas y llega el momento, para muchas pymes, de devolver los créditos ICO concedidos durante la crisis sanitaria.

“En economía no hay una medida que satisfaga a todos, y subir los tipos es un arma de doble filo”

Ana Blanco - Profesora de Economía de la UPV-EHU

“En economía no hay una medida que satisfaga a todos, y subir los tipos de interés es un arma de doble filo”, subraya Ana Blanco, profesora del departamento de Economía Financiera de la UPV-EHU. En efecto, como proclama el BCE en su página web, “hemos subido los tipos de interés para transmitir el mensaje de que no permitiremos que la inflación permanezca por encima del 2%”. La teoría económica dicta que, con el precio del dinero más caro (tras la subida de este mes, al 3,5%), la economía se enfría al entrar en declive la demanda, las expectativas de inflación se moderan y, finalmente, la inflación retrocede. Sin embargo, como también admite el propio organismo, “unos tipos de interés más elevados no servirán para reducir el precio de las importaciones de energía, para llenar estanterías vacías en los supermercados ni para suministrar semiconductores a los fabricantes de automóviles”. El sentir general es que será a partir del año que viene cuando más se aprecien los frutos de estas medidas. En la Eurozona, la inflación general (8,5%) es más acusada que en el Estado, pero la subyacente, que incluye los alimentos no elaborados, es más elevada en este último caso (7,6% frente a 5,6%).

“La inflación daña a los colectivos vulnerables, reduciendo su capacidad de consumo”

Isabel Rodríguez Tejedo - Profesora de Economía de la UNAV

“Los mercados alimentarios se están viendo sacudidos por la guerra en Ucrania, ya que este país y Rusia son los dos grandes productores de cereales. Además, también influyen las malas cosechas y que la población de China ha incrementado su consumo de alimentos al ver mejorado su nivel de vida”, expone Isabel Rodríguez Tejedo, profesora de Economía en la Universidad de Navarra.

Créditos más exigentes

De momento, con unos salarios que, en términos generales, no permiten compensar la pérdida de poder adquisitivo, el mantenimiento de las tasas de ocupación laboral está permitiendo a muchas familias capear el temporal, al tiempo que el tejido empresarial se está mostrando también resistente ante los problemas. Pero existe temor a que un crecimiento más débil acabe dañando a ambos sectores, que ven ahora como los créditos que concede la banca son más exigentes por la subida de tipos de interés. La decisión del BCE de elevar estas tasas llegó el año pasado después de que acabara la etapa de expansión monetaria que se había iniciado en la década pasada para reactivar la economía después de la crisis financiera de 2008. “Mientras que el mandato de la Reserva Federal de Estados Unidos habla de controlar la inflación y proteger el crecimiento, el propósito del BCE se ciñe básicamente a la inflación”, explica Rodríguez Tejedo, que alude a una cuestión de carácter histórico que justifica el “miedo sistémico” de los dirigentes económicos europeos a los altos precios y que se explica por los graves problemas en el período de entreguerras en Europa, cuando las monedas nacionales se devaluaron de forma dramática.

Buscar el equilibrio

Ante esta situación, el BCE está obligado a lograr un equilibrio que permita atacar la inflación sin bloquear en exceso la actividad productiva. Para la profesora de la Universidad de Navarra, la subida de tipos debería ir acompañada de una política fiscal que favorezca una mayor recaudación, “aunque eso es muy complicado, ya que estamos en un contexto en el que las familias y la empresas están sufriendo mucho. La inflación siempre daña a los más vulnerables, reduciendo su capacidad de consumo y de ahorro”. Por su parte, la docente de la UPV-EHU subraya que  el BCE, además de los incrementos en los tipos de interés, “tendría que trabajar en otras ideas que supongan un control de costes. Está claro que hay que controlar la inflación, pero no podemos hipotecar el crecimiento de la economía”.

Bajar los precios, prioridad antes que la crisis bancaria

Tanto la Reserva Federal de Estados Unidos como el Banco Central Europeo parecen tener bastante claro que el principal problema en ambos entornos económicos sigue siendo la inflación y no la crisis bancaria desatada tras los hundimientos de Silicon Valley Bank y Credit Suisse. “Nuestro sistema bancario es sólido y resistente con un capital y una liquidez sólidos”, señaló esta semana el presidente de la Fed, Jerome Powell. De momento, la crisis parece atajada, aunque las fuertes caídas bursátiles de este viernes en el sector financiero han vuelto a despertar la inquietud. 


“Existe preocupación, pero parece que el riesgo de contagio está controlado”, destaca Isabel Rodríguez Tejedo. El economista jefe del BCE, Philip Lane, ha insinuado que el organismo volverá a subir los tipos de interés este año, aunque volvió a jugar con la ambigüedad a la hora de ratificar esta medida. “El BCE no puede anticipar lo que va a hacer, porque si los mercados lo saben las medidas no surten efecto”, explica. 


De momento, Christine Lagarde no ha sido tan tan tajante como su antecesor en la presidencia del Banco, Mario Draghi, cuando en 2015 prometió “hacer lo que sea necesario” para garantizar la supervivencia del euro en la situación de la crisis de deuda soberana que se desató la década pasada. “Es probable que la próxima subida de tipos no sea tan fuerte, pero vamos a continuar en unos niveles muy altos”, añade Ana Blanco. Mientras, el pacto de rentas, la solución que defendía el Gobierno y que implicaba una moderación de beneficios empresariales y masas salariales para repartir los costes de la inflación, parece haber quedado arrinconada ante la incertidumbre y las dificultades.